domingo, 2 de julio de 2006

El Barbero del Rey de Suecia (V)

Porque tiene la plaza fija o algo, últimamente el Barbero está un poco funcionario. Hoy nos trae, para que nos consolemos de lo poco que nos deja leer la vida, una antología de aforismos de Antoine de Rivarol. Le he reñido porque eso es muy fácil: trabaja ya sobre fragmentos y, encima, ya antologados. Me ha dicho que espere y lea, que merecen la pena. Y me ha prometido que el próximo libro que siente en su sillón será un poemario o un ensayo. Veremos. Veamos.
Hay que matar el orgullo sin herirlo, pues si lo herimos no muere.
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No mientas a alguien con quien deseas tener confianza. Desde que le digas la primera mentira, te costará mucho creerle.
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El ingenio malvado y el buen corazón: ésta es la mejor especie de hombres. Escribo un epigrama contra un tonto y doy una moneda a un pobre.
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Un poco de filosofía aleja de la religión; y mucha hace volver.
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El ejército del que uno se vale para sojuzgar está él mismo sojuzgado, y el martillo recibe tantos golpes como el yunque.
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Un hombre inteligente parece por lo general feliz, como un hombre bien hecho para por lo general hábil.
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Los buenos versos son ésos que se exhalan como los sonidos y los perfumes.
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Cambiar el sentido de las palabras de una lengua es alterar el valor de las monedas de un imperio; es sembrar la confusión, la oscuridad y la desconfianza con los instrumentos del orden, de la claridad y de la fe pública: si se desordenan los muebles de la habitación de un ciego, se le condena a forjarse una nueva memoria.
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El arte debe darse una meta que se aleje sin cesar.
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¡Para amar suficiente hay que amar demasiado!

6 comentarios:

Carlos RM dijo...

Gracias, de nuevo, al Barbero de Su Majestad. Preciosa la idea de que «El arte debe darse una meta que se aleje sin cesar». Me recuerda a cuando preguntada por el traslado a nuestra nueva sede, mi entonces jefa contestó: «Cada vez está más lejos». Primero me pareció absurdo y, por ello, sublime. Pero repasándola ahora bajo luz rivaroliana pienso que las cosas no sólo pueden alejarse en referencia a para cuándo las esperamos, sino también a desde cuándo las esperamos.

Inma dijo...

Qué pistas Enrique-cedoras las de este blogg...que hace poco me ha llevado a una"Casa propia",anoche a una sesión de "Muerte entre las flores" y esta mañana a Rivarol, a quien no conocía...

De los aforismos, me llama la atención éste:
"Cambiar el sentido de las palabras de una lengua es alterar el valor de las monedas de un imperio, es sembrar la confusión, la oscuridad"
...Creo que algo así nos está pasando en esta época un tanto decadente...
¿Qué significan hoy -en ciertos grupos supuestamente progresistas y pluralísimos- palabras como "Tolerancia", "Solidaridad", "Respeto" o "Diálogo"?

Anónimo dijo...

Sí el arte debe fijarse una meta que se aleje sin cesar. Y a la vez que se acerque cada vez más a la verdad. Como decía Heidegger La poesía es la esencia del arte. Pero la poesía es la esencia de la verdad.
Ahora bien, habríamos de entender la verdad como la verdadera verdad, como la adecuación del intelecto a la realidad y no como la entendía Heidegger.

Juan Ignacio dijo...

Para mí, la última.

Yo me digo a veces: ningún exceso es bueno, excepto en el amor.

Pero quizás se deba ver distinto: en el amor es imposible llegar al exceso (y de paso se revalida lo de que ningún exceso es bueno).

E. G-Máiquez dijo...

Yo también estoy muy agradecido al Barbero, y me gustan mucho todas. Por seguirle el juego a Juan Ignacio, elegiré una: "No mientas a alguien con quien deseas tener confianza. Desde que le digas la primera mentira, te costará mucho creerle." La aparente falta de lógica le da su gracia; La exactitud empírica su dramatismo.

Y qué me ha gustado tu juego de palabras con mi nombre, Inma. En mis dos primeros libros yo hice algo parecido, pero con seseo y egotismo, hablando de "Enrique-serme". Tu entrada me recuerda que llegó el momento de Enrique-cer a los demás. En la medida de mis posibilidades.

Buenas noches a todos.

Juan Ignacio dijo...

La verdad que esa que eliges es genial...

Hace tiempo un blogamigo me hizo pensar en algo que yo formulé así: "¿Cómo querés que te crea si ni yo digo la verdad?"

Pero cuán mejor lo dice este don Rivarol que nos presentas.