viernes, 31 de diciembre de 2010

Adiós, diez

En este 10 de 10, he conseguido llevar un diario del primer día al penúltimo (y es de suponer que hoy también lo haga). La experiencia la cuento y la publicito en Misión.
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La experiencia de leerlo el último día ha sido impresionante, a pesar de la mala letra y de que la mayoría de mis sucedidos son rutinas diarias o anécdotas que no llegan a categoría. Sin embargo, alguna de ellas, leídas desde ahora, me han conmovido. Pondré algunos ejemplos.

El 5 de febrero creí que me llamaba la atención el porte señorial de un señor en misa. Fue cuando a la salida le dio un buen golpe en la espalda a otro señor que iba con una chupa de cuero negra, y le dijo: “Adiós, Paco”. Noté un estremecimiento de emoción en la espalda del tal Paco a través de la chupa. En la puerta, al señor le pidió fuego el mendigo, se lo dio y, cuando le dio las gracias, el señor señorial le contestó muy campechano: “A mandar”. El mendigo se hinchó de satisfacción. Aquello fue mucho mejor que una limosna. Cosas como ésas apuntaba. Tres meses después saltó la noticia de que Paco, al que yo sólo conocía de aquella vez, se había suicidado.

El 19 de febrero: “El agobio por no tener tiempo me hace perderlo”. Lo había olvidado cuando leí meses más tarde aquel endecasílabo inolvidable de Juan Marqués: “No tengo tiempo para tener prisa”.

El 12 de abril apunté esto: “Susana Salguero entusiasmada con mi asignatura”. Enseguida tuve que escribir esto.

No todo, gracias a Dios, han sido accidentes. En mayo don Julio, el párroco, nos puso el corazón en un puño al decirnos que probablemente él, que tiene un cáncer, no llegaría a ver la finalizacion de las obras de la capilla, pero que no importaba, que la capilla es para siempre y que él está de paso. Felizmente acaba el año: la capilla está flamante (y hasta provocando algún que otro conflicto) y don Julio sigue entre nosotros, dando guerra.

Descubro que entusiasmos y amistades que ahora siento como de toda la vida, son de ayer mismo. Un ejemplo bibliográfico: el 2 de mayo me deshago en elogios al recién leído Efigies de Cristóbal Serra.

El 2 de junio apunté que mientras Leonor pasó muy mala noche, ocupándose de Carmen, yo dormí “como un lirón careto”. Es una expresión muy portuense. Escrita ahí y entonces no habría que descartar, sin embargo, cierto juego de palabras del subconsciente: “como un lirón carota”.

El 15 de junio Carmen se duerme sobre mi pecho mientras leo y Leo me hace una fotografía, que inmortaliza lo que sólo duró diez o quince minutos. La mentira de la fotografía frente a la verdad de la memoria y el diario, que lo recuerdan para siempre, sí, pero en su fugacidad.

Y sin embargo el 25 de mayo consigné: “Una adolescente muy guapa en Atocha”. Me esfuerzo por recordarla, pero nada, ha desaparecido por completo entre la multitud…

El jueves 8 de julio sentía un fuerte dolor en el pecho y me preocupé pensando en un posible infarto provocado por la emoción del mundial. Tragicómica muerte para un poeta lírico, me temía. Por otro lado me compadecía si los aficionados al fútbol viven así toda la liga todos los años, pobres.

El 22 de septiembre di con una industria humana. Cuando se tiene mucho trabajo, conviene aprovechar la energía centrífuga de la pereza... y sacar adelante los otros encargos mientras tanto.

El 1 de octubre, a primera hora, yendo al IES:
Corriendo, el sol
y yo: “¡Llegamos tarde,
llegamos tarde!”
El 15 de octubre, comida de profesores muy pesimista. La próxima bajada de sueldo, los rumores de desaparición de MUFACE, la jubilación retrasada, los horarios que dicen que nos ampliarán, etc. Gran día para celebrar a santa Teresa: “Nada te turbe,/ nada te espante”…

El jueves 28 de octubre fui a que me quitasen los puntos. Me indican: “Pase a la última consulta a la izquierda”. La puerta está cerrada. Llamo. “¿Sí?”. Paso de golpe y la enfermera está cambiándose. Cierro, sonrojado. Mutuas disculpas tartamudas. Hay más intimidad, a partir de ahí, entre nosotros, sin embargo. Ahora me quito yo la camisa. Me quita todos los puntos, uno a uno, suavemente. Todo es muy aséptico, chorreado con alcohol y abundante Betadine.

