jueves, 7 de marzo de 2019

Difunto


Hace una semana fui a misa a mi antiguo colegio antes de ir al instituto. Me dolía bastante el pecho. Cuando entré en la capilla estaba llena de alumnos, de profesores, de personal auxiliar y hasta de personas de fuera. Habían tenido que abrir las puertas correderas del fondo y poner sillas en el comedor. Allí me senté yo. A través de la lejana megafonía me enteré de que la misa la ofrecían por Pedro y me temí lo peor, pensando en algún alumno recientemente fallecido en algún accidente. Me uní a las preces a pesar del dolor creciente en el pecho.

A la salida, no me quedé a saludar a nadie, porque había decidido ir a Urgencias. Resultó que tenía arritmia:



Tenía que haber ido antes, y tal, y tendría que volver por la tarde al cardiólogo. Ahora tengo que tomar menos cafés, y pasear más. Ya está.

Hoy he vuelto a misa a mi viejo colegio y he preguntado por Pedro. Me han dicho que era don Pedro, un profesor que lo fue mío desde siempre, que era amable y severo y del que guardo un gran cariño.

Pero me ha encantado mi confusión con un alumno, no sólo por la emoción a flor de piel que se respiraba en la misa, sino también porque he pensado que, en efecto, ante la muerte, uno siempre es un alumno, un niño.


2 comentarios:

尚淑静 dijo...

¡Cuídese Ud. mucho, don Enrique!

Adaldrida dijo...

Cuidate, Enrique.