lunes, 31 de diciembre de 2012
Doce poemas de doce campanadas
Aunque con los japoneses he intentado acortar, el poema de Rubén Darío alarga mucho las doce campanadas poemáticas que propongo en Ambos Mundos. Bueno, si bien se piensa, tenemos todo un año por delante para leerlas. Que sea muy feliz.
Charlando
Tenía prevista otra entrada, pero puede esperar. Había estado fuera, con mi padre y mis hijos, de compras. Cuando por fin llegamos a casa, mi padre le preguntó a Leonor qué tal había echado ese ratito de paz que había tenido. Contestó: "Muy bien. He leído Un paso atrás, así que he estado charlando tranquilamente con Quique". Y yo no dije nada, conmovido, pero, si nos fijamos bien, qué inmejorable crítica literaria y, además, qué bonito detalle conyugal. Da gusto acabar así el año. Comprenderán ustedes que haya dejado para otro año la entrada prevista, ¿no?
domingo, 30 de diciembre de 2012
El penúltimo mohicano
Ayer por la tarde, después de mandar el artículo, el cura en la homilía nos explicaba, con angustioso acento, que era ésta una generación que no estaba siendo capaz de mantener la cadena de la fe, que viene desde los tiempos apostólicos pasando de padres a hijos.
Yo recé para ser el penúltimo mohicano.
Yo recé para ser el penúltimo mohicano.
sábado, 29 de diciembre de 2012
jueves, 27 de diciembre de 2012
La vaca solidaria
Al entrar en el tren de vuelta al Puerto, vi con alivio que en nuestro coche viajaban otros dos niños. Nada más sentarnos oí como el padre les leía a los hijos un hermoso cuento titulado "La vaca solidaria". Y, mea culpa, confieso que me reí por dentro. Pero me duró poco la risa, muy poco. Mis hijos empezaron portándose fatal desde el principio. La imagen de Carmen corriendo por los pasillos —y yo detrás— tras haber descubierto el mecanismo casi mágico de apertura de las puertas sólo es superada por el momento en que, para consternación de todo un vagón, como la puerta no se abría al sutil contacto de su leve mano, empezó a darle patadas como una diminuta delincuente. La pareja de la vaca solidaria miraba la bravura y el tronío de mis criaturas con verdadero pasmo. Con el mismo, miraban nuestra brega para controlar tales esfuerzos, y nuestras amenazas, alguna vez cumplidas.
A mitad de camino, los dos grupos se mezclaron. A Pablo, el manso niño de la vaca solidaria, le pasó como a los mansos que sueltan en las plazas, que en vez de arrastrar al toro, se apuntan al desmadre, y empezó a correr los pasillos con Carmen. Lo peor fue cuando se pusieron a hablar de cuentos. El padre de Pablo preguntó a Carmen, tratando de apaciguarla, que cuál era su cuento preferido: "Caperucita Roja". "Ah", dijo. Pablo y Martina también se lo sabían, pero en la versión edulcorada. Cuando Carmen empezó a describir con bastante emoción cómo el lobo se tragó primero a la abuela y después a la niña, hubo un instante de nerviosismo. "¿Y otro cuento no te sabes, Carmen?". "Sí, el de Jonás". "¿Jonás?" "Sí, me lo cuenta mi papá en el baño". Yo, como estaba sentado en la ventana, hundí la cabeza entre los hombros y la mirada en las simas de Sierra Morena. "Jonás quería huir de Dios y venirse a Tarsis, pero ¡AMMMM!, se lo tragó una inmensa ballena negra, y él lloraba a oscuras en la tripa de la ballena, hasta que después de tres días y tres noches lo escupió, PUFFFF, en una playa". "Ah, qué interesante", dijeron al unísono.
Y yo ya no me reía, porque empezaba a tener dudas —que todavía me duran— sobre nuestros métodos pedagógicos. Sería muy duro para mí recurrir a la vaca solidaria, pero si no queda otro remedio...
Correlimos
Dimos un paseo por la plaza Mayor y alrededores. Quería mi suegra que Carmen se montase en el carrusel de allí, un carrusel en medio de otro, que es Madrid.
Yo estaba encantado, eh, pero me recité aquello de Alberti: "¿Por qué me trajiste, padre / a la ciudad? // ¿Por qué me desenterraste / del mar? // En sueños, la marejada / me tira del corazón. / Se lo quisiera llevar. / Padre, ¿por qué me trajiste / acá?" Quizá por eso cuando aparecieron los policías municipales en un extremo de la calle Arenal, y los vendedores ambulantes, negros, empezaron a recoger sus macutos, blancos, y a irse a paso rápido calle abajo o por las calles de al lado, vi que era lo mismo que los correlimos de las playas de invierno. Uno va paseando por la orilla y los correlimos, que comen arriba y abajo con las olas, te ven llegar y huyen por delante, con pasitos charlotescos, sin prisa y sin pausa. Si ven que te echas encima o se cansan del juego, quiebran un vuelo raudo a ras de mar, dibujando una semi circunferencia perfecta, y se vuelven a posar tranquilamente a tu espalda. Eso hacían los negros de Arenal. Y la policía representaba muy bien su papel, pero como quien da un paseo. La calle, ya os habréis fijado, se llamaba "Arenal", encima.
Eso me distrajo un poco del desconcertante descubrimiento que Carmen estaba haciendo del consumismo. Todo lo quería. Iba con un dedo índice por delante señalando escaparates por doquier. ¡Y es tan chiquitita!
Eso me puso en el estado de ánimo preciso para observar con un cinismo mayor del habitual un reloj de sol con la inscripción Carpe diem. Si muriese el latín, esa dichosa expresión todavía perviviría. Yo le tengo manía porque propone un imposible y, por tanto, nos aboca a la melancolía.
Lo hilarante del asunto es que el reloj de sol, imagen involuntaria de la imposibilidad de su mensaje, estaba encerrado en una calle tan estrecha que ni siquiera en el día soleado de ayer agarraba una gota de luz. Yo no me suelo alegrar de la desgracia del prójimo, sea persona, animal o cosa, pero en este caso, como era en legítima defensa, me sonreí.
