lunes, 31 de agosto de 2009

De nuevo lunes

Si fuese ganadero de reses bravas, a un toro negro zaino le ponía de nombre "Madrugón".

domingo, 30 de agosto de 2009

Pito pito gorgorito

¿De Zapatero?, pero...; a Saramago, amago..., y termino escribiendo del que ha dicho, sin duda, lo más sabio.

[Sin erratas, con puntos aparte y cursivas y sin extrañas originalidades finales, aquí]

sábado, 29 de agosto de 2009

[Me aseguran que no es un chiste]

Una gitana vieja de Jerez le comenta a su médico [del que me dan nombres y apellidos] que ella está encantada con esta epidemia de la gripe A. Había oído muchas veces en el tele que lo bueno es el tiramisú y todas las noches su marido baja a la pastelería La Rosa de Oro, que los hacen buenísimos, y le sube uno, y, ea, para dentro, que más vale prevenir que curar. Entre su familia y sus vecinas ha cundido el ejemplo y ya están todas vacunadas, rebosando salud, como se puede ver...
El médico, tímidamente, sabiendo que va a acabar con el efecto placebo más dulce de la historia de la medicina, le pregunta: "¿Era tiramisú seguro, señora? ¿O tamiflú?

viernes, 28 de agosto de 2009

Vaya contradiós

Saramago es la pera. Ha decidido que el culpable de la muerte de Abel no fue Caín, quia. El culpable fue Dios, al que señala "como el autor intelectual al despreciar el sacrificio que Caín le había ofrecido". Es como si, porque no aprecio tanto la literatura de Saramago, yo fuese el culpable de que un fan del portugués de esos que escriben encendidos comentarios en la noticia de El País o él mismo, sin ir más lejos, me pegara una paliza. Al menos, sería el culpable intelectual, que siempre viste más. No se me ocurre otra manera de que me consideren intelectual los que reparten los coeficientes de intelligentsia. Las implicaciones que ese digamos pensamiento tendría en la sociedad, en la educación, en el mismo Código Penal, suponiendo que alguien se lo tomara en serio, que es mucho suponer, serían devastadoras. Mientras tanto, hay que reconocer que Saramago dice una verdad: Caín, su próximo libro, está lleno de humor. Yo no lo he leído, ni lo leeré, pero me parto de risa. Si no le veis la gracia, podéis visitar su blog y visionar el trailler promocional al puro estilo Hollywood y leer, si os encontráis con fuerza, la carta que ha escrito su directora comercial, Pilar del Río. Qué tropa, tú.

jueves, 27 de agosto de 2009

Corriendo

No puedo recrearme en el salto del trampolínk de hoy porque tengo que salir a correr. Bueno, bueno, no exageremos: tengo que salir corriendo. Pero mi intención de salir a correr algún día es en serio.
Adiós, adiós...

miércoles, 26 de agosto de 2009

Cargo de conciencia

Se acaba el verano y casi nada hice de lo que en este tiempo me proponía hacer. Y no es lo más grave: tampoco hice lo que no me proponía hacer, que suele ser lo mejor, si se hace. Ya me he puesto a preparar el examen de septiembre de conciencia, que este año va a ser duro. Un día de agosto y a la salida de la misa (encima), iba andando, casi corriendo para casa. Vi entonces que una chica de mi edad [i.e. una señora] empezaba a formar un atasco con su coche ranchera, un Volvo, creo, parado en medio de la calle. "La cosa irá a peor en cuanto se pongan a desaparcar todos los coches de misa", vaticiné para mí. Ella se bajó sofocada y se dirigió al señor mayor que conducía el coche justo detrás del suyo y le explicó que la llave se le había quedado atascada y que no arrancaba. El señor no dijo nada apenas, metió marcha atrás muy serio, hizo que los otros dos o tres coches hicieran lo propio, y se volatizaron todos por la calle de la derecha. La chica [de mi edad] no me pidió auxilio y no me miró o sólo lo hizo tal vez de reojo. En condiciones normales o en otros tiempos yo me habría ofrecido enseguida a ayudarla. Teniendo en cuenta mis conocimientos mecánicos, a ayudarla a empujar el coche a la acera y a llamar a la grúa o a su marido. Pero me fui andando, paso a paso. Siempre he presumido de caballero andante, pero en un sentido diametralmente opuesto. Me pongo colorado todavía mientras lo confieso, aunque en verdad me pongo verde, y yo negro conmigo, y eso que aún no he contado lo peor: no consigo recordar por más que lo intento a dónde demonios iba yo con tanta prisa.

