Esta mañana en clase temprano vibró el teléfono, no cogí, y vibró, y no cogí, y así, y me fui temiendo lo peor, como me pasa desde que soy padre. Pero era que había salido la entrevista, un poco recortada por las puntas, pero bien. Al ver el periódico me he alegrado lo indecible. En la portada, grandísima foto de la cabeza de Caballero Bonald, el príncipe de los heterodoxos, flamante premiado con un premio de cuyo no nombre no puedo acordarme, y en la contraportada, Moro, que perdió la suya. Todo en su sitio.
viernes, 30 de noviembre de 2012
jueves, 29 de noviembre de 2012
Bonitos pantalones de colores
“En cualquier caso, no hay que imaginárselo [a Dante] como lo han representado en las estatuas o en los cuadros, con el ceño fruncido, el largo sayo y el capuchón en la cabeza; era un muchacho de treinta y cinco años cuando escribió la Divina Comedia, uno muy joven que se ponía incluso bonitos pantalones de colores. Porque se usaban mucho los colores en el Medievo, que es descrito de manera errónea como un período oscuro y tremendo. En realidad, fue una época espectacular”.
Como una moneda de plata
Tendrías, luna,
que mostrarme una cara
a la ida y otra
a la vuelta. —"Sí, pero
tú nunca vas de vuelta".
,
miércoles, 28 de noviembre de 2012
Lux et Veritas
El premio: un luminoso agradecimiento y una verdadera extrañeza. Me premian por respirar cómo respiro, qué raro.
martes, 27 de noviembre de 2012
Girard, Shakespeare, Moro y que siga la fiesta
Como yo llegué a Girard tardísimo, en 2002, con la publicación en Anagrama de Veo a Satán caer como el relámpago, y como, en cuanto empecé a leerlo retrospectivamente, entendí que era un pensador que había realizado una honda evolución personal, fui dejando para después la lectura de su primer libro, La mentira romántica y la verdad novelesca, de hermoso título, pero de 1961. Craso error. La lectura del último, Geometrías del deseo, cuya reseña sacaré en Aceprensa, me despertó el interés por aquel primer libro originario de pura crítica literaria.
Qué gratísima sorpresa. Hay un Girard allí, a pesar de sus treinta y ocho años, profundamente original y de una apabullante potencia de pensamiento. Y la obra tiene la característica de los grandes libros: produce una cascada de ecos, una fiesta de resonancias interiores. Cuando Girard nos habla de la imitación y de cómo ésta se exacerba con las cortes absolutas, recordé unos versos del Tomás Moro de Shakespeare que describen a la perfección el proceso, con un siglo largo de adelanto; y que marcan muy claramente un aspecto esencial: la contraposición con el Cielo, que propone otro modelo imitativo. Lo sitúa Shakespeare en el mismo instante del Cisma y eso tiene enorme interés teórico, y demuestra la aguda perspicacia del genio. Son versos en los que Tomás Moro explica a su mujer su nueva situación a partir de su caída en desgracia, en la que se eclipsará su estrella:
Yo te diré por qué. La Corte nunca escruta
como el Cielo la indignación del príncipe,
sino que estando frágilmente constituida
de una tierra dorada, brilla apenas
sobre ésos sobre los que brilla el rey,
sonríe si él sonríe, se eclipsa si él se eclipsa.
Mas siendo ambos mortales —Corte y rey—,
no sueltes ni una lágrima por las cosas terrenas.
Como me gustaría que René Girard los leyese.
domingo, 25 de noviembre de 2012
sábado, 24 de noviembre de 2012
Tempora
Cuando he de hacer gestiones por el Puerto, me autocompenso oyendo las conversaciones de la gente. Normalmente son muy divertidas y así entretengo el sopor administrativo. Ayer, sin embargo, fueron un mazazo, sumado a la cantidad de pequeños negocios que se traspasan y a los mendigos incluso en los portales de las casas de vecinos. Una señora y su hijo. Éste protestaba de su padre, porque "y además se niega a ir a Cáritas". Me partió el alma, más que por Cáritas, por la protesta. Luego, en la puerta del banco, otra conversación: "Me dijo que si lo denunciaba me arrancaba la cabeza". Uf. ¿Qué se fizo de la simpatía y el humor de la salada gaditanidad? Más tarde, en la cola del supermercado: "No tiene un detalle conmigo, ni me invita a comer", dice un joven. Contesta la chica, más misericordiosa: "A lo mejor no tiene dinero". "Qué no. Si le tocó un número y cogió 400 €. Ya me podía invitar a comer". Esa insistencia en comer me recordó al Lazarillo. Y aunque el libro me gusta mucho, el recuerdo se me hizo amargo. No hace nada que los paseos por El Puerto me recordaban a los Álvarez Quintero, o tempora.
viernes, 23 de noviembre de 2012
Ah, eso explica ciertas cosas...
