¿Con qué jugábamos antes de que la electrónica nos deslumbrara con sus ordenadores micros o táctiles, sus móviles, sus GPSs, sus I-Pods y sus etc? Ver a los niños cayéndose de sus flamantes bicicletas la mañana de Reyes era un clásico; hoy uno se encuentra a los mayores embebidos en las pantallitas y memorizando claves como locos.
También antes se jugaba, digo yo. Y sí, efectivamente, entre las nieblas de mi memoria, recuerdo que antaño los señores jugaban al billar o a las cartas (al bridge los de más elegancia, al mus los demás). Pero esto de ahora es mucho más frenético por varias razones.
La primera razón es una coartada. Nos decimos muy serios que los aparatitos nos sirven para el trabajo, oh, y así nuestra conciencia se tranquiliza. No son caprichos, qué va, sino herramientas fundamentales para el desarrollo profesional en un entorno competitivo, tecnológico, globalizado y en permanente evolución.
Luego, la tecnología funciona como una bola de nieve. Uno consigue el último programa de simulación de vuelo, pongo por caso, pero el ordenador viejo —viejo quiere decir de dos años— ya no tiene potencia suficiente y, por tanto, no queda otro remedio que cambiarlo. El nuevo (o semi nuevo, porque tiene ya dos semanas) viene con un sistema operativo mucho mejor (que hay que aprender a usar) y entonces necesitamos cambiar los drivers de la impresora o comprarnos otra. Así eternamente.
Algunos programas facilitan el trabajo, cierto. Pero si uno hiciese bien las cuentas y sumase las horas que gastó en informarse de las nuevas ofertas, la instalación del software, el stress de los virus y de las misteriosas pérdidas de datos comprobaría que, en el mejor de los casos, lo comido se va por lo servido.
Haciendo abstracción del tiempo, siempre nos quedará la ilusión. Este artículo lo he escrito en mi nuevo notebook de 2 GB de memoria RAM, con Digital motion camera y tres puertos USB. Lo he tenido que escribir deprisa y distraído con las nuevas funciones que ofrece a cada rato, pero ¿no notan ustedes cómo ha mejorado mi estilo en comparación, no digo ya con Camba o Pemán, esos pobres prehistóricos, sino con respecto a mis artículos de las semanas anteriores, redactados sólo con 1 GB de RAM? Aunque no, no, mejor no me contesten… No maten la ilusión de un niño (grande, pero niño).
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9 comentarios:
Exageras un poquitín, amigo Enrique. Para mí, la aparición del ordenador fue un avance mayúsculo que me facilitó, sin pega alguna, todo trabajo escritor. Y ya llevo seis años con el mismo ordenador. Otra cosa es que uno entre en la vorágine de una puesta al día muchas veces totalmente innecesaria.
Auto-Cross. Juegos reunidos.
Aquellos clcks de Famóbil
mucho antes que Chernóbil
lanzara al aire vertidos...
Madelmanes sumergidos
(jamás flotaba ninguno).
El Don Miki que oportuno
contaba cualquier historia
en la hermosa prehistoria
del Word Perfect cinco uno.
ESPINELETE
Hacía siglos que no oía hablar del Auto-Cross, hasta me he emocionado recordando el día de reyes conduciendo ese cochecito con un imán debajo de la pista. Para mí no hay color, había más ilusión en esos juguetes que en los aparatejos de hoy, aunque habría que preguntarle a un niño de ocho años la ilusión que le ha hecho la Wii que le han traído este año los reyes. Para salir de dudas deberíamos pedir a Doraemon un ilusiómetro, usarlo con el niño de la Wii, y que luego nos hiciera viajar en el tiempo a nuestros ocho años, jugando con el Auto-Cross, y midiera también. A ver quién gana.
P.S. Si alguien no sabe quién es Doraemon es que no tiene hijos pequeños. Es un gato cósmico, un manga japonés prehistórico de los años 70 que hace ilusión a los niños del siglo XXI. Fijaos si es prehistórico que a Nobita, el amigo de Doraemon, le zurra su madre.
¿Algún usuario nota los beneficios de tener un nuevo Sistema Operativo? En el entorno Windows, que es el que conozco, creo que no. Los expertos notarán que es más seguro y alguna que otra ventajilla. Pero a simple vista, lo único que aporta es unos iconos más molones y que hay que descubrir cómo llegar a lo que uno antes tenía perfectamente organizado y que hay que volver a organizar.
Pero el SO no es lo peor, lo peor es si uno se va encaprichando con juegos nuevos, con nuevos aparatitos que quizás no sean compatibles del todo con tu PC... en cuanto uno se mete en el torbellino del "hay que tener el último modelo de todo para poder presumir de ello", entonces está perdido. Hay que resistirse antes de entrar en el campo de atracción del agujero negro.
Amén, Isabel.
Cierto, José Miguel, la décima de Espinelete nos pincha con su nostalgia. Y a mí, de paso, me da una lección literaria. En mi artículo tenía que haber nombrado esos juguetes nuestros de entonces. Ah, y el ilusiómetro, qué ilusión me haría que me lo pusieran los Reyes. Sería más útil en crítica literaria incluso que un detector de mentiras.
Admirable Suso, sigue así, feliz y libre del agujero negro.
ah, entretenío juego:
10 años pa uno nuevo,
un nuevo ordeñaó viejo
PD
oh, conocimiento:
meno espertos
y ma maestros
Lo mejor es tener un hermano o un amigo forofo de la informática que te informa y te formatea todos los aparatos que uno, pobre, tiene que comprar y así uno se dedica a lo importante. Un abrazo
Impresionante casualidad, Jesús. Venía de estar completamente de acuerdo con tu comentario en casa de Glez Romano y me encuentro contigo aquí. También estoy completamente de acuerdo en la utilidad de ese hermano/amigo impagable.
El mío, y sirva este comentario de sentido homenaje, se llama Manolo Morales.
Nada cambia con la máquina nueva.
Aunque siempre hay algo de gusto especial, ese antiguo gusto que también surgía cuando uno empezaba a escribir un cuaderno nuevo o con un lápiz nuevo.
(Este y el que sigue geniales).
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