—Buenos días —digo.
Nadie me contesta, o algún tímido “hola”. Empiezo a pasar lista y veo, entonces, a una chica con su gorra puesta.
—Perdón, ¿puedes quitarte la gorrita?
— ¿?
—… la gorra, que si puedes quitártela —repito, apoyándome en el lenguaje de signos, señalándome la cabeza.
—No.
—Es una regla del instituto y…
—Ningún profesor me ha dicho que me la quite.
—Soy el primero. Por favor, quítate la gorra.
Se la quita, mascullando. “Vaya entrada”, pienso. Luego, con los nervios, me lío con la lista, y le pongo falta a alguien equivocado. ¿A quién? Pues a la niña de la gorra (de la gorra ahora en la mesa).
—Perdona, me he confundido…, [aspavientos] ... no si ya he visto que tú sí estás aquí.
Para romper el hielo en el primer día, les pregunto por sus aficiones. Chatear, dormir la siesta, salir de marcha, el carnaval… De pronto, alguien dice leer. Miro, y es la niña de la gorra (ahora en sus manos).
—Qué sorpresa, y ¿qué te gusta leer?
—El Código da Vinci.
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16 comentarios:
¡Qué trabajo tienes por delante! Pero sin ceder en lo de las gorras.
Mucho ánimo!
"No tienen necesidad del médico los sanos, sino los enfermos..." ¿Quién dijo eso?
Ay, Enrique, real como la vida misma...
¿Hipócrates? =D
Muchacho, mucha conformidad (es lo que le dijo mi abuelo a mi padre hace hoy treinta años, el día de su boda...)
Y digo yo, no por fastidiar sino por ignorancia docente ¿qué problema tiene la gorra? ¿Qué otras normas "de estilo" tienen los centros de enseñanza? Lo de las aficiones sí que me parece descorazonador, pero coincido con el enfoque optimista de Joaquín: contágialos (en el mejor de los sentidos) como aquí a nosotros.
Ahora lo que tienes que proponerte es que cuando acabe tu curso, la niña y el resto salgan leyendo a Flannery et al. Suerte, Professor Higgins.
Jajaja! Vaya con la chica de la gorra, con la chica lectora!
Buena suerte en este curso! Me ha gustado estar en el punto de vista del profesor, yo siempre soy alumna.
Buen terreno, falta cultivar.
¡Menos mal que era una gorra y no un velo!
Muchas gracias a todos por los ánimos. El consejo de tu abuelo está muy bien, Rocío, pero afortunadamente esto no es tan indisoluble. En cualquier caso, y mientras vienen los velos, no he perdido la esperanza. Como no soy profesor de literatura, a lo mejor hasta puedo hacerles leer algo. Ya os contaré.
Lo del Código Da Vinci me hizo acordar a esto del P. Castellani (aunque él lo dice en otro sentido y en otro contexto y con otro humor):
Mas si yo tuviese un hijo le daría un buen caballo
para huir de las escuelas, los pedantes, los diarios,
No le enseñaría a leer, mucho menos a escribir,
lo enviaría a las estancias a soñar el porvenir
y a aprender l'única forma digna nuestra de morir...
Y uno a veces siente que el P. Castellani no repartiera toda una ganadería caballar para que mis alumnos tirasen al galope hacia las estancias lejanas...
jajajajaja, buenísimo!!! jajajaja, vaya con la niña de la gorra. Que bueno. Así da gusto comenzar el año lectivo, ya tienes una meta para el curso, conseguir que la niña aprenda lo que es la lectura.
Deus, deus, tantos leitores... e tão conhecedores... Se quase todos começamos por ler o que os outros lêem, porque são os livros que estão mais à mão. Alguns fazem depois a descoberta doutros livros. Porque ler é um prazer, mais do que um dever, não é?
CB, lo portugues
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