Nunca me había pasado antes: me sorprendió muchísimo leer mi propia reseña en Ambos Mundos. No imaginaba que Mascha Kaléko fuese tan sofisticadamente guapa. Qué mirada honda la de su fotografía. Me temo que esto esconde cierto prejuicio mío contra los poetas, pero no vengo aquí a psicoanalizarme. Lo literariamente importante es que explica, creo, ciertos matices de sus versos. Léase, después de encararse con su foto, este verso: “Soñando puedo ser bastante cursi”, y se verá que tiene incluso más guasa de la que ya le habíamos detectado a ciegas. Los dos versos sobre los deportes náuticos y el amor también se electrifican, ¿no?, o al menos los deportes náuticos resultan mucho más auténticos. Incluso ese pensar que le trae un dolor de mil demonios tiene una ironía que se me había escapado: la de la chica muy guapa que, contra el tópico, es, además, muy culta y muy inteligente. La sonrisa de fondo con la que Mascha encara el dolor y la nostalgia posiblemente deba bastante a la seguridad con la que anda siempre una mujer hermosa.
No sé si esto es o no políticamente correcto, y no me importa. En una obra autobiográfica como la de Kaléko todo cuenta. Y Antonio Machado ya dijo —si no recuerdo mal— que la poesía se escribe con el cuerpo.
jueves, 22 de noviembre de 2012
Se lloraban durmiendo
Carmen nos volvió a dar una noche de perros, pero la tengo por ganancia. Se quejaba de algo en la boca, se la miramos y no tenía nada, y a las cinco de la mañana se pimpló un biberón entero. Yo entonces dejé de preocuparme, supuse que lo que quería era dormir con sus padres, y que las quejas tenían su pizca de quejío, como una diminuta flamenca por siguiriyas. Me dediqué a disfrutar. No por masoquismo, no. Para hacerme entender, tendré que remontarme bastante años atrás, quizá más de veinte. Por entonces empecé a admirar ese verso de Luis Rosales en La casa encendida que habla de unas chicas que "se lloraban durmiendo". Cuánto he intentado imitar tan electrificante cruce de verbos. Sin conseguirlo. Y anoche Carmencita, como quien no quiere la cosa, sin dificultad alguna, según iba pasando la noche se quejaba: "Duele siguiendo, duele siguiendo, duele siguiendo".
¡Oh, ahí estaba!
miércoles, 21 de noviembre de 2012
martes, 20 de noviembre de 2012
Como lo cuento
Hay que reírse, aunque sea de llorar.
La chimenea ahumaba el cuarto y, si yo me empeñaba, pastoril, en encenderla, tenía una bronca con Leonor, urbanita. Por suerte, los escayolistas que vinieron a hacerme una librería, se entretuvieron, con ese interés centrífugo de no ocuparte de tu trabajo, en verle uno a uno los fallos, y todo era un desastre. El tubo no llegaba hasta afuera, estaba cogido con mezcla, que se había ido, y el tiro no era estanco, además de no tener respiraderos para el calor. El humo salía hasta por las tomas de luz y las cajetillas eléctricas. Ellos consultaban continuamente a un su amigo, experto en chimeneas, que ha montado miles, y éste por teléfono les iba gritando, indignado: "Pero qué chapuza le han colocado a vuestro cliente, qué gente hay, no tienen ni puta idea, ni puta idea". Hoy, para rematar la faena, he coordinado al que me montó la chimenea y a los escayolistas, y cuando ha aparecido el primero, ¡era el amigo!
El bochorno de uno y las risas de los otros han sido de aúpa. (La culpa fue, naturalmente, de los operarios de la obra, que no siguieron sus detalladas instrucciones, nos ha explicado a todos varias veces.)
