sábado, 3 de septiembre de 2011

Qué arranque

Llevo cuatro días que no paso del capítulo 1, versículos 1-4 del Evangelio de san Lucas. Dando el motivo para escribir su libro no pudo ser más sincero: "Ya que muchos [...] me pareció también a mí […] escribírtelo". En contra de lo que pudiera parecer a primera vista y venía agobiándome de un tiempo a esta parte, el hecho de que nos preceden una barbaridad de escritores es un estímulo, un estímulo sorprendente, pero eficaz. Lo demuestra la experiencia. 

De paso da también una espléndida lección contra la falsa humildad. Obsérvese: "muchos han intentado", o sea, no han conseguido del todo; y san Lucas dice haberse informado "con exactitud de todo desde los comienzos" y se propone además "escribírtelo de forma ordenada" con el fin de que el distinguido Teófilo (¡así hay que tratar a los lectores, con el nombre propio, si se puede, y con distinción siempre, directa como aquí o con unas gotas de ironía, desocupado lector, como Cervantes!) conozca "la indudable certeza" de las enseñanzas recibidas. Cada coma emana seguridad en sí mismo y, sobre todo, exigencia personal y literaria.  

Supongo que para lo primero (emprender la escritura porque ya muchos lo hicieron) hace falta lo segundo (convencimiento en que uno tiene algo que aportar y ganar de esforzarse). Son dos grandes lecciones. 

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Es significativo que S. Lucas dedicara su evangelio a una persona llamada Teófilo. De esta manera, todos los que queremos tener amistad con Dios podemos sentirnos invitados a su lectura.
Jilguero.

Juan Ignacio dijo...

No es por tirar tierra pero cuanto menos leyo uno más cree que "tiene algo que aportar".