Me he pasado el verano en paños menores. Para colmo, en paños menores metafóricos, no sólo analógicos. Los analógicos son los trajes de baño, cada vez más parecidos a la ropa interior por un proceso de acercamiento mutuo y consenso. Los bañadores reducen su tamaño mientras que la ropa interior adopta colores vivos y diseños italianos. A pesar de los vivos colores, a partir de cierta edad, uno mejora vestido de invierno riguroso. En esto al menos que se acabe el verano no me entristece tanto.
Yo venía a hablar de los paños menores metafóricos. La idea es del escritor Carlos Pujol: “Quien enseña un borrador se muestra en paños menores”, y es verdad. Este verano lo he comprobado en mis propias carnes. Aprovechando las vacaciones del instituto, me he puesto a trabajar. Tenía que entregar, entre otros encargos, un libro en septiembre. “Corregir es el segundo turno del talento”, asegura Andrés Neuman. Después de aplaudir el talento de Neuman, yo añadiría que también es el segundo turno del tormento. Uno ve crudamente sus carencias y defectos, y siente que ni en sueños llega a dónde sueña.
Entonces acudo a mis amigos y me pongo en paños menores: les enseño mis manuscritos, rogándoles que me arropen con sus correcciones. Ellos leen mis cosas y encuentran enseguida, ay, las faltas de ortografía, las faltas de sintaxis, huy, y las faltas, uf, de lógica. Es un mal trago para ellos que me tienen que poner en evidencia y un mal trago para mí, que quedo como Cagancho en Almagro. Todos tragamos, sin embargo, pensando en la literatura, que merece el sacrificio. Lo importante es que al final al lector no empiecen a explotarle los anacolutos en las manos.
A mí, naturalmente, me gustaría que mis mejores amigos me admiraran mucho. Pero igual que voy a la playa en bañador asumiendo el desprestigio porque mi mujer es una gran aficionada a las olitas del mar, así paso la vergüenza de los borradores con tal de que mi libro resulte mucho mejor que yo. “Oscuro el borrador y el verso claro”, nos recomendó Lope, y uno se oscurece y borra lo que haga falta. Si vengo aquí a consolarme un poco, es porque sé que ustedes, acostumbrados a la confesión sacramental y tal vez a la dirección espiritual, saben muy bien de lo que hablo.
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