Genialidad de Jesús
Mientras pensaba a la vez en cuatro o cinco problemas económicos, como el que hace malabares con varios mazos —unos más gordos y otros más livianos— que giran en el aire a un tris de golpearme la cabeza, caí en otra genialidad más de Jesús. Detecta perfectamente que el único señor capaz de hacerle frente a Dios es el dinero. Insiste lo suyo. Y más aún me llama la atención que Él no la llame sobre los falsos dioses o sobre el esplendor del César, al que prácticamente ningunea, con lo que tendría que ser el César entonces. Pero al César le da una moneda, precisamente, y poco más. En estos tiempos, en que se ve todos los días el poder del dinero sobre el poder, no podemos dejar de sonreír, admirados, ante la visión preclara de Jesús.
Sólo señala otro rival de parecida envergadura que el dinero: la vanidad intelectual y la soberbia religiosa de los escribas y fariseos. Ante eso, ya no sonrío tanto, cuidado.
lunes, 19 de noviembre de 2012
Reza el refrán
"A quien madruga, Dios le ayuda", y a quien no madruga también, pero el que madruga lo sabe y se lo dice, y, aunque sólo fuera eso, compensa el madrugón.
domingo, 18 de noviembre de 2012
Poderosos de cerca
Lo que uno ha visto desde la Cumbre ha sido una cantidad ingente de policía, y poco más. Lo demás lo he visto por televisión, como todo el mundo.
sábado, 17 de noviembre de 2012
Me gusta, me gusta
La entrevista a Abelardo Linares. No porque sea mi editor, sino porque leyéndola me enorgullece que lo sea.
Y la nota de lectura de don Javier Vicens. Por mi libro, lógicamente, y por el suspense de esa errata misteriosa (que será error), pero sobre todo por su sonrisa. Y también por lo de Blas de Otero.
Y para que esto no se quede en un facebukiano me gusta, me gusta, confesaré otra alegría que me ha dado la reseña. Leyendo la delicada y dedicada de Marqués al libro de Chris Bachelder, que no he leído, pero que leeré inmediatamente, tuve un tonto ataque de celos, valga la redundancia. Oh mi pobre Pábilo vacilante, que va de lo mismo, entre otras cosas, y que se ha apagado en unos meses, sin dejar rastro en la aire ni en el agua espuma, me decía. Seguro que A propósito de Abbott vale más y que así y aquí sólo me pongo en evidencia, pero asumo el riesgo del ridículo con tal de agradecer a la nota de don Javier que me haya recordado, cuando más falta me hacía, que los libros tienen su vida y que ahí están, ocultos como el celemín bajo la cama, hasta que encuentran su lector.
jueves, 15 de noviembre de 2012
La vez
Por la huelga, no hubo autobús escolar y me di el gustazo de llevar a Carmen al colegio. Para no llegar tarde a mi trabajo, fui muy temprano. Tienen un servicio de pre-guardería para estos casos. En la puerta, ya había otro padre con su niño, también esperando. Entablamos amigable conversación. Carmen lo observaba. A los cinco minutos dice: "Este papá está muy gordo". Yo, noqueado, cometí el error de decir: "¿Qué?" para ganar tiempo. "¡Que está muy gordo!", fue la consecuencia de mi pregunta idiota. Menos mal que yo también, y pude explicarle: "Como yo, Carmen. Los padres respetables estamos gorditos, no como los insustanciales adolescentes que pierden su tiempo y sus calorías en los gimnasios de espejos narcisistas... A partir de cierta edad, los abdominales predisponen al adulterio". El padre asentía, un tanto desbordado. Pero ella lo miraba con descaro y me miraba con ironía subrayando algunas diferencias de peso con un explícito lenguaje no verbal.
Creo que ha sido la única vez en que me he alegrado de estar gordo, por pura solidaridad, y a la vez, oh paradoja, la vez en que mi determinación de adelgazar de una vez ha sido más seria y perentoria.
miércoles, 14 de noviembre de 2012
Un hombre honrado
Una de las grandes ilusiones de mi vida, y de las más difíciles, es escribir mi libro (póstumo) de memorias y titularlo Un hombre honrado. Conseguirlo significaría, primero, que he tenido algo que contar; segundo, que no he cometido ninguna fechoría horrible que hiciera imposible el uso de tan hermoso título; y, por último, que podría poner en el frontispicio esa precisa cita del conde de Maistre: "No sé cómo es la conciencia de un criminal, pero conozco la de un hombre honrado, y es espantosa".
martes, 13 de noviembre de 2012
Humo ácido
En un apunte de agosto de 1952 escribe la poetisa francesa Marie Noël: "Dante me ha metido en el infierno. En el fango, ferozmente, con los melancólicos, con los que han cometido este crimen: estar tristes".
