Hace unas semanas había saludado a la
hija de unos conocidos, que ha roto en guapísima, con esa luz especial que
sólo emana de las más hermosas, una luz renacentista, y un brillo en los ojos
que te limpiaba el alma. A ella no se lo dije para no dar la imagen de viejo
verde babeante, disimulé. Pero en cuanto vi a su padre le di mi más sincera enhorabuena.
Me pregunto cuál de sus hijas era, aunque, cuando no supe decirle bien, no
importó: él sabía cuál decía. Y se embaló. No sólo es guapísima, efectivamente,
sino también simpática (eso lo comprobé) y una brillante estudiante y una mujer
responsable y una hija cariñosa y una hermana entregada y una amiga de sus amigas excepcional…
De pronto, me sorprendí pensando: “No será para tanto”, lo que era muy idiota y desleal,
porque había empezado yo y sabía que era para tanto. Y entonces comprendí por
qué mi madre (para desesperación de mi padre) nunca nos ponía del todo bien,
siempre dejaba caer un pero: bueno, pero egoísta; listo, pero distraído;
etc. pero etc. Yo eso lo he heredado instintivamente y así Enriquito es muy
guapo, pero se parece a mi familia política; Carmen graciosa, pero mandona. Y en
mis críticas literarias siempre echo unas gotas de acíbar también. Se trata de
desactivar el “No será para tanto” que es una bomba de relojería que se
instala, si no va uno con mucho tiento, en la mente dialéctica de todo
interlocutor.
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6 comentarios:
Muy interesante.
Yo no definiría una fórmula de cómo hablar de los hijos.
No incluiría siempre lo malo para dar la realidad completa.
Si se me permite hablar embobado, hablaré embobado. Si se trata de hacer un análisis frío para ayudarlo a él o al recomendárselo a otrA persona, allí sí.
Qué razón tienes y, sin embargo, cuánto daño hacen las madres inconscientemente con ese pero, porque las hijas siempre hacemos examen frente a ellas y nunca aprobamos...
No hablaré de los elogios a las personas, siempre subjetivos. En los elogios a los libros, y a cualquier obra humana consciente o deliberada (no es el caso de los hijos), yo creo necesario el apuntar al menos los reparos que nos susciten -y razonarlos, obviamente. No hacerlo conduce a esa sucesión de brindis al sol que son algunas presuntas críticas, o a administrar a cosas simplemente bien hechas (lo cual no es poco, pero está a años luz de ser suficiente) elogios que harían enrojecer a Virgilio o Dante. Porque ahí sí existe, o debiera existir al menos, en el interior del crítico, una escala de valores con la que comparar, para dar a cada cosa el que le corresponde: no menos, pero tampoco más. Y eso no se llama acíbar: se llama justicia, simplemente.
Aquí la mente de un interlocutor. oiga: no será para tanto.
¿y lo de parecerse a su familia política, es un "pero"?
Es una broma: digo "pero" y el interlocutor piensa "porque". Y piensa bien. Gracias por dejar que lo explique, querido anónimo, por si acaso pasaba por aquí algún pariente (político). Lo malo ahora es que pase ahora otro pariente (consanguíneo).
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