El dragón es la más cosmopolita de las imposibilidades.
Y me quedo pillado del genio del maestro, de su precocidad y de su coherencia. Literalmente con la boca abierta. Porque:
1- Efectivamente, es una greguería como la copa de un pino.
2- Ahí está ya (¡en su primera frase!) su amor, que sería vitalicio, por los cuentos de hadas con un toque medieval.
3- Y su enfrentamiento, como un san Jorge, contra las fantasmagorías en defensa de esa doncella encantada que es la realidad.
4- También su desdén genético por el cosmopolitismo.
5- Y desde luego la gracia.
Qué monstruo.
3 comentarios:
Qué grande, y qué grande tú escribiendo sobre él.
Y qué bonita e hidalga es la palabra desdén.
Lo que es bonita e hidalga, queridos amigos, es la compañía. Gracias.
Publicar un comentario