En el pecado va la penitencia. Después de [son]reírme de Jünger y de lo desagradable que le resultaban a él los elogios, un amigo me manda una reseña inédita con estas palabras, entre las que se oye un je-je guasón: "En realidad, más que para corregir cosas antes de mandarlo a imprenta -que también- me doy cuenta de que te lo envío porque, en primer lugar, eres un lector muy generoso y elogioso siempre (gusto del que no hay que privarse como autor, me comprenderás)".
Ahora no sé cómo devolverle la guasa, entre otras cosas, porque no hay nada que corregir abruptamente (lo que me gustaría) y me temo que no voy a poder salirme del papel ése de elogioso empalagoso que me endosa. Fijaos si es buena la reseña del puñetero que he dejado todo lo que tenía entre manos y me he lanzado a leer las Cartas de la prisión y de los campos, de P. Florensky. ¡Y las tenía atrasadas desde Dios sabe cuándo!
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3 comentarios:
Lo que importa del elogio es la autoridad intelectual y artística de quien lo ofrece, claro, y que el que lo recibe reconozca esta autoridad (no sentimental y amistosa, sólo, sino objetiva).
Perdona que sacara a la luz un trozo de tu carta. No lo pude evitar: me hizo mucha gracia el elogio del elogio que me atizas, por bocazas y por ponerle la diéresis sobre la u a Jünger, ea. Me hubiese gustado corregirte algo, ya digo, por ponerte al menos el acento sobre tu ú, Jesús, pero la crítica está muy bien escrita. Cuando salga, deberías publicarla en tu blog. Yo, desde aquí, la enlazaré/ensalzaré enseguida.
Hola, Enrique.
Estoy preparando un monográfico sobre Carlos Javier Morales (para una asignatura) y he llegado a la crítica que publicaste en PoesíaDigital.
Necesitaría una pequeña bio-bibliografía tuya para poder nombrarte correctamente. Muchísimas gracias y un saludo,
Ana.
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