Yo estaba encantado, eh, pero me recité aquello de Alberti: "¿Por qué me trajiste, padre / a la ciudad? // ¿Por qué me desenterraste / del mar? // En sueños, la marejada / me tira del corazón. / Se lo quisiera llevar. / Padre, ¿por qué me trajiste / acá?" Quizá por eso cuando aparecieron los policías municipales en un extremo de la calle Arenal, y los vendedores ambulantes, negros, empezaron a recoger sus macutos, blancos, y a irse a paso rápido calle abajo o por las calles de al lado, vi que era lo mismo que los correlimos de las playas de invierno. Uno va paseando por la orilla y los correlimos, que comen arriba y abajo con las olas, te ven llegar y huyen por delante, con pasitos charlotescos, sin prisa y sin pausa. Si ven que te echas encima o se cansan del juego, quiebran un vuelo raudo a ras de mar, dibujando una semi circunferencia perfecta, y se vuelven a posar tranquilamente a tu espalda. Eso hacían los negros de Arenal. Y la policía representaba muy bien su papel, pero como quien da un paseo. La calle, ya os habréis fijado, se llamaba "Arenal", encima.
Eso me distrajo un poco del desconcertante descubrimiento que Carmen estaba haciendo del consumismo. Todo lo quería. Iba con un dedo índice por delante señalando escaparates por doquier. ¡Y es tan chiquitita!
Eso me puso en el estado de ánimo preciso para observar con un cinismo mayor del habitual un reloj de sol con la inscripción Carpe diem. Si muriese el latín, esa dichosa expresión todavía perviviría. Yo le tengo manía porque propone un imposible y, por tanto, nos aboca a la melancolía.
Lo hilarante del asunto es que el reloj de sol, imagen involuntaria de la imposibilidad de su mensaje, estaba encerrado en una calle tan estrecha que ni siquiera en el día soleado de ayer agarraba una gota de luz. Yo no me suelo alegrar de la desgracia del prójimo, sea persona, animal o cosa, pero en este caso, como era en legítima defensa, me sonreí.
miércoles, 26 de diciembre de 2012
La Nueva es recomenzar
Ayer, en la Misa de Navidad, lo vi claro. No tenía que esperar al Año Nuevo para la vida nueva ni a mi cumpleaños del 13 de enero, que es otra tentación estratégicamente puesta en el calendario, sino ya mismo, ayer, quiero decir, que es el día perfecto. Yo me paso la vida recomenzando, tanto que mi ex libris es un molino, que siempre está dando de nuevo una nueva vuelta, aunque, ay, sobre sí mismo. Pero si muele...
El de Leonor es un barco, porque ella el rumbo lo tiene bien fijado y sí que va de aquí para allá:
Pero en ambos el viento, que es lo que nos une, tiene el papel protagonista. Dicho lo cual, un propósito es no descuidar el blogg a base de trampolines (que, por cierto y a propósito). Si estoy menos bloguero, no es, como me ha excusado algún amigo misericordioso, porque tengo muchos artículos que escribir. Son cosas distintas, como ha remarcado en Wikipedia un desconocido a quien le estoy electrificantemente agradecido, auténtico amigo invisible. Cuando han confundido blogg y articulismo, yo me dicho: "En los artículos, va mi visión de la vida y en el dietario mi vivencia del tiempo; si los confunden es porque estoy dando demasiado protagonismo al "mi", ay".
Si no escribo tanto en el blogg ahora es porque le estoy haciendo el barbecho tras El pábilo vacilante. Por ejemplo, desde Con el tiempo, no he escrito poesía apenas, y ya empieza a tocarme, como tantas otras cosas. Lo honesto sería cerrar Rayos y truenos un año, para volver con ganas y una voz (relativamente) nueva en unos meses. Pero no sería capaz, lo reconozco, de pasarme sin vosotros ni una semana. No queda más remedio, pues, que coger impulso a la rueda del molino y volver, volver a bloguear a toda vela.
El de Leonor es un barco, porque ella el rumbo lo tiene bien fijado y sí que va de aquí para allá:
Pero en ambos el viento, que es lo que nos une, tiene el papel protagonista. Dicho lo cual, un propósito es no descuidar el blogg a base de trampolines (que, por cierto y a propósito). Si estoy menos bloguero, no es, como me ha excusado algún amigo misericordioso, porque tengo muchos artículos que escribir. Son cosas distintas, como ha remarcado en Wikipedia un desconocido a quien le estoy electrificantemente agradecido, auténtico amigo invisible. Cuando han confundido blogg y articulismo, yo me dicho: "En los artículos, va mi visión de la vida y en el dietario mi vivencia del tiempo; si los confunden es porque estoy dando demasiado protagonismo al "mi", ay".
Si no escribo tanto en el blogg ahora es porque le estoy haciendo el barbecho tras El pábilo vacilante. Por ejemplo, desde Con el tiempo, no he escrito poesía apenas, y ya empieza a tocarme, como tantas otras cosas. Lo honesto sería cerrar Rayos y truenos un año, para volver con ganas y una voz (relativamente) nueva en unos meses. Pero no sería capaz, lo reconozco, de pasarme sin vosotros ni una semana. No queda más remedio, pues, que coger impulso a la rueda del molino y volver, volver a bloguear a toda vela.
martes, 25 de diciembre de 2012
Figuritas del belén de canto y verso
Aquí unas cuantas figuritas. Me hubiera gustado añadir varias cosas, que no me cupieron: la posible raigambre ignaciana de hacerse un personaje del belén como técnica ascética, su virtualidad para ejemplificar la poesía de la experiencia y el monólogo dramático, como quien no quiere la cosa; y, por último, animar a algún filólogo a hacer una tesis doctoral sobre el particular, que, aunque parece pequeño, hay tema.
lunes, 24 de diciembre de 2012
La fe del converso
El villancico empezó laico como un contemporáneo, pero escuchó el anuncio del ángel y se encaminó al Portal. Hoy tiene una fe navideña como una roca.
domingo, 23 de diciembre de 2012
sábado, 22 de diciembre de 2012
Corte
Carmen dice algo muy sorprendente que demuestra que se entera de todo, como por ejemplo: "Mira, papá, una falsa pimienta"; y yo le digo completamente asombrado: "¡Pero Carmen, ¿eso cómo lo sabes?!"; y ella responde: "Bien".