14 de noviembre: dos dientes de Carmen, y qué necesaria es la experiencia de la vida para leer poesía. Esas "diminutas ferocidades” de Miguel Hernández, qué exactas, veo ahora. Abre la boca Carmen contra mundum.

22 de noviembre: Rafael Morales Barba, en la cena posterior a la mesa redonda del Congreso de Luis Rosales, me detalla una escena: Claudio Rodríguez llorándole como un niño: “¡Yo me quiero salvar, yo me quiero salvar!”

26 de diciembre. Gracias a mi suegra, que baja sola todas nuestras maletas y que se queda aparcando nuestro coche mientras que nos vamos en un taxi, no perdemos el tren de vuelta. El diario está cuajado de pequeños favores de mi suegra, para que luego venga yo en los artículos...

jueves, 30 de diciembre de 2010

Método

En sus Diarios, Iñaki Uriarte propone este método: “Escribir de mal humor, corregir de buen humor”. Lo hace en la página 136, cuando ya ha dejado claro que tiene autoridad de sobra para exponer métodos de escritura. El mío es exactamente el contrario: escribir de buen humor, corregir de mal humor; y, sin embargo, creo que salva lo esencial del consejo uriartiano, que no es tanto el orden de los factores, como el contraste. Un malhumor que no nos hiele la sonrisa o que, incluso, la provoque, o una sonrisa que nos consuele un poco o que, al menos, no nos amargue más.

miércoles, 29 de diciembre de 2010

Ley Sinde

Sólo tengo una verdad que recordarles, pero algo es algo.

Lo siento y otras pintadas

Si cada vez se jura y perjura más, es porque la palabra cada vez vale menos. Lo he pensado viendo la cantidad de pintadas que hay en nuestras calles proclamando: “Te quiero” o, más melodramáticamente, “Lo siento” o “No volveré a hacerlo” o “Perdón” o “Estoy muy arrepentido”. Esas cosas quedan más sugerentes susurradas suavemente al oído, digo yo. Y me pongo a imaginar el culebrón que habrá detrás de cada una de esas pintadas. Culebrones que tendrán poco arreglo, pues si para que les crean, han de ensuciar las fachadas de otros prójimos, apaga y vámonos. Es lo que tiene la mentira campando a sus anchas: acaba con las palabras por el suelo o las paredes, en parajuramentos y graffiti.

martes, 28 de diciembre de 2010

Clara y limpia

De Luys Santa Marina (1898-1980), en el libro Laredo:
....LA VIRGEN DE BELÉN

En la penumbra grata de la iglesia
fulge el retablo como un sol de tarde
sobre oros delicados de un otoño
que perdurase por años y siglos.

En medio de él Nuestra Señora ofrece
el pecho al Niño. Es una talla pura
de muchacha flamenca, blanca y rosa,
que sentada a la puerta de su granja
con el niño en sus brazos, mira al campo
esperando la vuelta del esposo...

Y se piensa que tras de la hornacina
ha de hallarse una casa clara y limpia
con los muebles en orden, y la cena
sobre la mesa puesta, y unos lirios
en la jarra de barro a la ventana.

Prohibido decir: "¡Qué bien la parejita!"

El inocente es niño, y no es una inocentada. Pero mucho cuidado con felicitarme con un “¡Qué bien: ya tenéis la parejita!”, como si uno acabase de completar una colección de cromos. Siempre me dio un poco de grima la expresión ésa y a ver, ay, cuántas veces la voy a tener que oír a partir de ahora… Dan escalofríos.

El médico, sin embargo, saltaba exultante. Si en vez de nosotros, le pilla una parejita de modernos feministas le ponen una demanda en cualquier tribunal de Igualdad de género o de Laicidad. Porque gritó, me parece que hasta alzando los brazos: “¡Dios ha bendecido a esta familia: es un niño!” (sic). Se levantó del ecógrafo, me dio la mano, me miró a los ojos y dijo: “Enhorabuena, sí, enhorabuena”. En su honor hay que decir que no dijo ni una vez lo de la parejita.