martes, 25 de agosto de 2009

Litoral y la noche


Había cargado hasta la playa el último número de la revista Litoral como quien lleva una sombrilla, a ver si su noche me refrescaba. Luego leí poco, porque la conversación estaba al rojo vivo y yo echaba chispas. Por la noche, al sacar la revista de la bolsa, la portada estaba llena de granitos de arena. Parecían puntos de luz sobre el collage de Lorenzo Saval. Y me alegré de haber cargado con la voluminosa revista. La noche de la portada la cruzaba una nuevaVía Láctea dorada y, sobre todo, los granos de arena habían cumplido el sueño de sus noches de verano. Eran estrellas: brillaban.

domingo, 23 de agosto de 2009

God's spies

Mi madre era una santa, pero yo soy un hijo de mi época. Por eso, como todos este verano, he leído novela negra, aunque, en mi caso, ni fue novela ni es negra, aunque ese era su tono. Déjemonos de suspenses: confieso que he leído con el corazón en un puño The Quest for Shakespeare de Joseph Pearce. Se trata de una investigación en toda regla sobre las creencias, católicas o no, que va a ser que sí, del Bardo. Las pistas se multiplican y encajan y Pearce las expone con la vibración de un best-seller, montándolas muy bien, con un punto de agresividad intelectual y otro de mesura forense, que se balancean rítimicamente. Lo negro lo pone de fondo la tremenda persecución a los católicos ingleses. Qué historia: ya me he pedido en Abebooks la biografía de Edmund Campion de Evelyn Waugh y las obras completas del beato Robert Southwell, SJ, primo de Shakespeare, poeta y mártir, nada menos. Además, he rescatado de mi estantería los ensayos históricos de Belloc. Pero volviendo a Pearce, ¿es buena literatura? Puede que no, aunque es eficaz, y en todo caso, no importa, porque su libro se lee alternándolo con el mismísimo Shakespeare (y cómo se iluminan mutuamente), así que de buena literatura anda uno bien servido. También lo alternaba con el Shakespeare de Harold Bloom, por contrastar, y con el Shakespeare de René Girard, para no perder las buenas costumbres. Apasionante choque de interpretaciones, del que Shakespeare sale intacto, más claro que nunca, inconmensurable y cercano.

jueves, 20 de agosto de 2009

Scoop!

Oh, Marta Enrile visita mi blog. El mío y el de tío Santiago [para nosotros, Tamarón]. Tras sorprenderme con el dato, se le ocurrió que por qué no hacía una crónica de la fiesta en la que nos encontrábamos. Y yo, cogido entre el agradecimiento y la euforia, exulté que sí, que escribiría mi artículo de hoy sobre el evento, ¡hip, hip, hurra! Cuando me levanté a la mañana siguiente, sin embargo, no lo veía claro, ni eso ni nada, y era lunes. Al final, decidí escribir de Jenaro. Estaba en mi clase, como los anfitriones, y, aunque la fiesta fue muy posh, al puro estilo Waugh, el mal (o, no exageremos tampoco, el regular) goza de más tirón periodístico. El evento, además, ya lo cubre Casas de Ciria. Incluso me retrata en la foto nº 5.

Eureka!

Di con la clave: escribir un buen microcuento es tan difícil como un haiku, un aforismo o un novelón decimonónico, sí, pero escribir uno malo es muchísimo más fácil.

miércoles, 19 de agosto de 2009

La venganza del microcuento

El género del microcuento se venga de la extrema brevedad que le han impuesto produciendo una cantidad ingente, inconcebible, de textos malos.