Y bien sí que lo sabe.
viernes, 21 de diciembre de 2012
El caso de Filippo Argenti
Que varios pintores se pararan en ese encuentro (encontronazo) de Dante con su compatriota Filippo Argenti ya es una pista. Algo especial pasa ahí.
Dante se pinta perdiendo los nervios con un doble motivo: uno, subrayar, por contraste y por el aplauso de Virgilio, que en todo el resto de su viaje infernal va derramando piedad cristianamente entre los condenados; y, dos, aunque esa piedad la derrama en representación de Cristo, ahora quiere destacar su condición de cristiano, esto es, de alguien que queda muy por debajo de su modelo. Quiere, pues, que sospechemos que detrás de tanta inquina contra Filippo Argenti hay un motivo personal. Siembra el momento de pistas, no para explicarnos nada, pero sí para que lo sospechemos.
jueves, 20 de diciembre de 2012
Moreno Dávila
Aprovechando mi paso por Madrid, me pasé el viernes noche por la presentación de Más realidad, el libro de aforismos de Miguel Ángel Arcas en La Central. Estuvo muy bien. Andrés Neuman, que hacía de maestro de ceremonias, manifestó su extrañeza por el hecho de que la aforística sea un género tan frecuentado por reaccionarios y conservadores. En mi banqueta, me regodeé. Yo hubiese apostillado que la realidad es reaccionaria, pero fue una pena que Neuman, con lo que sabe, no se tirase al menos al historicismo y se remontara en su aproximación explicativa a los moralistas franceses y a su espanto de la revolución. Sin embargo, su descripción de una derecha recalcitrante y capaz de escandalizar tanto a la izquierda como a la derecha política y acomodaticia me iba encantando. Lo raro fue que al citar un ejemplo de todo aquello nombrase a... Vargas Llosa. Balaverde, que me acompañaba, se puso blanco, de la impresión, y rojo, de la vergüenza ajena. Por cierto, ¿Vargas Llosa ha aforizado alguna vez? Pregunto por saber, eh, por si se me ha traspapelado el dato.
Arcas citó a Moreno Dávila [sic], "un colombiano reaccionario extrañamente inteligente". Cómplice, dio por sentado que todos los que estábamos allí sentados éramos de izquierdas, faltaría más, y dijo que nos sorprendería mucho saber que había derechistas inteligentes, y que era muy insólito, pero que sí, alguno, incomprensiblemente. Yo ya no me atrevía a mirar a Balaverde, y me dediqué a paladear el lapsus de Arcas, que se repetía, con el nombre de don Nicolás. Según posterior confesión de Balaverde, que las clava, aquello de "Moreno Dávila" le sonaba a nombre de árbitro o de novillero. Mientras, Arcas añadió que Moreno Dávila había escrito demasiado, miles de aforismos, una bestialidad. Entre una cosa y otra y otra (la del nombre, la del número y la de la inteligencia insólita), abrigué la sospecha de que lo había leído más bien poco. Y otra sospecha encadenada me asaltó: ¿será posible leer de verdad a Nicolás Gómez Dávila sin empezar o sin acabar convencido de sus argumentos? ¿Hay, en sus ceñidos aforismos, margen para la delectación estética, o exigen o imponen cierto acuerdo? Y no son preguntas retóricas, sino fruto, de nuevo, de una curiosidad honesta.
Otro día el barbero del rey de Suecia escogerá algunos aforismos de Miguel Ángel Arcas, prueba irrefutable de la inteligencia de algunos izquierdistas. Sí, sí, pasmaos.
miércoles, 19 de diciembre de 2012
martes, 18 de diciembre de 2012
lunes, 17 de diciembre de 2012
Me da que pensar
Unos buenos amigos, a los que veo de higos a brevas, me cuentan que me vieron muy feliz y que la anterior vez que estuvimos juntos con calma, hace ya varios años, se fueron ensombrecidos por mi aire de tristeza. Quedo estupefacto. Esta vez que nos vimos yo tenía por lo menos tres o cuatro motivos de desazón clavaditos en el alma, y alguno de ellos por la espalda, que es donde más duelen. Aquel lejano almuerzo, por lo que recuerdo, fue delicioso: escogí yo y fuimos a un sitio que me gusta mucho, a la orilla misma del mar, a comer pescaíto frito, que para mí, porque a Leonor no le gusta, es casi una excitante escapada adolescente. Estaba encantado. Él había estado brillante en la lectura poética en mi instituto para la que le había propuesto yo (me había dejado, pues, estupendamente) y en la sobremesa abocetó en dos pinceladas una obra literaria difícil que, desde entonces, como si hubiese disipado una niebla, veo clara. No me recuerdo grandes preocupaciones aquel día. Pero no niego en absoluto que mis amigos tengan razón, lo que me da que pensar que la felicidad y la tristeza tienen muy poco que ver con las circunstancias, a menudo por suerte, otras por desgracia.
domingo, 16 de diciembre de 2012
Del bolsillo
jueves, 13 de diciembre de 2012
El equipo de la derecha
De guardameta, la doctrina social de la Iglesia. A todos los
demás, antes o después, terminan por meternos goles.
De centrales, dos conservadores clásicos. Uno, que vaya bien
de cabeza, que lea la jugada (que lea, vamos) y que domine el juego aéreo. Otro
más al estilo castizo de conservador de conservaduros o conservaeuros, que llevándose de la querencia se adueñe de su
zona del campo como un terrateniente.
De lateral derecho, con ayudas constantes, un carlista; de lateral izquierdo —subiendo como una flecha— un falangista.
De líbero, un socialdemócrata reconvertido, de esos que
ahora reparten leña sin complejos. De suplentes, para ese puesto, hay incluso
antiguos maoístas.
De centrocampistas, dándole al tiqui-taca, un democristiano
y un tecnócrata.
De delantero centro, un reaccionario con mucha pegada y capaz de tirarse a rematar en
plancha al mínimo resquicio. En los córners, meterá bastante los
codos.