Encabezamiento

Los padres del colegio público de mi barrio estuvieron a punto de poner este encabezamiento a su notificación (que reproduzco en comentarios). Como el asunto es serio, hicieron bien en no ponerla, pues hubiese desviado la atención. Ya saben lo que advertía Johnson: "Vamos a ponernos serios, muchachos, que ahí llega un tonto". Decía:

NOTIFICACIÓN DE LAS MADRES  Y DE LOS PADRES, TODAS Y TODOS,  MIEMBRAS ELLAS Y MIEMBROS ELLOS, DEL CONSEJO/A ESCOLAR/OR DEL COLEGIO/A COSTA/O-OESTE/E

Talabartero

Parafraseando a Marañón o a Eliot, diría que soy liberal de talante, reaccionario de razonamiento, conservador de corazón y cristiano de buenas intenciones. Centrémonos hoy en el corazón. Me da muchísima lástima que se pierda cualquier cosa, mantendría todo. Una alumna me cuenta, muy orgullosa, que su abuelo es talabartero. Además de la belleza del nombre del oficio y de sus alegres arreos para burros (véase la foto, cortesía de mi alumna), qué temblor de emoción nostálgica pensar que estoy ante uno de los últimos artesanos. Dan ganas de criar burritos, aunque sólo sea para que una palabra tan hermosa, talabartero, no se nos quede encerrada en el establo del diccionario.

viernes, 24 de diciembre de 2010

¡Feliz Navidad!



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Detalle

En el viaje de tren, Carmen ha sido la estrella rutilante del coche 5, entre una nube de niñas de las más diversas edades que se deshacían en ohs-qué-mona, vaya ojazos, se-los-come-todo y ays-me-ha-sonreido. Y vaya si sonreía viéndose el centro de la fiesta, el centro y eso que había una chica preadolescente que cómo, ay, le sonreía. Viaje feliz, como pueden ver, y casi corto. Pero ha sido topar con Madrid y ponerse a llorar, como la otra vez. Por la noche, en un aparte discreto, le he susurrado al oído un pequeño detalle: "Mira, Carmen, mi vida, recuerda que tú no vienes a casa de tu suegra, sino de tu abuelita". 

jueves, 23 de diciembre de 2010

miércoles, 22 de diciembre de 2010

En serio

Que le toque el Gordo a un lector de Chesterton es una redundancia.

Si yo fuese Juan Manuel de Prada, llevaría inmediatamente la película coreana Poetry (Lee Chang-dong, 2010) a mi programa Lágrimas en la lluvia, y dedicaría el debate posterior a la poesía. Pero no lo soy, así que la traigo a Rayos y truenos en esta noche de lluvia. Intentaré no reventársela a quien no la haya visto, y me limitaré a enumerar las lecciones poéticas que, como quien no quiere la cosa, me ha dado Chang-dong.

1) Las clases del taller literario son ligeramente ridículas y, en última instancia, no sirven para nada. La única alumna que escribe un poema es la peor alumna del curso, nuestra protagonista. La poesía, nos dice tácitamente Poetry, no se aprende en un taller, como si fuera una mecánica, sino en la vida, porque es la vida. Necesita maestros, no profesores.

2) A quien quiere escribir poesía, en un momento dado se le dice que querer no basta, que hay que mendigarla. (Naturalmente, recordé a Gaya, emocionado.)

3) Y hay que tenerla en el corazón, se insiste. Se hace una defensa acérrima de la emoción y de cierta cursilería, incluso, y de la limpieza y la elegancia, y de las flores y de las canciones tradicionales. (Recuérdese esto cuando lleguemos al punto 6.)

4) Se nos muestra cómo la poesía verdadera no nace del dominio de las palabras, sino de la dificultad de su trato, de una enorme dificultad vencida aunque sea a medias. La protagonista empieza a padecer los primeros síntomas del Alzheimer. (Recordé, vanidoso, mi leve dislexia.)

5) La poesía será moral o no será. Cae por su propio peso del lado del inocente y de la víctima, y ese es su punto de contacto, de fricción, con la actualidad. Escribirla es un acto de justicia. Las palabras justas, pues, en los dos sentidos.

6) Desternillante retrato del poeta joven, premiado y genialoide (el único verso suyo que se cita ¡entre signos de admiración! es uno que habla del cielo color de gato que lleva muerto una semana). Sale muy poco, intencionadamente, a pesar de sus premios. Atención al lenguaje corporal del actor, que lo borda.

7) “La poesía ha muerto”, sentencia el profesor, cuando está con el joven genio, causalmente. Pero se confunde. La poesía se pone del lado de los muertos, que es bien distinto. De los muertos o, como mínimo, de la infancia.

8) Al final de la película, son inolvidables los breves fotogramas de la señora mayor sentada bajo un árbol, oyendo el viento entre las hojas, feliz. Es el mismo árbol bajo el que la protagonista se había sentado a oír el viento y cuya actitud tanto había chocado a esa misma señora mayor. La poesía ha de tener un valor último de ejemplo vital, que va más allá (o viene más acá) de la literatura.

9) Me he comprometido a no revelar el argumento, pero mantener la cabeza fría en medio del torbellino sentimental es clave para el poeta: su sitio es la extraña calma en el ojo del huracán. La mayor delicadeza conlleva a menudo una dureza extrema. La película lo ejemplifica magistralmente.

