Dichosa la rama que al tronco sale. Cuando
íbamos a Murcia de pequeños a ver a nuestros abuelos maternos, nosotros, que
llegábamos prácticamente del campo, nos abalanzábamos sobre las escaleras
mecánicas de El Corte Inglés. Eran una atracción de feria, pero
mejor, más grandes, y gratis. A mi hija también le parecen lo más. Y me parece
bien no solo por vanidad genética. Qué inmensos juguetes pone a nuestro alcance la vida:
escaleras mecánicas, aviones, trenes de alta velocidad, ordenadores, incluso —pienso ahora— los despertadores, tan parecidos al coche de los escobazos, la casa de los horrores (en el mejor de los sentidos) del instituto o cosas tan
tontas, pero de colores, como la televisión... Y la naturaleza ya es la pera,
aunque más sublime, menos cacharrito de feria.
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4 comentarios:
A mi me pasaba lo mismo. ¡Que ilusión cuando el objeto de la compra estaba en la última planta, qué decepción cuando sólo estaba en la planta baja!
El sobrino de 6 años, el que vive fuera, alardea de conocer todos los Corte Ingles (aunque solo ha visitado dos o tres). Lo hace con el mismo orgullo que el que alardea de haber visitado todas las capitales de Europa.
Cuando viene a visitarme, nos metemos en uno, subimos, damos vueltas, cambiamos de escalera.
Entonces, ya desorientados, él se convierte en guía y tiene que conducirnos hasta la puerta de salida
Siempre lo consigue.
Feliz, luminosa y alegre Pascua para toda la familia
Visto así, cambia la forma de ver la tragedia de "el hombre lejos de la naturaleza". Es como el chico que, lleno de juguetes, no sale a jugar al parque.
Mi padre nos llevó de pequeños al Reina Sofía (creo que es gratis los domingos) para que subiéramos y bajarámos en los ascensores de cristal exteriores... ¡Menudo parque de atracciones!
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