De extremo derecha, un liberal; de extremo izquierda, un
anarquista que se haya dado cuenta de que en este equipo juega más suelto, o
sea, uno rápido y listo, de los descarados que se la lían a la defensa contraria.
miércoles, 12 de diciembre de 2012
Doble vergüenza
En el artículo de hoy, lloriqueo. Y lo hago con una doble vergüenza, primero, porque, como digo, "no estoy tan tan mal" y segundo, porque, como no digo y dijo Safo, no nos atañe eso. Claro que Arquíloco sí se habría quejado, aunque sin lloriqueos, desde luego.
martes, 11 de diciembre de 2012
Epitafio
¡Cuidado, caminante! Cuantos traté en mi vida
terminaron picados por esto o por lo otro
contra mi voluntad. Pasa, no te recuestes
a la sombra, no vaya a picarte una avispa.
lunes, 10 de diciembre de 2012
Los artículos me salvan
Me horroriza faltar a mi cita en Rayos y truenos, pero no me da la vida, de golpe. Menos mal que mis artículos acuden a mi socorro y puedo traer algo aquí, aunque sea adelantándome a la Navidad, y sin que veáis la bellísima ilustración que, marca de la casa, le han puesto a mi texto. Las ilustraciones, un motivo (más) para suscribirse a la revista Misión, que encima es gratis-gratis.
domingo, 9 de diciembre de 2012
Sorteo universal
Para democratizar la monarquía en serio y sin componendas, la elección por sorteo universal que propuso Chesterton en El Napoleón de Nottingh Hill. Lo de ahora ni es tradicional ni es igualitario, no's ná.
miércoles, 5 de diciembre de 2012
Lo más limpio, los borradores
Ah, si el PP hubiese gobernado con su programa, si aplicase sus borradores..., si hiciese cumplir la ley.
martes, 4 de diciembre de 2012
Tengo boca
Un niño también es un espectáculo linguístico. El otro día,
Carmen se levantó de la cama para hacernos, como acostumbra, la enésima visita
mientras cenamos. Preguntó qué comíamos detalladamente y sacó esta conclusión:
"Mayonesa, porque la comen los mayores". Supongo que a Joan Corominas le
hubiera interesado la etimología. Y la niña no para. Habla mucho de su amigo
Juan Pablo Piña. "¿Quién es?", nos preguntábamos Leonor y yo, que
somos los padres encargados y, por tanto, tenemos la lista de clase. De pronto,
caímos en que es el feliz retoño de los Palma. ¿Cómo habrá deducido ella
que el hijo tiene que ser, tan chiquitín, rubillo y redondo, Piña? Otras cosas supongo —tendré que preguntar a su profesora— que se las
ha enseñado alguien. Informa: "Quique se ha hecho caca". Nosotros
miramos en silencio, deseando que esté equivocada. Pero añade: "Sí, sí, papá: huele
a mentiroso".
Y no domina sólo la praxis, también la teoría. Estaba
empeñada el jueves en que al día siguiente no había cole. Yo le explicaba:
"Los viernes hay cole. Mañana es viernes. Ergo, mañana hay cole". Ella se resistía al silogismo. Le exigí
que expusiese sus razones. Contestó: "Tengo boca". Quedé boquiabierto.
Piaget notó que los niños de tres años, si se les pregunta con qué piensan,
responden en un alto porcentaje: "Con la boca". No está nada mal,
desde luego. Pero Carmen parece que ha deducido que en la boca está la
configuración de la realidad, el poder creador del lenguaje elevado a una
potencia casi divina. Estuve tentado a permitirle quedarse en casa el viernes.
lunes, 3 de diciembre de 2012
domingo, 2 de diciembre de 2012
La mano derecha y la mano esquerra
Gatoflauta, como el de Hamelín, me puso en la pista para el artículo de hoy en su generoso comentario de ayer. En la entrada de mañana hablaré de mi hija, de mi mujer o incluso de mi suegra, para compensar la desagradable amenaza con la que remato el artículo de hoy.
sábado, 1 de diciembre de 2012
Un artículo frustrado
El artículo que tenía pensado para hoy y que he escrito ahora, no funciona. Tenemos un problema, Houston. Ahora tengo que hacer otro a uña de caballo, y a ver de qué. Pero el que quería escribir, aunque porque no fluye bien de lo privado e íntimo a lo público y de todos no valga, creo que tiene una idea interesante y útil. Que cojee de la pata formal es un motivo más que de sobra para no sacarlo en el periódico, pero no para no traerlo aquí, donde me lo perdonáis casi todo. Va.
De novios y, luego, de casados sin hijos, mi mujer y yo a menudo quedábamos con bastantes escritores y sus mujeres. Antes o después, salía en la conversación que ella leía todas mis cosas, y además varias veces, y corrigiéndome —añadía yo— con delicadeza y acierto. Había un primer segundo de incredulidad en la concurrencia y, enseguida, viendo que no era una broma, de asombro. De asombro ligeramente triste en ellos y, a veces, de asombro ya definitivamente indiferente en ellas. En mi mujer brillaba una leve satisfacción de deber cumplido; y en mí la absurda creencia de que lo nuestro era lo lógico.
Pero ha pasado el tiempo y con los niños, los trabajos y, todo hay que decirlo, mi grafomanía, hace tiempo que mi mujer dejó de poder leer y corregir lo mío. Es una cuestión espinosa, porque, como para escribir uno tiene que escurrir el bulto y encerrarse en su cuarto, se cae, con facilidad, en un círculo vicioso: uno produce más a costa de que ella tenga mucho menos tiempo (o ninguno) de leerte ni de leer nada, y eso, complica el asunto con cierto resentimiento inconsciente, quizá, y, por mi parte, con una mala conciencia bien cierta.
Sin embargo, qué importante que tu mujer te lea, pienso ahora, nostálgico. En lo escrito uno vuelca lo mejor suyo. Si se es tuerto, como se maliciaba el bueno de Joseph Joubert, en los papeles se sale por el perfil clarividente. Aquí se explica uno, expone sus bromas más logradas, suelta sus frases más redondas y lanza sus ironías más afiladas. A ver cómo va tu mujer a seguir enamorada si se pierde el concentrado, digamos, y se roza nada más que con las cáscaras cansadas.
En las circunstancias actuales, para que ella me lea, yo tendría que crearle espacios de silencio y tranquilidad, como los que nos sobraban en los viejos tiempos; pero ahora a base, me temo, de meter más mi hombro escurriente. Eso implicaría levantar algo la mano del teclado del ordenador, o sea, escribir menos, hasta que la oferta y la demanda, digamos, se reequilibren.
