El silencio lo recomiendan el refranero popular (“En boca cerrada no entran moscas”) y los filósofos más reputados (de Séneca a Ludwig Wittgenstein, pasando por Baltasar Gracián). Mi larga experiencia demuestra que tienen razón. Quien habla mucho, mete la pata repetidamente. Si yo les contara…
Sin embargo, imaginemos por un instante que todos (digo, todos) nos tomásemos en serio a los filósofos y no abriéramos el pico más que para comer jamón. ¿Qué sería de los encuentros familiares, de las reuniones de trabajo, del café a media mañana? Mirándonos hoscos, de soslayo, y venga a pasar, entre bandeja y bandeja, un ángel, y otro, y otro, en un silencio de ésos de novela, que se pueden cortar, dicen.
La próxima vez que se topen con un bocazas, o me conozcan personalmente, piensen en el sacrificio que esa persona está haciendo por el bien común. Sin sus ímprobos esfuerzos por sacar a flote una conversación, la vida social se convertiría en una partida de póker: el mismo ambiente cargado y el ruidito de las fichas como única banda sonora.
En ocasiones, el bocazas, al final, contagia su entusiasmo y consigue que la conversación nazca y crezca y se reproduzca. Todo el mundo se anima de repente. Amparados ahora por el ajetreo mayúsculo, los sibilinos hablan sin parar, sin esperar a que el otro acabe, sin escucharse. Están resarciéndose de tanto silencio táctico. En ese momento se puede ver al bocazas solo, olvidado en una esquina, comiendo jamón —si queda—. En su rostro la satisfacción del deber cumplido.
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5 comentarios:
Gracias por esta apología.
Apreciado Enrique, pero ¿no será que en realidad le ocurre lo que al cohete del cuento de Wilde y lo enmascara con un benévolo fin social?.
"Me gusta oirme hablar. Es uno de mis mayores placeres. Sostengo a menudo largas conversaciones conmigo mismo y soy tan profundo que a veces no comprendo ni una palabra de lo que digo.
-Entonces debe ser licenciado en Filosofía- exclamó la libélula."
El famoso cohete. Oscar Wilde.
Ja, le he calado.
Pena que no ejerzas de abogado, yo no dudaría en buscarte si necesitase una buena defensa. ¡Buen artículo!
Hiperbólico Beades, mon semblable, mon frère!
Angelicata, me has cazado.
Y oh qué nostalgia tu comentario, AnaCó: mi abuelo, cuando pequeño decía eso mismo: "je, je, cómo se defiende el chiquillo, qué abogado sacaríamos de él". Quizá por eso aquí estoy con un título de licenciado en Derecho bajo el brazo, con lo buen filósofo que habría sido, según la libélula y Oscar Wilde.
Cuando fui a montar un foro de discusión en la red lo que tuve más claro fue el lema (que aún campa en la parte de abajo de la página, semiabandonada): "Si nadie hablara más que de lo que sabe, el mundo sería una inmensa cartuja de silencio".
Es una frase que había salido en varias conversaciones, atribuida a varios autores: hasta ahora no he sabido averiguar su filiación verdadera.
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