10) Por último, esta contestación extraordinaria de la protagonista cuando le preguntan si quiere ser poeta. “De momento, quiero escribir un poema”.


martes, 21 de diciembre de 2010

Sin entrada

La escribo, sí, pero espero un día para publicar la entrada, la releo y no, no la publico, no. (Algo me dice que esto va a pasar mucho aquí a partir de ahora, por fortuna.)

lunes, 20 de diciembre de 2010

Así es

Empiezo a leer por fin Luz del mundo, el libro de entrevistas del Papa con Peter Seewald. Dicen todos, y yo lo comparto, que nada de lo que dice Benedicto XVI puede ser tomado a humo de pajas, que hasta la última coma está muy pensada y sopesada. Bien, ¿y qué me dicen de estos signos de admiración, eh?
PS:¿Utiliza la bicicleta estática que le regaló su anterior médico personal, el Dr. Buzzonetti?
B16: No, no me alcanza el tiempo para hacerlo, y por el momento no lo necesito tampoco, gracias a Dios.
PS: O sea que el papa hace como Churchill: nada de deporte.

B16: ¡Así es!

domingo, 19 de diciembre de 2010

Augur de los semblantes del privado

Aquí tienen mi artículo de hoy.

Bueno, efectivamente, ése no es mi artículo, por mucho (y es mucho) que me haya inspirado para el mío-mío, escrito a medias entre Paco Sánchez y Andrés Fernández de Andrada.

A propósito, la lectura de la Epístola moral del último sería una de las primeras medidas anti-crisis que yo impulsaría.

sábado, 18 de diciembre de 2010

Risa

Qué gracia si yo me atreviese a hacerlo. Colar en la antología de poesía de José Jiménez Lozano, que he empezado a preparar, este poema del último libro de Isabel Escudero, Nunca se sabe, del que seguiremos informando. Creo que nadie sospecharía nada... si no fuese por la extrañeza de no recordarlo, ciertamente.
...............RISA

Escucha: ¿no oyes en el aire todavía
la ultima risa de aquella viejecita
que al terminar su blanco paño de ganchillo
como una novia se lo puso en la cabeza
y con la risa de sus ojos nos miraba
más feliz que nunca
habíamos visto reírse a novia alguna?

viernes, 17 de diciembre de 2010

La segunda oportunidad

Recibo la antología Poesía para niños, do tengo el honor de participar (habrá que firmar un nuevo manifiesto en defensa del do, otro monosílabo en peligro de extinción), y salto de alegría. Por supuesto, por la grata compaña, por las horas de lectura infantil que me esperan y por la exquisita edición, pero, sobre todo, porque un poemita de mi primer libro, que había sido escrito en un ataque agudo de platonismo tardoadolescente y que yo pensaba desechar sin remisión, ahora, releído como una canción a un bebé, se salva. O a mí me lo parece. Quizá se escribió para eso, y yo no lo sabía, y han tenido que pasar veinte años.

Se lo leo a Carmen:
NANA
De siempre te he querido
sin conocerte.
¿Que te parece extraño
que desde siempre
te haya querido?
Te parecerá extraño,
pero así ha sido.

Traer carbón

Los profesores discutimos a menudo qué es lo peor de nuestro trabajo. Lo mejor está claro: julio y agosto. El puesto pésimo se lo disputan corregir exámenes, el creciente papeleo administrativo y los problemas de disciplina en el aula. Yo suelo votar por el papelón administrativo, pero ahora, con montañas de exámenes malísimos que corregir, dudo. La cantidad es lo de menos. Sufre sobre todo la autoestima: “¡Esto es lo que les he enseñado, ay, tras un trimestre desgañitándome!” y sufre la misericordia: “Qué pena dejarles una calabaza o carbón por navidades a estos alumnos tan simpáticos, en el fondo”. ¡Qué admiración a Dios, nuevamente! A Él, que sabe ser a la vez justo y misericordioso.

miércoles, 15 de diciembre de 2010

El sexo y el ángel

Esperaba para daros la buena noticia bomba, la bomba bis, la noticia de nuestro estado bueno de nueva esperanza, esperaba, digo, a saber el sexo de la criatura. Al saberlo, se concreta la personalidad del nasciturus. El sexo (que tienen desde el primer momento) humaniza. Pero nuestra criatura se resiste a revelarse. Carmen no tuvo tantos prejuicios, pero éste o ésta está resultando muy pudoroso o pudorosa, y se esconde. El ginecólogo no logra ver nada, y, mientras, los amigos se van enterando por ahí, en vez de por aquí, que es el official web site. Pero ¿qué podía hacer?