Pienso —y por eso lo publico aquí— que no es un caso sólo de los escritores, aunque como suele pasar, presente una cara más patológica entre los literatos. Todos tendríamos que esforzarnos por compartir nuestros trabajos y aficiones con la persona a la que queremos y que queremos que nos quiera. Ahí se refugia nuestro yo más atractivo, el más dinámico, el más apasionado. Y todo es poco para mantener viva la llama, como se dice. Hay quien se apunta al gimnasio para lo mismo, o a bailes de salón incluso, así que encargarme más de la casa no será para tanto.
Releo lo escrito y veo que entre líneas hay quien puede imaginarse a mi mujer prendiendo fuego a mis libros y bailando la danza de la guerra alrededor. Qué va. Está deseando, y ella no miente nunca, tener un minuto libre para leerme algo. Y yo no puedo dejar escapar a mi lectora favorita, que no quiere escapar.
viernes, 30 de noviembre de 2012
Tomás Moro vs. Caballero Bonald
Esta mañana en clase temprano vibró el teléfono, no cogí, y vibró, y no cogí, y así, y me fui temiendo lo peor, como me pasa desde que soy padre. Pero era que había salido la entrevista, un poco recortada por las puntas, pero bien. Al ver el periódico me he alegrado lo indecible. En la portada, grandísima foto de la cabeza de Caballero Bonald, el príncipe de los heterodoxos, flamante premiado con un premio de cuyo no nombre no puedo acordarme, y en la contraportada, Moro, que perdió la suya. Todo en su sitio.
jueves, 29 de noviembre de 2012
Bonitos pantalones de colores
“En cualquier caso, no hay que imaginárselo [a Dante] como lo han representado en las estatuas o en los cuadros, con el ceño fruncido, el largo sayo y el capuchón en la cabeza; era un muchacho de treinta y cinco años cuando escribió la Divina Comedia, uno muy joven que se ponía incluso bonitos pantalones de colores. Porque se usaban mucho los colores en el Medievo, que es descrito de manera errónea como un período oscuro y tremendo. En realidad, fue una época espectacular”.
Como una moneda de plata
Tendrías, luna,
que mostrarme una cara
a la ida y otra
a la vuelta. —"Sí, pero
tú nunca vas de vuelta".
,
miércoles, 28 de noviembre de 2012
Lux et Veritas
El premio: un luminoso agradecimiento y una verdadera extrañeza. Me premian por respirar cómo respiro, qué raro.
martes, 27 de noviembre de 2012
Girard, Shakespeare, Moro y que siga la fiesta
Como yo llegué a Girard tardísimo, en 2002, con la publicación en Anagrama de Veo a Satán caer como el relámpago, y como, en cuanto empecé a leerlo retrospectivamente, entendí que era un pensador que había realizado una honda evolución personal, fui dejando para después la lectura de su primer libro, La mentira romántica y la verdad novelesca, de hermoso título, pero de 1961. Craso error. La lectura del último, Geometrías del deseo, cuya reseña sacaré en Aceprensa, me despertó el interés por aquel primer libro originario de pura crítica literaria.
Qué gratísima sorpresa. Hay un Girard allí, a pesar de sus treinta y ocho años, profundamente original y de una apabullante potencia de pensamiento. Y la obra tiene la característica de los grandes libros: produce una cascada de ecos, una fiesta de resonancias interiores. Cuando Girard nos habla de la imitación y de cómo ésta se exacerba con las cortes absolutas, recordé unos versos del Tomás Moro de Shakespeare que describen a la perfección el proceso, con un siglo largo de adelanto; y que marcan muy claramente un aspecto esencial: la contraposición con el Cielo, que propone otro modelo imitativo. Lo sitúa Shakespeare en el mismo instante del Cisma y eso tiene enorme interés teórico, y demuestra la aguda perspicacia del genio. Son versos en los que Tomás Moro explica a su mujer su nueva situación a partir de su caída en desgracia, en la que se eclipsará su estrella:
Yo te diré por qué. La Corte nunca escruta
como el Cielo la indignación del príncipe,
sino que estando frágilmente constituida
de una tierra dorada, brilla apenas
sobre ésos sobre los que brilla el rey,
sonríe si él sonríe, se eclipsa si él se eclipsa.
Mas siendo ambos mortales —Corte y rey—,
no sueltes ni una lágrima por las cosas terrenas.
Como me gustaría que René Girard los leyese.
domingo, 25 de noviembre de 2012
sábado, 24 de noviembre de 2012
Tempora
Cuando he de hacer gestiones por el Puerto, me autocompenso oyendo las conversaciones de la gente. Normalmente son muy divertidas y así entretengo el sopor administrativo. Ayer, sin embargo, fueron un mazazo, sumado a la cantidad de pequeños negocios que se traspasan y a los mendigos incluso en los portales de las casas de vecinos. Una señora y su hijo. Éste protestaba de su padre, porque "y además se niega a ir a Cáritas". Me partió el alma, más que por Cáritas, por la protesta. Luego, en la puerta del banco, otra conversación: "Me dijo que si lo denunciaba me arrancaba la cabeza". Uf. ¿Qué se fizo de la simpatía y el humor de la salada gaditanidad? Más tarde, en la cola del supermercado: "No tiene un detalle conmigo, ni me invita a comer", dice un joven. Contesta la chica, más misericordiosa: "A lo mejor no tiene dinero". "Qué no. Si le tocó un número y cogió 400 €. Ya me podía invitar a comer". Esa insistencia en comer me recordó al Lazarillo. Y aunque el libro me gusta mucho, el recuerdo se me hizo amargo. No hace nada que los paseos por El Puerto me recordaban a los Álvarez Quintero, o tempora.
viernes, 23 de noviembre de 2012
Ah, eso explica ciertas cosas...