Al final, lo comido por lo servido.

martes, 18 de agosto de 2009

Oferta reversible

Un amigo capturó la siguiente fotografía en un paseo dominical por un mercadillo de Oviedo:



Hecha la foto, procedió a comprar el género para conseguir los libros. Con los libros y la foto en su poder, procedió a entonar (vía e-mail) una leve elegía en Astaroth o, mejor dicho, un Sic transit gloria mundi algo guasón por los poetas ofertados y, en general, por la poesía. Lo que no me dice (me dice que no me lo dice) es qué hizo con lo que tuvo que comprar para conseguir Oratorio en Guadarrama, que es un libro, ay, que yo no he leído, con lo que me tiran los oratorios y Guadarrama y la Armada Española, donde servía Prados Nogueira, si no me equivoco.

Pero, teniendo en cuenta que la poesía es para pocos, y las bragas para todas, no deja de tener su encanto (kitsch) la ingenuidad del tendero. Cree el hombre en el atractivo comercial de los misereres. Y a lo mejor hasta es una buena estrategia de marketing y todo. Mi amigo se compró las bragas, eso es indudable, yo hubiese hecho lo propio y aquí está el tenderete en Rayos y truenos consiguiendo gratis un valioso espacio publicitario.

domingo, 16 de agosto de 2009

El injusto medio

César González-Ruano habría incluido entre sus artículos de temporada de verano, entre los artículos sobre la llegada de los veraneantes, sobre los atascos en el quiosco de prensa, tan animantes para un columnista, sobre las noches de levante en calma, sobre los precios del pescado, entre todos esos temas, habría incluido en estos tiempos un articulito agosteño sobre el top-less.

Yo hago lo que puedo. Pero lo más curioso de mi artículo ha ocurrido fuera. Ni Leonor ni yo estamos especialmente satisfechos. A ella le ha parecido bien, pero que le doy demasiada importancia a un tema trivial, dice. En cambio yo me lamento (en mi fuero interno) de que trato con demasiada trivialidad un tema más gordo de lo que parece.

jueves, 13 de agosto de 2009

Crucifijación (una pesadilla)

Pensé subtitular mi artículo de hoy como esta entrada: una pesadilla. Pero me pareció quitarle hierro a la Crucifijación, que es lo que importa, y lo dejé en el título. Ahora me alegro, porque en el intervalo de tiempo que media entre enviar mi texto a la redacción y leer el periódico, Caamaño se ha descolgado con otras declaraciones, ahora negando la objeción de conciencia al aborto de médicos y enfermeros. La cosa no era tan pesadilla, por desgracia... Mientras tanto, no deja de tener su interés pedagógico: el que quita un crucifijo enseguida niega la conciencia del prójimo.

miércoles, 12 de agosto de 2009

Tertulias en el porche

“La muerte no interrumpe nada” escribió Luis Rosales con más razón que un santo y con las palabras exactas, encima. Desde luego, no interrumpe, eso es verdad, pero las circunstancias las cambia. Ahora, cuando en las tertulias en familia, sale a relucir una opinión de mi madre, precedida de un “Decía mamá…”, o finalizada con un contundente “como decía mamá”, o sin decir nada, sino fácilmente reconocible como una opinión suya, todos asentimos unánimes, como un solo hombre, sin la menor vacilación, y, sobre esa tierra firme, seguimos charlando de lo que sea. Esto, conociéndola, estoy seguro de que le gustaría mucho y, a la vez, le haría, le hará, le hace, bastante gracia.

martes, 11 de agosto de 2009

Crítico en crisis

No hay nada más burdo que querer ser sutil y quedarse colgado de la brocha. Esta reseña la escribí a seis manos con Vicente Núñez, que me susurraba a un oído: "Acudo puntualmente a la cita con el gongorinolaringólogo" y con Álvaro de Campos, que me recitaba al otro: "(Todas as palavras esdrúxulas,/ Como os sentimentos esdrúxulos,/ são naturalmente ridículas)". Por eso pensé que, mientras salvaba lo salvable, bastaba con poner algunos ejemplos. Pero el respetable entendió que ponía muy bien al libro. Fue un chasco esdrújulo. Ahora veo que este otro está encantado con la reseña que hice de su libro. Vaya. Todo me pasa por no leer más a Flannery O'Connor que ya avisó que la sinceridad y las buenas maneras no acaban de llevarse del todo bien. ¡Y yo, que quería estar en misa y repicando...!