Hasta que en la última visita al médico, éste se asustó con no sé qué medida, y mantuvo unos tensos minutos de silencio. Yo aproveché para rezar al ángel de la guarda del niño con mucha intensidad y… ¡eureka! No sólo fue una falsa alarma y todo va bien, sino que desde entonces ya está personadísimo en nuestra vida, aunque todavía no sepamos su sexo. El ángel como agente humanizador, también.

martes, 14 de diciembre de 2010

Uf

Algo me pasa con el lenguaje, que no está superando mis pruebas de estrés. No sólo 'juro y perjuro'. Mi hermano Jaime no tenía carnet de conducir, lo cual era un mérito poético-bohemio, pero un incordio cotidiano. Ayer aprobó el teórico, y yo, por teléfono, le felicitaba muy alborozado. Dije: "Y como sabes conducir, pues ya  prácticamente tienes el carnet..." Jaime, a pesar de su respeto por mi primogenitura, atajó: "Hombre, prácticamente es justo lo que me falta". Uf, y a mí finura.

lunes, 13 de diciembre de 2010

Guay o no guay, ésa es la cuestión

La pregunta no es retórica. Es una petición de socorro con todas las de la ley. No sé si atreverme con el guay en esta traducción  (v.o. en comentrario) de un poema satírico de G.K.C. :
Nuestras exportaciones, muy bien etiquetadas,
hasta la última esquina del mundo son llevadas.
El jabón o el salmón pueden viajar muy bien
de un polo a otro en latas, y en un santiamén.
Así, los comerciantes ingleses pueden ya
aguarle la cerveza a un hombre en Canadá
o envenenar la carne de un hombre de Bombay.
Eso celebra el Día del Imperio, qué guay.
ACTUALIZACIÓN.- El guay ha muerto, qué caray. Es lo que hay. A cambio, esto sí, sin duda, qué guay.

Juro y perjuro

Me desespero y con el puño apretado y los pelos de punta y los nervios chasqueando, clamo a quien me quiera oír y a Leonor, que quiera o no quiera, me tiene que oír: “¡Juro y perjuro que no volveré a pasar angustia, que no volverá aceptar jamás ningún embolado literario, ni una traducción ni un prólogo ni una presentación ni nada de nada…!” De pronto, reparo en mi lapsus linguae y me hago gracia. Ya veo que en el fondo sé que seguiré metiéndome en líos, ay. Además, parece que el “juro”, por asociación automática, trae casi pegado el “perjuro”. Con razón nos aconsejó el Maestro que nos dejásemos de juramentos y perjuramentos y parajuramentos y que nuestro sí fuese sí, y el no, no. Y otro maestro, que aprendiésemos a decir que “no”, aunque pasan los años, y no, no aprendo, no.

sábado, 11 de diciembre de 2010

Rosales, en la segunda fila

Suele ser queja muy habitual que los escritores de derechas gozan de menos predicamento que los de izquierdas. Y entre los airados ejemplos, sale a relucir invariablemente Luis Rosales, de cuyo nacimiento celebramos el centenario este año.

Aunque ganó premios de postín, entre ellos el Cervantes, nada menos; y fue académico de la Española; y publicó en las más importantes editoriales; y tuvo siempre alrededor un puñado de admiradores rendidos; y aunque, lo que es más raro, fue un poeta auténtico y poderoso, es verdad que la figura de Rosales ha quedado un tanto desdibujada y brumosa, en una segunda fila. Dos ejemplos. En Madrid, el poeta vivió en la calle Altamirano, donde sucede su libro capital, La casa encendida. En esa calle hay una espléndida librería literaria que se llama… “Rafael Alberti”. En Granada, en la casa familiar de los Rosales, donde transcurre buena parte del libro El contenido del corazón, hay, ahora, un restaurante exquisito, que se llama… “El rincón de Lorca”. ¿A qué se deben esas pretericiones?

En 1936 su amigo García Lorca se refugió en su casa, de la que fueron a arrancarle, y Luis Rosales trató de salvarle con riesgo de su propia vida. A partir de entonces y hasta el final de sus días, sin embargo, tuvo que soportar todo tipo de acusaciones, directas o veladas. Dispuesto a no sacar rédito de aquella canallada, calló; y aquí cometió un fallo de “política comunicativa”. Su silencio, hecho de dignidad ofendida y de meticuloso respeto a los muertos, acabo pareciendo el mutismo de una conciencia culpable.