Nunca me había pasado antes: me sorprendió muchísimo leer mi propia reseña en Ambos Mundos. No imaginaba que Mascha Kaléko fuese tan sofisticadamente guapa. Qué mirada honda la de su fotografía. Me temo que esto esconde cierto prejuicio mío contra los poetas, pero no vengo aquí a psicoanalizarme. Lo literariamente importante es que explica, creo, ciertos matices de sus versos. Léase, después de encararse con su foto, este verso: “Soñando puedo ser bastante cursi”, y se verá que tiene incluso más guasa de la que ya le habíamos detectado a ciegas. Los dos versos sobre los deportes náuticos y el amor también se electrifican, ¿no?, o al menos los deportes náuticos resultan mucho más auténticos. Incluso ese pensar que le trae un dolor de mil demonios tiene una ironía que se me había escapado: la de la chica muy guapa que, contra el tópico, es, además, muy culta y muy inteligente. La sonrisa de fondo con la que Mascha encara el dolor y la nostalgia posiblemente deba bastante a la seguridad con la que anda siempre una mujer hermosa.
No sé si esto es o no políticamente correcto, y no me importa. En una obra autobiográfica como la de Kaléko todo cuenta. Y Antonio Machado ya dijo —si no recuerdo mal— que la poesía se escribe con el cuerpo.
jueves, 22 de noviembre de 2012
Se lloraban durmiendo
Carmen nos volvió a dar una noche de perros, pero la tengo por ganancia. Se quejaba de algo en la boca, se la miramos y no tenía nada, y a las cinco de la mañana se pimpló un biberón entero. Yo entonces dejé de preocuparme, supuse que lo que quería era dormir con sus padres, y que las quejas tenían su pizca de quejío, como una diminuta flamenca por siguiriyas. Me dediqué a disfrutar. No por masoquismo, no. Para hacerme entender, tendré que remontarme bastante años atrás, quizá más de veinte. Por entonces empecé a admirar ese verso de Luis Rosales en La casa encendida que habla de unas chicas que "se lloraban durmiendo". Cuánto he intentado imitar tan electrificante cruce de verbos. Sin conseguirlo. Y anoche Carmencita, como quien no quiere la cosa, sin dificultad alguna, según iba pasando la noche se quejaba: "Duele siguiendo, duele siguiendo, duele siguiendo".
¡Oh, ahí estaba!
miércoles, 21 de noviembre de 2012
martes, 20 de noviembre de 2012
Como lo cuento
Hay que reírse, aunque sea de llorar.
La chimenea ahumaba el cuarto y, si yo me empeñaba, pastoril, en encenderla, tenía una bronca con Leonor, urbanita. Por suerte, los escayolistas que vinieron a hacerme una librería, se entretuvieron, con ese interés centrífugo de no ocuparte de tu trabajo, en verle uno a uno los fallos, y todo era un desastre. El tubo no llegaba hasta afuera, estaba cogido con mezcla, que se había ido, y el tiro no era estanco, además de no tener respiraderos para el calor. El humo salía hasta por las tomas de luz y las cajetillas eléctricas. Ellos consultaban continuamente a un su amigo, experto en chimeneas, que ha montado miles, y éste por teléfono les iba gritando, indignado: "Pero qué chapuza le han colocado a vuestro cliente, qué gente hay, no tienen ni puta idea, ni puta idea". Hoy, para rematar la faena, he coordinado al que me montó la chimenea y a los escayolistas, y cuando ha aparecido el primero, ¡era el amigo!
El bochorno de uno y las risas de los otros han sido de aúpa. (La culpa fue, naturalmente, de los operarios de la obra, que no siguieron sus detalladas instrucciones, nos ha explicado a todos varias veces.)
Genialidad de Jesús
Mientras pensaba a la vez en cuatro o cinco problemas económicos, como el que hace malabares con varios mazos —unos más gordos y otros más livianos— que giran en el aire a un tris de golpearme la cabeza, caí en otra genialidad más de Jesús. Detecta perfectamente que el único señor capaz de hacerle frente a Dios es el dinero. Insiste lo suyo. Y más aún me llama la atención que Él no la llame sobre los falsos dioses o sobre el esplendor del César, al que prácticamente ningunea, con lo que tendría que ser el César entonces. Pero al César le da una moneda, precisamente, y poco más. En estos tiempos, en que se ve todos los días el poder del dinero sobre el poder, no podemos dejar de sonreír, admirados, ante la visión preclara de Jesús.
Sólo señala otro rival de parecida envergadura que el dinero: la vanidad intelectual y la soberbia religiosa de los escribas y fariseos. Ante eso, ya no sonrío tanto, cuidado.
lunes, 19 de noviembre de 2012
Reza el refrán
"A quien madruga, Dios le ayuda", y a quien no madruga también, pero el que madruga lo sabe y se lo dice, y, aunque sólo fuera eso, compensa el madrugón.
domingo, 18 de noviembre de 2012
Poderosos de cerca
Lo que uno ha visto desde la Cumbre ha sido una cantidad ingente de policía, y poco más. Lo demás lo he visto por televisión, como todo el mundo.
sábado, 17 de noviembre de 2012
Me gusta, me gusta
La entrevista a Abelardo Linares. No porque sea mi editor, sino porque leyéndola me enorgullece que lo sea.
Y la nota de lectura de don Javier Vicens. Por mi libro, lógicamente, y por el suspense de esa errata misteriosa (que será error), pero sobre todo por su sonrisa. Y también por lo de Blas de Otero.
Y para que esto no se quede en un facebukiano me gusta, me gusta, confesaré otra alegría que me ha dado la reseña. Leyendo la delicada y dedicada de Marqués al libro de Chris Bachelder, que no he leído, pero que leeré inmediatamente, tuve un tonto ataque de celos, valga la redundancia. Oh mi pobre Pábilo vacilante, que va de lo mismo, entre otras cosas, y que se ha apagado en unos meses, sin dejar rastro en la aire ni en el agua espuma, me decía. Seguro que A propósito de Abbott vale más y que así y aquí sólo me pongo en evidencia, pero asumo el riesgo del ridículo con tal de agradecer a la nota de don Javier que me haya recordado, cuando más falta me hacía, que los libros tienen su vida y que ahí están, ocultos como el celemín bajo la cama, hasta que encuentran su lector.
jueves, 15 de noviembre de 2012
La vez
Por la huelga, no hubo autobús escolar y me di el gustazo de llevar a Carmen al colegio. Para no llegar tarde a mi trabajo, fui muy temprano. Tienen un servicio de pre-guardería para estos casos. En la puerta, ya había otro padre con su niño, también esperando. Entablamos amigable conversación. Carmen lo observaba. A los cinco minutos dice: "Este papá está muy gordo". Yo, noqueado, cometí el error de decir: "¿Qué?" para ganar tiempo. "¡Que está muy gordo!", fue la consecuencia de mi pregunta idiota. Menos mal que yo también, y pude explicarle: "Como yo, Carmen. Los padres respetables estamos gorditos, no como los insustanciales adolescentes que pierden su tiempo y sus calorías en los gimnasios de espejos narcisistas... A partir de cierta edad, los abdominales predisponen al adulterio". El padre asentía, un tanto desbordado. Pero ella lo miraba con descaro y me miraba con ironía subrayando algunas diferencias de peso con un explícito lenguaje no verbal.