domingo, 9 de agosto de 2009

Críticas vs. elogios

Entre las críticas a los blogs, se destaca por dos o tres cabezas la de que hay muy poca crítica, como si las suyas no contasen. Quizá para el que entre de higos a brevas y se asome a los comentarios, le parezca que hay un exceso de elogios. En verdad se elogia, sí, y eso tiene su valor: motiva y da cierta seguridad, que buena falta nos hace. Pero, además, cuando uno lo domina, el lenguaje bloguero no es tan almibarado como puede resultarle al visitante ocasional. Incluso es cruel, a veces. Para empezar, no todos los comentaristas tienen la misma auctoritas. Y están los temibles silencios: uno sabe que unos lectores entran prácticamente todos los días, y, sin embargo, sólo comentan de vez en cuando, por lo que el silencio no deja de ser una llamada de atención atronadora para quien sabe oírla. Ese "0 comentarios", la o, fue descrita por CB en un comentario como una boquita pidiendo un poco de caso o como el platillo vacío de un mendigo. Luego, los enlaces en otros blogs, que te los hacen o no te los hacen, ay, en las columnas esas de la derecha o, y esto es es lo mejor y, por tanto, lo más raro, en el propio texto. Por un código no escrito de buenas maneras blogueras, además, cuando se tiene el correo-e del autor, las correcciones más puntillosas, se hacen en privado, pero se hacen. (Aprovecho la ocasión para agradecerlas ahora en público.) Y al final cuando te corrigen en público, aunque parezca muy levemente, como el nivel viene siendo tan exquisito, casi dieciochesco, el más tenue reparo, pesa mucho.

[Hace meses que quería escribir esto, pero como era un punto egocéntrico lo iba dejando pasar. Ahora me vale como base del trampolínk. Hace unas semanas, publiqué un artículo sobre el fútbol en la playa en La Gaceta de los Negocios. Beades me sacó una tarjeta amarilla por no haber sido capaz de extraer, como habría hecho Chesterton, nada positivo de los esféricos. El artículo de hoy es una reconstrucción del anterior, a ver si esta vez le gusta a Beades.]

jueves, 6 de agosto de 2009

Los muertos

Según me explicaba un experto tolkieniano, al autor de El Señor de los Anillos no le gustaba nada que se buscasen analogías entre su obra y la realidad. Su trilogía es un mito y no una alegoría. Bien, vale, de acuerdo. Pero digo yo, inexperto tolkiense, que sus imágenes si no símbolos sí son significaciones. Hoy hablo de los Ents. Para mí esos bosques beligerantes van siempre asociados al Sendero de los Muertos. Igual que los bosques se alían con los hobbits, también los muertos acaban siempre interviniendo en las batallas. Y en ellos, en buena parte, descansa mi esperanza.

miércoles, 5 de agosto de 2009

Una defensa de la herencia

Escribe Julio Martínez Mesanza, a propósito de Rut: "Sólo nos pertenece, realmente, lo que adquirimos, no lo que heredamos". Yo, en principio, estoy de acuerdo, porque lo dice Julio y porque es así; pero luego, en la práctica, qué remedio si lo mejor mío es lo heredado, lo mejor y casi siempre lo único. Para salvar la contradicción, escribí este aforismo y también el poema inaugural de Casa propia. Normalmente no cuelgo aquí mis poemas, pero me importa tanto este asunto, que haré una excepción:

...........ARQUITECTURA

Comienzo a construir por el tejado:
lo primero que hago es acabar
y después viene el resto, o sea, todo.
Gira el reloj como la hormigonera
donde ruedo al revés: después de siglos
de ser católico me he convertido
a la fe que tenía; mucho antes
de escribir un poema, era poeta;
he conocido tipos estupendos
en mi grupo de amigos; por mi misma
mujer me he vuelto loco; y ahora empiezo
a dibujar los planos de la casa
donde llevo viviendo tantos años.
Lo primero que quiero es acabar
el tejado; ya tengo el cielo, el aire,
las nubes, la veleta, el humo blanco
que anuncia: “abajo, adentro, en el futuro
hay un fuego encendido”. Iré hacia él.