Por otra parte, su propia evolución política, pasando de su inicial catolicismo al falangismo y, luego, al escepticismo y, finalmente, al monarquismo (llegó a pertenecer al Consejo de don Juan), hizo difícil que con él se identificará ningún grupo ideológico. Desconcertaba a todos. Otros escritores falangistas (Sánchez-Mazas, Panero, Foxá, García Serrano) han tenido en el fervor de unos cuantos lectores (no en los reconocimientos oficiales de los que, ya digo, Luis Rosales no puede quejarse) mejor suerte. Quizá ningún sector ideológico pueda identificarse con un elusivo Rosales, definido por Pablo Neruda como “gran antipolítico”.

Pero en lo literario Rosales tampoco dio facilidades. Lo suyo es una constante evolución. En Abril (1936) dio comienzo al soneto garcilasista que tanto éxito tendría tras la guerra civil, pero él apenas reincidiría. En Rimas (1951) pasó al poema existencial, confusa la historia y clara la pena; y, para mayor confusión, ese libro anterior se publicaría con posterioridad a La casa encendida (1949), eclipsando parcialmente su radical novedad. Ese logro se había conseguido gracias al trabajo de un extraordinario libro de poemas en prosa sobre la muerte de la madre, titulado El contenido del corazón, que se publicó veinte años después de escrito: en 1969, con lo que la línea del desarrollo quedaba enterrada. Las desordenadas publicaciones iban seguidas de largos años de silencio. Su carrera literaria acabó con un proyecto hercúleo, llamado La carta entera, que quedó incompleta. Iba a ser una tetralogía de poesía total, que anudaba narración, ensayo y autobiografía con un versículo poderoso, a ratos surrealizante, a ratos humorístico, siempre trágico. Dio las tres primeras entregas, dejando la última inédita. Ésta tenía un título profético de resonancias lorquianas: Nueva York después de muerto.

La profesora Noemí Montetes-Mairal acaba de editar en Cátedra tres libros de Rosales en un volumen: Rimas / La casa encendida / El contenido del corazón. La experta añade dos motivos más que explican el misterio de por qué Luis Rosales no está en la primerísima línea de poetas españoles, a pesar de su calidad y de su condición de cabeza de la generación del 36.

Revisaba sus versos de una manera compulsiva, de manera que hay muchas versiones distintas en periódicos y revistas, además de las variantes entre diversas ediciones. Eso ha forjado un laberinto para cualquier estudioso. La asombrosa falta de estudios críticos quizá venga explicada, por tanto, por cierta prudencia profesoral.

Por otra parte, Rosales es un poeta que queda mal en las antologías. Su obra es unitaria y entre narrativa y cinematográfica. En foto fija, se le entiende mal. Pero el público de poesía suele seleccionar en antologías a los autores que leerá luego con más detenimiento.

Son explicaciones muy inteligentes y ciertas; aunque no excusas absolutas para no adentrarse en una obra esencial. Ahora, que la política de su tiempo se ha apagado y, sobre todo, que podemos ir encajando en su sitio las desordenadas piezas de sus libros, debería verse clara la importancia y la coherencia de su poesía. Quizá para escribirla el autor necesitó un cierto esquinamiento y ese dolor que la cruza de parte a parte. Hemos de estar muy agradecidos, si fue para eso, a la extraña dosis de marginación que Luis Rosales supo atraerse con habilidad implacable. Su obra merece la pena.

viernes, 10 de diciembre de 2010

La finta

Una profesora de mi IES, la de religión, para ser exactos, me pregunta muy educada en un cruce de pasillos: “¿Qué tal el puente?”. Suspiro, cojo mucho aire como quien coge carrerilla, y me dispongo a contarle todas mis penas de carretero con las ruedas partidas por el eje… Pero ella me ve venir a tiempo (debe de ser el don profético) y, rauda, me pregunta por Carmen. “Oh”, exclamo, “estupenda, graciosa, guapísima”. “Je”, sonríe, con cara de alivio, pensando —se le nota—: “¡Uf, de buena me he librado, por los pelos!”

jueves, 9 de diciembre de 2010

Insomnio

Después de unas cuantas vueltas en la cama, me levanto y me asomo a la ventana. Son las tantas. Un vecino está viendo la televisión: sale de su cuarto de estar esa luz azul semoviente que es inconfundiblemente catódica. Siento una oleada de superioridad. Yo, con Borges y Cioran, en los cultísimos brazos del insomnio y él, que no conozco, en los de su sillón, con el mandito en la mano. Enseguida me arrepiento. El viernes mismo vi a las mil In the mood for love y me pareció una maravilla, mucho mejor que el insomnio, dónde va a parar. Tras un golpe de pecho, me voy a la cama. Imagino qué maravillosa película estará viendo mi exquisito vecino. Casi le envidio. Sigo sin dormir. Le envidio. Hago una lista de películas que quisiera ver y de las cuales mi vecino estará viendo alguna. Me levanto. Ha apagado la tele. ¿Se habrá dormido? Vuelvo a envidiarle. Su casa parece dormida desde mi ventana. Claro que la mía también lo parecerá. Ah, las apariencias... Vuelvo a la cama. ¿Y si mi vecino, mi hipotético vecino, mi semejante, mi hermano, está también despierto, dando vueltas en la cama? ¿En qué pensará? ¿Le habrá gustado su película tanto como a mí In the mood for love? Etc.