Creo que ha sido la única vez en que me he alegrado de estar gordo, por pura solidaridad, y a la vez, oh paradoja, la vez en que mi determinación de adelgazar de una vez ha sido más seria y perentoria.
miércoles, 14 de noviembre de 2012
Un hombre honrado
Una de las grandes ilusiones de mi vida, y de las más difíciles, es escribir mi libro (póstumo) de memorias y titularlo Un hombre honrado. Conseguirlo significaría, primero, que he tenido algo que contar; segundo, que no he cometido ninguna fechoría horrible que hiciera imposible el uso de tan hermoso título; y, por último, que podría poner en el frontispicio esa precisa cita del conde de Maistre: "No sé cómo es la conciencia de un criminal, pero conozco la de un hombre honrado, y es espantosa".
martes, 13 de noviembre de 2012
Humo ácido
En un apunte de agosto de 1952 escribe la poetisa francesa Marie Noël: "Dante me ha metido en el infierno. En el fango, ferozmente, con los melancólicos, con los que han cometido este crimen: estar tristes".
Qué manera más triste de no entender nada.
lunes, 12 de noviembre de 2012
Dación en pago
Estoy siguiendo con gran interés el debate suscitado por la posibilidad de la dación en pago. No porque sea específicamente desesperada mi situación, no os me alarméis, gracias. Me preocupa el drama de tantos y me admira la complejidad jurídico-económico-social del asunto, y la agilidad de la esgrima dialéctica y argumentativa de las partes. Todo se me complica, además, por un agudo sentimiento de culpa y de nostalgia de mis años universitarios, en los que resulta evidente que no estudié todo el Derecho Civil (ni otro) que debiera. Ahora bien, me asalta una pregunta insidiosa que hago humildemente aquí. Si el problema es que le quiten a unas personas su casa, justo eso es lo que no resuelve de ninguna manera la dación en pago, ¿no?
domingo, 11 de noviembre de 2012
miércoles, 7 de noviembre de 2012
martes, 6 de noviembre de 2012
lunes, 5 de noviembre de 2012
Orgullo
Uno de mis temas de preocupación es trazar la línea que separa la huera vanidad del legítimo orgullo. Quizá se sepa por su compañía: la vanidad puede ser (tan a menudo) vanidad herida, pero casi nunca triste. El orgullo, en cambio, puede ir acompañado (tan a menudo) de una honda melancolía, jamás de enfado o de resentimiento.
Lo pienso cuando leo el último, ay, el último artículo de Carmen Oteo, en que hace el regalo de nombrarme y en la mejor compañía: la de Paco, su marido, nada menos.
domingo, 4 de noviembre de 2012
Costumbres extranjeras
No hubo que esperar a la globalización para que las costumbres extranjeras corrieran a su antojo por el mundo, aunque ahora corren más. A mí, español a machamartillo, las buenas me encantan. Incluso, el Puerto de Santa María se ha puesto a imitar a Nueva York este fin de semana y hemos tenido, aprovechando estas cuatro gotas, unos cuantos apagones último modelo.
viernes, 2 de noviembre de 2012
RESPUESTAS
Dijo una vez Rabí Elimélej: "Estoy seguro de que seré admitido en el mundo venidero. Cuando esté frente al tribunal de justicia superior y me pregunten: '¿Estudiaste todo lo que hubieses debido?', contestaré: 'No'. Entonces me preguntarán: '¿Oraste todo lo que pudiste?' Y de nuevo mi respuesta será: 'No'. Y me harán una tercera pregunta: '¿Hiciste todo el bien que pudiste?' Y también esta vez responderé lo mismo. Entonces pronunciarán el veredicto: 'Dijiste la verdad. Por amor a la verdad, mereces ser admitido en el mundo venidero'".
Cuentos jasídicos. Los primeros maestros II, Martin Buber, Paidos, Buenos Aires, 1980
jueves, 1 de noviembre de 2012
Breado (o celebrando Todos los santos)
La guasa de mi subconsciente. Sueño que en una librería de Barcelona me compro dos volúmenes del Tomás Moro de Shakespeare & cía. Hasta ahí, normal, porque la editorial sólo me ha dado dos. La librera me cuenta que se está vendiendo mucho, y que se trata de una excelente traducción (hasta aquí el subconsciente dándome coba fina) de una profesora y un colombiano. "¡¿Cómo colombiano?!", voy a clamar por mis derechos de propiedad intelectual, hasta que de pronto caigo en lo de García Márquez... Joe con la onírica librera.
La guasa de mi hija. Muy temprano, su madre la sube a nuestro cuarto, pero le dice: "Psch, que papá está frito". Y ella replica: "¿Nos lo comemos?" Y como adivina que ni su madre ni yo, que he abierto un ojo, lo hemos pillado a la primera, se explica: "Porque está frito". Joe con la niña.
