lunes, 23 de junio de 2008

Google y yo

No pierdo pie con el Príncipe de Asturias. Tampoco con su hermano mayor, el Nobel. He participado como jurado en premios —bastante más plebeyos, por supuesto— y hasta gané alguno en los buenos viejos tiempos. En consecuencia, me cuesta tomármelos en serio. Y cuanto más importantes, peor. Sin embargo, cuando un premio de boato acierta, me alegro. Es el caso de Google, que se ha llevado el Príncipe de Asturias de Comunicación. Hay ahora quien recuerda que, según las bases, el premio tendrían que darlo a personas o instituciones, no a un motor de búsqueda. Da igual: es un premio acertadísimo.

Lo fácil con Google es quedarse en las anécdotas. Que se usa mucho para el cotilleo, por ejemplo. A mí me hace más gracia ver cómo trabaja para la vanidad. Cuando en mi blog nombro a cualquiera, me lee enseguida. Como si lo invocase. Todo el mundo teclea su nombre en Google, y cuenta las entradas que le nombran, y las lee con interés. Conmigo Google no es tan halagador, sin embargo. Busco “García-Máiquez” y la máquina responde con un endecasílabo burlón: “Quizá quiso decir ‘García Márquez’”.

Yo se lo perdono. Lo importante es que ha venido providencialmente para rellenar las lagunas culturales que me había dejado la reforma educativa de Villar Palasí, al que se le ocurrió el BUP. Con la LOGSE nos metemos mucho (y nunca será bastante), pero no está de más recordar que la decadencia educativa comenzó con aquel ministro de Franco. Lo contrarrestaron justo a tiempo para mí y para toda mi generación, Sergey Brin y Larry Page desde California con este motor de búsqueda que permite rastrear la red entera. Los datos que nunca nos enseñaron están ahora a nuestro alcance en cuestión de segundos. Uf, por los pelos...

Alessandro Baricco en su inquietante ensayo Los bárbaros concede a Google un papel central en la configuración de la nueva mentalidad mundial. Con algunos extremos de su libro es fácil discrepar, pero difícilmente se puede exagerar la importancia de Google, y Baricco, aunque lo intenta con todas sus fuerzas, no lo consigue. Sin Google, Internet sería un armatoste inmanejable y nosotros estaríamos mucho peor preparados. Desde aquí yo le otorgo al Premio Príncipe de Asturias el premio de mi aprobación y de mi aplauso. Esta vez ha acertado de pleno.

3 comentarios:

Jesús Sanz Rioja dijo...

Y que lo digas, muchacho. No sé si se lo dieron ya al que inventó la telefonía móvil, pero lo merece tanto como Google.

Anónimo dijo...

Yo con Los Bárbaros de Baricco estoy en todo (salvo en su visión franco/itálica excluyente del vino), y más con lo que postula sobre Google: recuerda que él no dice que el cambio que describe deba interpretarse en términos de la dicotomía bueno/malo... Pero no por ello dejo de admitir como acertado el premio.

Últimamente me he encontrado branquias en el cuello.

Salud y abrazos,

Tlön

Anónimo dijo...

Lo bueno de Google es que usar su buscador para buenas obras. Es el caso del Buigle, el buscador de la Iglesia católica, que usa (de forma personalizada) la tecnología google. Fué creado por Google para colaborar con el sostenimiento de la iglesia. Y funciona igual de bien.