Me ha gustado mucho el poemario de Daniel Fernández (Barcelona, 1988), Las cosas en su sitio (Siltolá, 2018). Entre mis poemas favoritos, están «Rosa, Rosae» o «Seremos fuertes». Son textos estupendos que cumplen con creces las exigencias de mi poética. Pero, además, el joven poeta me ha dado dos lecciones que me hacen mucha falta. La de que basta un apunte con autenticidad, sin más, para provocar una intensa descarga de emoción poética trascendida:
VERANO DEL 94
Que otros ansíen libertad,
tiempo infinito o ser felices.
Vuelva a mí el gozo de creer
que nadie en Tejerina
conocía el moral de Los Hortales.
Y la de que basta crear, con el poder encantatorio de las palabras, un tono anímico, en este caso el de la tristeza, para que el poema funcione y lo agradezcamos y nos consuele. También, de nuevo, esa renuncia a la exposición de un planteamiento y una explicación redunda en una ganancia poética:
TRES TRISTES TIGRES
Tres tristes tigres
tiritan en la tarde.
Retumba un trueno extraño.
Mamá tigre ya tarda
........................--se retuerce
su muerte trémula en la tierra inerte.
Tiritan tristes en la tarde
tres tigres.
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