La guasa de mi hijo. Apenas habla aún, pero señala el salero y dice "Papá, papá". No es que me vea muy gracioso, me temo, sino que se ha unido a las huestes de mi familia política, siempre escandalizada por la sal que le echo a mis comidas. Joe con el niño.
miércoles, 31 de octubre de 2012
Contrapasso 2.0
A veces la pluma, como los balones de fútbol rozan la escuadra y salen fuera, está a un pelo de acertar, pero no. No, no me explico cómo ayer por la tarde no caí en la cuenta de que en vez de "expresionismo posmoderno" tuve que haber puesto "contrapasso 2.0", que es lo que es.
martes, 30 de octubre de 2012
El arte, nacional
Twitter se me queda corto. Ayer puse una cita de la más rabiosa actualidad de Maurice Ravel: “La ciencia es universal; el arte, nacional; la necedad, nacionalista", pero no me cupo explicar que lo auténticamente jugoso no es tanto lo de la necedad nacionalista, que va tan de suyo como la universalidad científica, sino lo nacional del arte. Es un tema que aquí ha ido saliendo sin querer con la vinculación umbilical de la literatura a la lengua materna, a la Matria, podríamos decir, que en nuestro caso, laus Deo, es inmensa, oceánica. Ravel pensaba que lo nacional vivificaba la música. En pintura, Ramón Gaya, que habló del Museo del Prado como "la roca española", sería un grandioso ejemplo, y también serviría Picasso, pongo por casso. Quien lo sabe vivir con una naturalidad absoluta es Pedro Serna.
lunes, 29 de octubre de 2012
Excelente repaso al estado de la cuestión
Fúster, que es más listo que el hambre, no concede ni un milímetro a la posición procatólica sobre William Shakespare, llegando incluso a ignorar el comprobado catolicismo de su hija Susana o renunciando a citar las conclusiones de Pearce sobre ese servicio (fermosa cobertura) a un hugonote. Hace bien, porque resulta mucho más convincente que mi fervorosa fe en la catolicidad del Bardo; y así encuadra mejor (y qué bien lo hace) la obra Tomás Moro.
En cambio, a Fúster, normalmente frío, se le escapa un entusiasmo, y me laurea, como quien no quiere la cosa. Ay, qué impetuosa es la amistad.
PS.- ¡Anda, otra mención!
domingo, 28 de octubre de 2012
Que no nos metan presión
No estoy por la labor de que me señalen a los que no recaudan IVA para el Gobierno como mis enemigos mortales. A mis enemigos los escojo yo, o me escogen a mí, pero sin intermediarios (que se quedan con la pasta.)
Y de paso, un aviso contable a navegantes.
Con todo, en la cena de anoche con unos amigos, comprobé que mis tesis son todo menos indiscutibles.
[La errata del título no es mía, como se demuestra luego en el texto. El corrector de Joly la tiene especialmente tomada con mis títulos. Antes era sólo con mis puntos y aparte.]
sábado, 27 de octubre de 2012
Bien pagado
No me gusta hablar en público y estoy empeñado en no hacer gratis más que lo que me da la gana, pero no me quedó más remedio que irme a San Fernando, a Isla Radio (iRadio) a disertar sobre educación. Me lo había pedido mi antiguo profesor de Filosofía, y hay agradecimientos y respetos que pesan más que nuestros gustos y nuestros empeños. Conduje —maldiciendo mi suerte— tres cuartos de hora hasta un polígono laberíntico y deprimente, y contesté como pude durante una hora, y ya me iba.
Pero tomamos una copa de vino español en un bar del susodicho polígono. Y allí, otro de los contertulios radiofónicos nos contó por qué uno de sus hijos estudió en mi antiguo colegio. Padre de nueve hijos, no se lo podía permitir, que así está la libertad de enseñanza en nuestra España. Pero ocurrió una tragedia. Un muchacho de mi pueblo y de mi urbanización, llamado Felipe, no recordaban el apellido, fue atropellado por un autobús en el aparcamiento del colegio y murió. Yo ya estaba entonces en la universidad, pero me enteré del drama. El padre del chico decidió dar una beca para otro alumno de la misma edad. Y el becado fue el hijo del que me lo contaba. Años más tarde mi contertulio asistió al funeral del padre de Felipe, y allí abrazó a la viuda.
La generosidad de aquel matrimonio que acababa de perder un hijo me impresionó, pero todavía no lo había oído todo. Mi antiguo profesor contó que unos días antes del accidente había recibido la Confirmación. El obispo, en amable tertulia con aquellos jóvenes recién confirmados, les preguntó: "¿Y cuál de vosotros quiere hacerse sacerdote?". Fue Felipe el que rompió el silencio, impetuosamente: "Yo". El obispo, visiblemente impresionado, quizá para quitar hierro al momento, dijo: "Bueno, bueno, 'di mejor lo que Dios quiera'...". "Eso", reconoció Felipe, dispuesto a no dar un paso atrás, sino todo lo contrario, "lo que Dios quiera".
El viaje de vuelta se me hizo corto y estremecido.
viernes, 26 de octubre de 2012
La alumna está sentada en última fila, sola. Veo que mira el móvil, que tiene escondido tras las anchas espaldas de otra compañera, y se sonríe. Se sonríe, contesta, se ruboriza, contesta, se asusta, contesta, se corta, contesta, se ríe, contesta, se muerde los labios, contesta, se arregla el pelo, contesta. Las reglas en el instituto son tajantes contra esos aparatos y aplicaciones, pero me resisto a intervenir. Es un espectáculo tan bonito. Cuando les hago una pregunta para certificar si han entendido lo que les he explicado, va la alumna de la última fila y me contesta. Bien.
jueves, 25 de octubre de 2012
Yo
De Juan Bonilla me han sorprendido dos veces las coincidencias casuales, una y dos, pero esta vez es causal. Me impresionaron mucho de él estos versos, tan actuales como admirables, valga la paradoja:
La Y es un tirachinas.
La o una piedra.
El Yo un arma cargada.Tanto que yo, que por mucho que lo admire no podría haber escrito jamás lo del tirachinas, me puse a dar vueltas a lo mío, y deduje:
La Y es un árbol;
la o, fruto maduro;
y yo, raíz.Como lo mío era mucho menos impactante, lo dejé inédito, para mi devoción particular, quiero decir, para aplicarme el cuento. Pero ahora Juan Vicente Piqueras me sorprende con una vuelta de tuerca gramatical desde las páginas de su reciente Yo que tú:
Yo es el lugar de encuentro
de la conjunción copulativa
con la disyuntiva.Y oh, qué bien visto. Al final, yo, que tantas veces le di la razón a Canetti: "Entre todas las palabras de todas las lenguas que conozco, la mayor concentración la tiene el I inglés", yo, que tanto he envidiado que el "yo" inglés sonase como un lamento, he terminado viendo con nuevos ojos nuestra primera persona del singular. Ésa es, entre otras, la función de la poesía. Que la lengua, de golpe deslumbrante, nos explique la realidad.
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