domingo, 25 de noviembre de 2018

Viaje de vuelta



Me han echado la mirada de odio más tierna. En la cola de embarque del avión, una señora mayor se paró, taponando el paso. Yo ya prisa no tenía ninguna, pero su hija le dio un empujón muy desabrido y le dijo a la madre: «¡Quita!» Yo le iba a sonreír, pero antes de nada me estaba echando una mirada de odio que me heló la sangre, pero me calentó el alma. Su corazón de madre no iba a afearle, qué va, los modos a la hija. El culpable era yo.


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Como el vuelo venía hacia el oeste, he visto que occidente, contra lo que se dice, es el anhelo de no perder la luz. Es cogerle las vueltas a la luz, seguirla, ir con ella. Europa es un arquero. España es la flecha (la punta es Portugal) e Italia e Inglaterra son los dos extremos del arco. La luz viene de oriente. Y así iba mirando por la ventana durante el vuelo, hasta que el cielo se puso rojo, y pensé que habíamos acertado con la flecha, pero llegó la noche.


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En el aeropuerto de Sevilla, unos segundos de terror con las llaves del coche. Pensé que me las había dejado en Roma. Las veía sobre la mesa de noche. Luego las encontré. Pensé que eso a lo mejor les pasa a todos, pero que como no tienen blogg, pues no lo cuentan, y parecen mucho más cuidadosos y formales que yo.


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Lo bueno es que eso me preparó para el susto de la tarifa del parking.


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LUNA (AP-4) 

Entre dos nubes, 
un segundo me mira. 
Ve que he llegado.



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En el aeropuerto de Sevilla estaban hablando dos operarios. Me fijé sobre todo por el gusto de reencontrarme con el acento. «Ayer quería salir a tomarme un cacharro, pero la parienta me dijo que me lo tomase en casa...» «Y eso no es lo mismo, eh. No sabe igual». «No, yo pá eso no me tomo ná». Pero como yo estaba deseando llegar, me he encaprichado con el cacharro. Cuando he llegado a casa, Leonor ha hecho como la luna, entre dos sábanas. Los niños dormían. La única que me ha hecho grandes cascabeleos ha sido Aspa. Y me he puesto el cacharro, mientras levanto acta de que he llegado. Me está sabiendo a gloria.


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