Transcribo trozos de la entrevista que Patricia Bins realizó a Mario Quintana para la revista Leia de octubre de 1985.
PB—Qué diferencia hay entre el niño Mario y el poeta Quintana?
MQ—Ninguna.
PB— ¿Puede usted recordar su primer poema? Y el que escribió hoy, ¿cómo es?
MQ— No puedo recordarlo. Comencé a hacer versos en cuanto a aprendí a leer. Seguro que el poema no funcionaba. Aunque el poema de un niño poeta es siempre el mejor poema del mundo. No puede no serlo: es el primer y deslumbrado encuentro de un alma con la poesía. En cuanto al poema de hoy, prefiero no citarlo, porque existe el peligro de que haya sido un desencuentro…
PB— ¿Qué le irrita más de los otros? ¿Y de usted?
MQ— Las preguntas íntimas. Las respuestas evasivas.
PB— Le gustan las mujeres hermosas. Su primera musa, ¿quién fue? Y Bruna Lombardi [Desde 1976 siempre van juntos a las tardes de autógrafos], ¿de qué manera entró en el papel de sus amores?
MQ— Bruna es, ante todo, mi mascota. ¿Nuestros amores? Bruna no me ama, sólo me adora. Esto porque un desencuentro de los husos horarios abrió una diferencia de 48 años entre nosotros… ¡Una pena! Pero felizmente el Tiempo nos dio tiempo de encontrarnos aún en esta vida, de volvernos grandes amigos. No puedo quejarme… porque Bruna es una de esas personas que compensan la vida.
PB—El futuro, ¿cómo lo imagina?
MQ— El futuro es una especie de banco, en el cual vamos ingresando, uno tras otro, los cheques de nuestras esperanzas. Vaya, no es posible que todos los cheques sean sin fondos.
PB—Y su visión del otro mundo, ¿De Dios, dioses y de los ángeles? ¿Del Diablo?
MQ— Lo sabré cuando toque… Tengo hasta bastante curiosidad —pero ninguna prisa— de saber coómo será el otro mundo. Dios está en todas partes. ¿Por qué buscarlo en el ruido exterior? Si está en todas partes, está dentro de cada uno de nosotros y a cada uno le compete descubrirlo, darle la mayor parte posible en nuestra vida terrena. De lo contrario nuestro Dios interior puede hasta morir, como acontece con los ateos. los positivistas, todos los materialistas. Ellos no saben que son el sepulcro de Dios.
En verdad, no importa si la gente creo o no en Dios, sino si Dios cree en la gente. Por mi parte, sólo creo en la segunda Persona de la Santísima Trinidad, en el Dios vivo, pues tenemos testimonio histórico de que Jesucristo vivió entre nosotros.
En cuanto a los dioses paganos, murieron de hecho, porque los poetas dejaron de invocarlos.
De los ángeles no puedo dudar en absoluto, en vista de la insistencia con que aparecen en mis poemas.
¿Santo de mi devoción? San Jorge, con su caballo y su dragón. Soy muy devoto de los tres.
PB—¿Qué obras o que autores ama más?
MQ— Antonio Nobre, Cecília Meireles, Camôes, García Lorca, Apollinaire, Verlaine, Racine, Shakespeare, el Nuevo Testamento, Dostoieski.
PB— ¿Qué obra suya le dio más placer? ¿Y mayor angustia?
MQ— Todas.
PB— Considerado hechicero y mago, ¿qué siente ante el misterio de crear?
MQ— Deslumbramiento y susto. Digo susto porque, para decir verdad, nunca pasé de aprendiz de hechicero.
PB— Cierta vez, al recibir una invitación de Manuel Bandeira, respondió que sí, que iría, y añadió: “Su deseo es una orden, pero ni se imagina lo aburrido que soy en los intervalos de mis poemas”. ¿Es verdad, se halla usted aburrido cuando no está en estado de gracia?
MQ— Otros me encuentran aburrido cuando estoy en estado de gracia.
PB— En el “Quien es quién” está registrado que Marío Quintaan es un “patrimonio universal”. ¿Cómo encara la prueba concreta de su inmortalidad?
MQ— Yo siempre me consideré un ciudadano del mundo, pero ¡patrimonio universal? Eso es otro cantar. Se alguien se considera un patrimonio universal, será que está loco… o que es un genio. Yo, ninguna de las dos cosas. Pasa que estoy de moda, lo que me me asusta un poco, pues me desvivo preguntándome: “¿Hasta cuándo durará esta inmortalidadicilla?
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3 comentarios:
Trapiello puntualiza
Carta aparecida en Público ayer
http://blogs.publico.es/cartasdeloslectores/544/14de-mayo/
He leído con tanto asombro como desolación e irritación la entrevista que este periódico nos hizo a Malcolm Otero y a mí en un hotel granadino, con motivo del Hay Festival que tuvo lugar allí, y en la cual le hace decir a uno cosas de todo punto erróneas, toscas y fuera de contexto. No habría tenido demasiada importancia, de no haber sido porque se ventilaban allí algunas cuestiones delicadas. Se hablaba de mi última novela, Los confines. No es una novela sobre el incesto, ni mucho menos su apología, sino sobre el amor, y así lo repitió uno y el propio Malcolm Otero unas 20 veces delante de los periodistas presentes, pese a lo cual el titular del periódico (Público, 09-05-09) era de todo punto inadecuado.
He de insistir aún en ello: la novela no es un tratado sobre el incesto, aunque, según le aclaré al periodista, en mi opinión, la prohibición del incesto marca, según Lévi-Strauss, el paso del estado de naturaleza a la cultura y, como señalan algunas feministas, esta teoría es en realidad la descripción acrítica del patriarcado y el patriarcado está en el origen del machismo y el machismo directamente relacionado con la violencia de género. Para otros, el tabú del incesto es incluso anterior a la cultura, con un origen genético. Es todo muy complejo. No es pertinente, por tanto, titular simplificando que “El origen de la violencia machista está en la prohibición del incesto”. Por lo demás, a los personajes de la novela les preocupa y ocupa su relación amorosa, no el incesto, aunque vayan a sufrir sus consecuencias.
Había también algunas otras cuestiones mortificantes, en una entrevista desafortunada de principio a fin, en el fondo y en las formas, y temo que algunos lectores de Público se hayan sentido molestos, incluso irritados por el tono, la arrogancia y las imprecisiones que aparecen en algunas de mis respuestas. Les comprendo perfectamente.
Andrés Trapiello
Sí, he leído con mucho gusto la contestación de Trapiello, que le honra.
Lástima lo de "inmortalidadicilla", que no me termina de gustar (me rima absurdamente con rencilla y morcilla). ¿Cómo es el original, tal vez "inmortalidezinha"? (Suena mucho mejor en portugués, más cariñoso.)
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