Pondré, cuando me muera, los cimientos.

martes, 4 de agosto de 2009

El espejito mágico

El viejo Trueno Distante había cerrado un trato redondo. El rostro pálido aquel, a cambio de unas ridículas pepitas de oro, recogidas como quien no quiere la cosa mientras pescaba truchas en el Río Colorado, le había dado una lámina de magia transparente.

El rostro pálido no era John Wayne, todavía. Pertenecía a la compañía de Francisco de Ulloa, esto es, a la primera expedición europea a Ciguatán; era moreno, bajo, joven, fuerte, oriundo de Ayamonte, gran lector del Amadís de Gaula y algo poeta. De hecho, para convencer al indio de las ventajas del canje, le había estado explicando con señas prolijas que, si se llevaba el espejo, le regalaba el mundo. El mundo entero se reflejaba allí, y el español le mostraba cómo la pradera y los soñolientos rebaños de bisontes entraban, como por arte de birlibirloque, en el recuadro que sostenía en la mano. Todo lo reflejado, insistía, se irisaba, además, de no sé qué y de misterio. Trueno Distante escuchaba como quien oye llover: no entendía una palabra de esos sonidos ceceantes. Quizá los compañeros de Fernando Vélez, que así se llamaba el rostro (relativamente) pálido, tampoco le habrían entendido la argumentación lírico-comercial. Y no sólo por su tendencia a expresarse en octavas más o menos reales, sino sobre todo por la sutileza del razonamiento.

El mismo Vélez, que era poeta, pero no tonto, quedó perplejo cuando el indio, de golpe, aceptó el trato. Pensó que por fin había encontrado un público receptivo y lamentó que Trueno Distante no entendiese el cristiano para recitarle un soneto suyo o cinco. De todas maneras, dio por sentado que se llegó a un acuerdo gracias a la eficacia de su retórica. Siempre contó que aquel fue el primer oro que ganó con las letras. (También fue el último.)

La realidad, como suele, era bien distinta. En un momento de su larga conversación en lenguas mutuamente ininteligibles, Trueno Distante atisbó su propio rostro en el espejo, pero él allí vio a su difunto, a su querido, a su añorado padre, exactamente igual a cuando era un experimentado jefe indio, aunque con unos ojos que ahora brillaban encendidos por una ilusión. Aquel objeto era una ventana al más allá, pensó, y cerró el trato lo más rápido que pudo. Se fue con su espejo, mirándose entusiasmado o mirándole ensimismado, según se mire.

La admiración de Trueno Distante por su padre no había dejado de crecer con los años. Añoraba mucho sus sabios consejos ahora que era él el jefe de la tribu, y a menudo rememoraba las reservas que el viejo Rayo Que No Cesa había mostrado a su matrimonio con Flauta Fina, aunque el jefe entendió —hombre de mundo al fin— los motivos del hijo: aquellos encantos que entonces saltaban a la vista.

Con el tiempo la delicada Flauta había ido perdiendo los evidentes encantos a la vez que se ganaba en la aldea el sobrenombre de Caña Cascante. No desperdiciaba ocasión de hacer caer sobre su marido su verbo rápido. El sufrido Trueno Distante estaba cada día más taciturno, pues reconocía la superioridad dialéctica, entre otras, de su señora.

Ni siquiera se atrevió a contarle el fabuloso negocio que acaba de rematar. Ella encontraría una forma simple y a la vez contundente de dejarle en ridículo. Capaz era, incluso, de echarle en cara que esa historia era un reflejo de un lejano cuento zen. En verdad la historia era muy distinta, pero, por si acaso, él escondió su espejito en su carcaj, junto al tabaco, y sólo le comentó la curiosa llegada en tres canoas inmensas de unos hombres tirando a pálidos y a peludos. Le dio un collar de cuentas de vidrio que le había comprado, eso sí, porque en el fondo la seguía queriendo mucho.

El humor de Trueno Distante mejoró una barbaridad gracias a la presencia a placer de su padre. A cada rato se iba a una esquina y le echaba un vistazo al viejo y ambos celebraban, sonrientes, el reencuentro. O se reían de las cosas de Caña, recordando las prevenciones paternas, que no fueron lo suficientemente firmes, tal vez.