Post alerta

Impresiona que Carme Chacón reconozca que puso al Ejército del Aire en prealerta todo el viernes, y que Rubalcaba confiese que ya sabía él (bueno es) que la iban a liar. ¿O no impresiona, premilitarizados amigos?

miércoles, 8 de diciembre de 2010

Presentación de Con el tiempo

Hoy es un día estupendo para hacerla. Sería raro que mi nuevo poemario estuviese circulando por ahí, sin haber hecho una presentación en Rayos y truenos, por donde pasáis amigos, conocidos, saludados, seudónimos y anónimos. Os podría parecer que me hago el interesante, y no. Pero tampoco querría parecer interesado, ni que esto fuese un blog-spot publicitario. Entre Escila y Caribdis, pues, como siempre...

Sí tenía pensada una larga lista de muy sentidas deudicatorias, explicando qué le debo a unos y a otros: poemas caídos, versos limados, orden afinado, títulos nuevos, etc. Es un libro éste muy de su tiempo, con una colosal deuda oculta, como las finanzas mundiales. Pero amigos de los que me fío (y que son mis acreedores) me han desaconsejado con gran autoridad (en los dos sentidos) esas deudicatorias. Uno me escribió: "Y algo que debo pedirte (o aconsejarte, si me lo permites): no me cites (ni a mí ni a nadie) en público para agradecer ciertos ajustes de pura y mera carpintería. Los poemas son tuyos. Es normal que pidamos a otros amigos poetas que nos ayuden a ver, desde su distancia, lo que nosotros, de tan cerca, no acabamos de ver. Pero eso debe permanecer inter nos, como secreto 'de secta', sin más trascendencia". Bien, bueno.

Quitando eso, no tengo nada que decir.  Con ninguna publicación de mis anteriores libros, había sufrido esta sensación también física de quedarme hueco, silencioso, incierto, casi desolado, incapaz de trabajar. Quizá no sea vanidad lo de los escritores, sino un vacío... que se tiene la esperanza que colmen los lectores. La vanidad estaría entonces en querer tener muchos o todos, y no unos pocos, hondos. Yo ya los he tenido. No me puedo quejar.

Se entiende que el ritual de las presentaciones de libros consista en poco más que en una lectura de poemas, porque, ¿qué otra cosa podría uno decir ahora? Aquí sólo os leeré uno, y he pensado en "Versión":
Estas líneas traducen un poema
de autor desconocido.
Una música antigua, oída un día
en el coche, camino del trabajo,
o la conversación en la que hablaban
de novios unas chicas jovencísimas
que espié sin querer, transido de nostalgia.
O puede que traduzcan la sonrisa
que salva una mañana, o bien las voces
que nos hieren en sueños, o un paisaje,
o una historia olvidada... Es un poema
incierto de autor desconocido el que estas líneas
traducen torpemente consultando
un diccionario oscuro.
Su lengua original fue la del fuego
y nunca nadie ha hecho una versión exacta.

martes, 7 de diciembre de 2010

Quedar como un carretero

Voy a incumplir, por más que me estoy pasando el puente currando como un loco, los plazos de entrega de dos trabajos con eiditoriales serias e importantes. Antes que nada: Carmen es inocente. Este verano me lo pasé dando vueltas a Con el tiempo sin cabeza, casi, para otra cosa, y ya para el otoño no doy abasto. Voy a quedar, me reprocho amargamente, como un carretero. Pero, ¿no se decía "como un cochero"? ¿Me habré confundido porque soy de pueblo? ¿O es mi subconsciente, para acabar recetándome, digo, recitándome este ansiolítico de Alberti:
...........PEÑARANDA DE DUERO
¿Por qué me miras tan serio,
carretero?

Tienes cuatro mulas tordas,
un caballo delantero,
un carro de ruedas verdes,
y la carretera toda
para ti,
carretero.


