Me cuenta Carmen (10) que hace cinco años vio claro algo que no se le quita de la cabeza. Fue que las heridas están desparramadas por el suelo y en las esquinas de las cosas y que, cuando uno se cae o tropieza, es como si se le pegaran a la piel. Luego, en realidad, no es que se curen, sino que terminan despegándose y volviendo al suelo.
Tampoco se me va a quitar a mí de la cabeza a partir de ahora.
2 comentarios:
La descripción es muy hermosa, pero tan Lovecraftiana que me ha dejado mal cuerpo. La pandemia está cambiando los relatos infantiles y me da miedo.
Es absolutamente genial!
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