lunes, 18 de febrero de 2008

Presentimiento

Cuando me crujen los huesos,
oigo el golpe de las tablas
de mi ataúd contra el suelo.

13 comentarios:

Corina Dávalos dijo...

Tu hipocondria tiene unos síntomas muy poéticos...

Juan Antonio González Romano dijo...

Muy machadiano o, lo que es lo mismo, muy bueno.

Anónimo dijo...

Si tus huesos escuchas
no tengas miedo:
mientras te quede oído,
no estarás muerto.
Otro problema
es saber si lo que oyes
vale la pena...

Con mi admiración por tan buena soleá, Enrique.

Ángel Ruiz dijo...

Por eso en los entierros de las películas americanas el ataúd baja con un mecanismo hidráulico, para que no se acuerden de la muerte al oír el crujido de sus huesos.

Nodisparenalpianista dijo...

Joer, EGM, toco madera, lagarto, lagarto!!!!

Agus Alonso-G. dijo...

Muy propio del tiempo litúrgico.

Anónimo dijo...

¡o sea que de incinerarse nada!

E. G-Máiquez dijo...

Me reafirmo en el propósito
de no incinerarme nunca
cada vez que limpio el polvo.

E. G-Máiquez dijo...

Te agradezco el consuelo,
querido Octavio,
pero estar sordo y muerto
tampoco es malo.
Lo que es terrible
es oírlo, saber
que hay que morirse.

Néstor dijo...

Discrepo Enrique (prometo no volver a hacerlo): lo terrible no es saber que hay que morir, ni oir que llega, sino precisamente no admitirlo. Supongo que es ahí donde debemos presentarle batalla, con dignidad.

APELO dijo...

Un poco luctoso el tema, pero me gusta.

Anónimo dijo...

Cuando me crujen los huesos
maldigo el frío que hace
en el puto cementerio.

E. G-Máiquez dijo...

Me castañean los dientes...
En el vasto cementerio
siempre corre la corriente.

En cuanto que resucite,
lo primero, desde luego,
será mudarme de suite.