¿Qué más quieres?
Y luego hay quien se pregunta para qué sirve la poesía. Uf, qué paz, por fin.

sábado, 4 de diciembre de 2010

L. P. S.

Hay que tener humor (y valor) para titular Trivia la obra a la que uno dedica su vida. Lo hizo Logan Pearsall Smith (1865-1946), recientemente traducido por Héctor Blanco para Trabe. Su aspiración: “Seguir viviendo tras mi funeral en una frase perfecta”. Y tiene muchas frases perfectas: “¡Qué desagradable darse cuenta de que lo que dicen de nosotros es verdad!” [aunque no siempre, la verdad], “La bondad no es suficiente, pero qué delicado brillo da a las personas que además de encantadoras son buenas”, “No se puede ser a la vez moderno y de primera”. Saludó así a sus lectores del futuro: “Qué abrigos tan extravagantes lleváis […], y creo que vuestras teorías sexuales son horrorosas”. Uno, mirando alrededor, y no sólo a los abrigos, se pregunta: Pero… ¿cómo, ¡cómo lo supo!?

viernes, 3 de diciembre de 2010

Cadena 100

Ahora que la Cadena COPE se ha convertido en una radio deportiva con alguna cuña informativa, sería interesante volver la vista (el oído) a Cadena 100, que también vive con una gran indiferencia el hecho de ser propiedad de la Conferencia Episcopal. No lo digo sólo por los desinhibidos comentarios de sus presentadores ni por las letras de las canciones que ponen. Simplemente, me da mucha pena que a las doce no paren el chunda-chunda, como al menos siguen parando la información deportiva en la COPE, para rezar el ángelus. ¿Por qué? ¿No será que a los jóvenes los dan por perdidos? Es un detalle anecdótico, pero bien (mal) significativo. Y triste. Para ir calentando motores con la JMJ podrían empezar por ahí.

jueves, 2 de diciembre de 2010

Una barbarie que someter

[Reseño hoy en La Gaceta el último diario de JJL, Los cuadernos de Rembrandt. La página es una maravilla, con una gran semblanza del maestro por Dani Capó, y dos hermosas fotografías.]
Dentro del auge del género del diario en los últimos decenios en España, destacan, junto a los de Andrés Trapiello y José Luis García Martín, los de José Jiménez Lozano (Langa, Ávila, 1930). Éstos se inclinan hacia el glosario, donde el “yo” del escritor queda en un segundo plano. Los primeros que publicó, en 1986, ya fueron “cuadernos”, Los tres cuadernos rojos.

Los abría una larga cita de Jünger, como una exposición de motivos: “El llevar un diario, es decir, la puesta en orden de acontecimientos y pensamientos que afluyen, forma parte de la tarea que se ha asignado al escritor. Es también un consuelo solitario del que siente necesidad. En un momento en que el técnico dirige el Estado y lo modela según su idea, no solamente están amenazadas de supresión las digresiones artísticas y metafísicas, sino también la simple alegría de vivir. […] Ahora se considera como un lujo ese carácter propio del individuo que Heráclito llamaba el daimon del hombre. Nuestra lucha por defenderlo y nuestra voluntad de conservarlo es uno de los temas más grandes y más trágicos de nuestro tiempo”.

Los diarios de Jiménez Lozano se inscriben, pues, desde el principio, en esa lucha trágica y con esa voluntad. Como en anteriores entregas, se parapeta el autor en la que considera su familia literaria, formada por Pascal y los señores de Port-Royal, Simone Weil, Edith Stein, Nadiezha Mandelstam, William Faulkner, Flannery O’Connor y René Girard, y a la que se han incorporado G. K. Chesterton, Christian Bobin o Nicolás Gómez Dávila. Con ellos se pone del lado de los seres de desgracia, abomina insistentemente tanto de las glorias literarias como de los grandes del mundo y defiende una literatura escrita desde el dolor y que se acerca con suma precaución a la belleza, temerosa de sus seducciones y de su poder.

Una novedad de esta entrega es que en ella el tiempo nos alcanza. Escrita entre 2005 y 2008, habla de acontecimientos casi contemporáneos, como los terribles abusos de las clínicas abortivas o el atentado de Barajas, y de personajes reconocibles, como el juez Garzón o Zapatero.

El tono general es, por tanto, muy pesimista. La lucha para conservar el daimon está perdida en nuestra sociedad actual, piensa; y cita a Louis Auchincloss en El rector de Justin, para lamentar que en una riada (y eso es la modernidad para Jiménez Lozano) no se puede escoger lo que se salva. Acaba el libro reafirmándose, a pesar de todo, en el combate, con las luminosas palabras de Rémi Brague: “Ser romano es tener, aguas arriba de sí, un clasicismo que imitar y, aguas abajo, una barbarie que someter”.