Sin embargo, admiro la justicia poética del Halloween. Resulta natural que una sociedad que ha entronizado la cultura de la muerte tenga festejos de este estilo. Con la eutanasia a la vuelta de la esquina, no hay que extrañarse de que por todos los rincones del país la gente se disfrace de calaveras y se marque una danza macabra. Si el aborto es la solución natural, como enseñan en la tele, es lógico que surjan brujas de debajo de las alfombras. En la cultura popular, como en la alta cultura, como en el mundo físico, nada surge por casualidad ni por generación espontánea. Las causas y los efectos son un laberinto que se puede recorrer bastante bien con el hilo de Ariadna del sentido común.
La cultura española tenía una manera propia de celebrar estos días con huesos de santos, misas de mucho sentimiento, ofrendas florales y representaciones del Tenorio. Era una manera empapada de catolicismo, que ahora está difunta o, con suerte, moribunda. El laicismo militante tiene esto, que vamos a acabar todos con la gorrita de béisbol y diciendo “Oh yeah”. España será católica o no será más que un apéndice cultural de los USA.
En ninguna otra época del año se muestra esta disyuntiva con tanta crudeza. Para mayor claridad, la coincidencia en el tiempo de la ley de la memoria histórica y de la beatificación de aquellos que murieron perdonando a sus asesinos incide en lo mismo: mientras la primera se propone desenterrar muertos, la segunda los eleva a los altares. Conste que, aunque no lo comparto, comprendo y respeto el interés de los familiares por encontrar los restos de sus antepasados. Con todo, se constata que estamos ante dos cosmovisiones cada día más distintas.
Este Halloween o, mejor, esta víspera de Todos los Santos, la ocuparé en reflexionar sobre el dilema extremo de si zombi o santo. Cuando no te sobrepones, la fuerza de la gravedad te va enterrando en rutinas y egoísmos… hasta que acabas yendo por ahí como un muerto viviente o un vivo amortizado, con disfraz o sin él. Hoy pondrán alguna película de terror de serie B y yo volveré a pensar que al menos como retrato social, como símbolo, está muy lograda. Incluso me recitaré, para espantar el miedo, estos versos: “La imagen de los zombis / asusta y es espléndida. / Que hay muertos y que andan / lo sé por experiencia. // Por esperanza sé / también —y me reanima— / que la resurrección / es otra alternativa”.
[Joly]