Hubiese puesto mis cuentas en el artículo del periódico, pero me quedaba sin espacio para describir la vertiginosa procesión interior, así que me las traigo aquí.
Con la edad, la procesión —aunque este año fue lentísima— cada vez va más
rápido. Lo mismo pasa con la vida. La mejor explicación de ese hecho universal y, en principio, asombroso
se la dio en un aeropuerto un anónimo guatemalteco a Andrés Neuman: "Un
año, para un bebé de un año es el 100% de su vida; para un niño de 4 años, ya
ha descendido al 25%; para un tipo de 44, es poco más de un 2 %". He
sacado mis cuentas y las ocho horas que dura mi procesión, no son más que un
0'002 % de mi existencia. No me extraña, por tanto, que se me pasaran volando.
4 comentarios:
Pues me alegro que no hayan cabido esos numerotes en un artículo tan "visual" y entrañable. BB
Procesión... y ofrenda:
Los pétalos que brillan, las estrellas que perfuman, los niños que chisporrotean, las novias que pespuntean, los enfermos que salen a las orillas...
Ese es tu ¡guapa, guapa!
Gracias, Enrique. Cada año distinta, pero siempre igual de emocionante.
Gracias, BB. Tienes razón. Los límites (también los de caracteres) nos vienen bien siempre.
Y gracias a ti, CB.
Para muchos, entre los que me cuento, los viajes de ida duran más que los de vuelta.
Jilguero
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