El sábado me hicieron una resonancia magnética [por algo sin importancia, eh]. ¿Habéis pasado por el trance? Impresiona. Yo llevaba dos polos alternos en la cabeza: un compañero de IES había sido incapaz de hacérsela, incapaz, y mi hermano Nicolás, en cambio, se había echado una siesta, a pesar del ruido, que era la primera vez que lo veía, le juró el técnico. Yo ni una cosa ni otra, sino casi ambas. Impresionante intensidad de media hora. No conté las veces que pasó por mi cabeza la palabra "nicho", la palabra "claustrofobia", la palabra "corte eléctrico", el nombre "Ortega Lara"; pero tampoco lo bien que se reza allí, como en una celda estrecha, en un silencio que no es la falta de ruido, sino algo interior; lo que agradecía que Leonor estuviese en la sala de espera, leyendo En lugar seguro; la de gente de la que pude acordarme, porque pasaron o pasan por trances parecidos y peores; el amor tan grande a esta vida y a la otra que sentía allí, tan encerrado.
Después, todo el fin de semana, me llamó la atención el contraste. Era emocionante observar las cosas cotidianas, que desprendían un misterio brillante, de intensos colores, como si vistas a través de la cámara oscura de Vermeer.