Estaba desbordado por las averías: el pozo sin agua, el ADSL se había ido (¿adónde?), era necesario revisar la electricidad, y todo en el mismo día. Mi mujer también se había ido, la muy ejecutiva, a su empresa, lejos. Llamar a los técnicos es echarle un lazo a un galgo. Y cuando llegan, es echarte la mano a la cartera, toda pulgas. Casi nada tiene remedio. Casi todo es culpa del técnico anterior. Y hay que cambiarlo. Así las cosas, tenía dos posibilidades: o echarme a llorar o recurrir a Chesterton, mi primo de Zumosol.
Preferí a Chesterton. Para él un problema es una aventura mal interpretada, mientras que un problema correctamente enfocado se convierte en una aventura. ¿También los amperios? También. Y como un recuerdo trae otro, estando ya por Inglaterra, me recité la cita: For a man’s house is his castle. ¡Oh mi castillo en ruinas!, pensé; o más exactamente, mi castillo asediado, no por problemas sensatos y ordenaditos, sino por un tropel revoltoso de ellos. Por “un ataque de comanches borrachos”, que diría Miguel d’Ors.
Entonces, de repente, me vi señor de la torre, cercado, sí, de comanches, pero señor al fin y al cabo. ¿Resistiría heroicamente el asedio? ¿Llegaría sano y salvo a la noche, al llamado “reposo del guerrero”? ¿Y podría apoyar mi cabeza (dolorida) en el hombro de la recién regresada y compasiva señora de la fortaleza? ¡Qué emocionante todo!
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
1 comentario:
También aqui asedian cosas parecidas, qué animo me da tu entrada... Gracias.
Publicar un comentario