Qué manera más triste de no entender nada.
lunes, 12 de noviembre de 2012
Dación en pago
Estoy siguiendo con gran interés el debate suscitado por la posibilidad de la dación en pago. No porque sea específicamente desesperada mi situación, no os me alarméis, gracias. Me preocupa el drama de tantos y me admira la complejidad jurídico-económico-social del asunto, y la agilidad de la esgrima dialéctica y argumentativa de las partes. Todo se me complica, además, por un agudo sentimiento de culpa y de nostalgia de mis años universitarios, en los que resulta evidente que no estudié todo el Derecho Civil (ni otro) que debiera. Ahora bien, me asalta una pregunta insidiosa que hago humildemente aquí. Si el problema es que le quiten a unas personas su casa, justo eso es lo que no resuelve de ninguna manera la dación en pago, ¿no?
domingo, 11 de noviembre de 2012
miércoles, 7 de noviembre de 2012
martes, 6 de noviembre de 2012
lunes, 5 de noviembre de 2012
Orgullo
Uno de mis temas de preocupación es trazar la línea que separa la huera vanidad del legítimo orgullo. Quizá se sepa por su compañía: la vanidad puede ser (tan a menudo) vanidad herida, pero casi nunca triste. El orgullo, en cambio, puede ir acompañado (tan a menudo) de una honda melancolía, jamás de enfado o de resentimiento.
Lo pienso cuando leo el último, ay, el último artículo de Carmen Oteo, en que hace el regalo de nombrarme y en la mejor compañía: la de Paco, su marido, nada menos.
domingo, 4 de noviembre de 2012
Costumbres extranjeras
No hubo que esperar a la globalización para que las costumbres extranjeras corrieran a su antojo por el mundo, aunque ahora corren más. A mí, español a machamartillo, las buenas me encantan. Incluso, el Puerto de Santa María se ha puesto a imitar a Nueva York este fin de semana y hemos tenido, aprovechando estas cuatro gotas, unos cuantos apagones último modelo.
viernes, 2 de noviembre de 2012
RESPUESTAS
Dijo una vez Rabí Elimélej: "Estoy seguro de que seré admitido en el mundo venidero. Cuando esté frente al tribunal de justicia superior y me pregunten: '¿Estudiaste todo lo que hubieses debido?', contestaré: 'No'. Entonces me preguntarán: '¿Oraste todo lo que pudiste?' Y de nuevo mi respuesta será: 'No'. Y me harán una tercera pregunta: '¿Hiciste todo el bien que pudiste?' Y también esta vez responderé lo mismo. Entonces pronunciarán el veredicto: 'Dijiste la verdad. Por amor a la verdad, mereces ser admitido en el mundo venidero'".
Cuentos jasídicos. Los primeros maestros II, Martin Buber, Paidos, Buenos Aires, 1980
jueves, 1 de noviembre de 2012
Breado (o celebrando Todos los santos)
La guasa de mi subconsciente. Sueño que en una librería de Barcelona me compro dos volúmenes del Tomás Moro de Shakespeare & cía. Hasta ahí, normal, porque la editorial sólo me ha dado dos. La librera me cuenta que se está vendiendo mucho, y que se trata de una excelente traducción (hasta aquí el subconsciente dándome coba fina) de una profesora y un colombiano. "¡¿Cómo colombiano?!", voy a clamar por mis derechos de propiedad intelectual, hasta que de pronto caigo en lo de García Márquez... Joe con la onírica librera.
La guasa de mi hija. Muy temprano, su madre la sube a nuestro cuarto, pero le dice: "Psch, que papá está frito". Y ella replica: "¿Nos lo comemos?" Y como adivina que ni su madre ni yo, que he abierto un ojo, lo hemos pillado a la primera, se explica: "Porque está frito". Joe con la niña.
La guasa de mi hijo. Apenas habla aún, pero señala el salero y dice "Papá, papá". No es que me vea muy gracioso, me temo, sino que se ha unido a las huestes de mi familia política, siempre escandalizada por la sal que le echo a mis comidas. Joe con el niño.
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