Como es natural, la sagaz Caña Cascadora estaba mosca. A las primeras de cambio, cogió las vueltas a su marido y registró el misterioso carcaj en busca de la lámina de hielo que, por lo visto, tanto le gustaba. Al ver el espejo, Caña silbó. Se llevó una inmensa sorpresa, que la llenó de ternura hacia su marido. A partir de ahora sería para él la mejor mujer de la pradera. Se ganaría a pulso el sobrenombre de Flauta Dulce. Con qué emoción contempló ella que el vivo retrato de su madre, o sea, de la suegra de Trueno Distante, era lo que tanto le emocionaba y consolaba. “Quién hubiera imaginado —se dijo— que Trueno Distante amase tanto a mi vieja madre añorada”.

lunes, 3 de agosto de 2009

LECción

Mi admiración por J.S. Lec comenzó en un autobús. Íbamos al Encuentro Mundial de la Juventud con Juan Pablo II en París en agosto de 1997, y mi hermano Jaime llevaba en el bolsillo un libro de Lec, editado por Península y titulado Pensamientos despeinados, que nuestro amigo Emilio Quintana había traducido directamente del polaco, con la colaboración de Anna Luzny. (En ese autobús, dicho sea de paso, conocí también a Alejandro Martín Navarro.) Jaime, cada vez que descubría un pensamiento despeinado de quitarse el sombrero, lo leía en voz alta. Llegó a París afónico. Habría que transcribir aquí más de la mitad de esos aforismos y yo ya hice lo que pude, pero hoy sólo quiero poner uno, que es, en realidad, un poema estremecido que estos días no se me va de la cabeza:
Tenía al pájaro de la felicidad cogido por la cola; se me ha soltado dejándome en la mano la pluma con la que escribo.

domingo, 2 de agosto de 2009

El honor es su divisa

Para empezar, multiplicarles los honores. Estando así las cosas, la primera autoridad del Estado tendrían que ser las víctimas del terrorismo.

Mea culpa

Para terminar este terceto de comentarios dantescos, entonaré un mea culpa. Dije que el gran fallo de la Comedia consistía en condenar a cada personaje por un pecado, cuando la gente se condena sólo por todos, por el pack completo, pero que era un fallo necesario para la arquitectura de la obra. Eso dije. Pero estos días en que ando a vueltas por el Infierno con Dante y con Virgilio sopesando la carità del florentino, he caído en otra posibilidad. Al condenar a cada uno por un pecado, en la inmensa mayoría de los casos por un pecado público y reconocido por sus contemporáneos, está permitiéndose cumplir el complicado consejo: "Odia al pecado, pero ama al pecador". Gracias a ese sistema de compartimentos estancos, se condena terriblemente al vicio, pero no tanto a la persona.

sábado, 1 de agosto de 2009

Benedetta colei che'n te s'incinse!

Como sus tercetos, los comentarios a Dante se encadenan. Ayer citaba el único momento de toda la Divina Commedia, el único, donde se nombra a su madre. Que es cuando Virgilio le alaba su primera fiereza con un condenado de esta guisa: "Alma sdegnosa / benedetta colei che'n te s'incinse!" Qué raro, ¿no?, que salga a colación una madre precisamente para celebrar un desplante furibundo, y no en el Paraíso, naturalmente. Alighieri quedó huérfano de madre prontísimo y eso tal vez podría explicarlo. ¿O se estaría refiriendo a alguna altivez del carácter de su madre que le habría contado su padre, y estaría en el fondo diciéndose: "Bendita la rama que al tronco sale"?Pero yo prefiero poner los indicios en el haber de los poetas, mejor que en el debe, y más con el florentino. Así que por qué no pensar que con ese oxímoron (desdén-madre) nos está señalando que es Virgilio, que es el que lo dice, quien desconoce la ternura maternal, ésa que el cristiano Dante iba repartiendo, de hecho, por el Infierno. El amor de Dante por la Virgen y por santa Lucía, tan correspondido, nos indica que él sí que sabía mucho de delicadezas maternales.