viernes, 22 de junio de 2007

A mis hermanas

Estamos siempre solos. Cae el viento
entre los encinares y la vega.
A nuestro corazón el ruido llega
del campo silencioso y polvoriento.

Alguien cuenta, sin voz, el viejo cuento
de nuestra infancia, y nuestra sombra juega
trágicamente a la gallina ciega;
y una mano nos coge el pensamiento.

Ángel, Ricardo, Juan, abuelo, abuela,
nos tocan levemente, y sin palabras
nos hablan, nos tropiezan, les tocamos.

¡Estamos siempre solos, siempre en vela,
esperando, Señor, a que nos abras
los ojos para ver, mientras jugamos!
Leopoldo Panero, Escrito a cada instante (1949)

10 comentarios:

Adaldrida dijo...

El finbal del soneto es de shock. Muchas gracias...

Adaldrida dijo...

Se me ha colado una falta de Hortograffía...

Ángel Ruiz dijo...

Escalofrío. Qué enorme poema.

Anónimo dijo...

Maravilloso! Gracias, poeta.

Anónimo dijo...

"Soneto al soneto", dijo Keast, otro L. M. P. nos dice que la vida nada tiene que ver con el poema que solo cree que la rima y el metro sirven para diferenciar al poema de la vida.

Corina Dávalos dijo...

Precioso el poema, y la etiqueta es también una pequeña joya. ¡Gracias!

Inma dijo...

Me ha encantado, y a medida que iba recorriendo los versos pensaba algo muy parecido a tu etiqueta.
¡Gracias!

Álvaro dijo...

Infancia y gallinita ciega es que, por narices, van de la mano... qué guay

E. G-Máiquez dijo...

Los versos de la etiqueta son muy míos, entre otras, cosas porque los ha escrito otro poeta: Miguel d'Ors.

Anónimo dijo...

Grande este poema, sí.