Entre mi amor por la Historia de España y la desazón que me causa el cine español, ganó la Historia, y he ido a ver La conjura de El Escorial. A la película la salva eso: el eco de nuestro pasado, la arquitectura de El Escorial y un magistral trabajo de vestuario. El guión, como de un Pérez-Reverte alicaído, permite vislumbrar retazos del Siglo de Oro y da una excusa para la ambiciosa ambientación. No es poco.
Hay que pagar, por supuesto, el peaje a nuestro cine. Primero, a sus actores poco convincentes. Qué diferencia los extranjeros (Julia Ormond, sobre todo) con los indígenas. De la sobreactuación nacional se salva con mucho mérito Juanjo Puigcorbé y, a medias, Rosana Pastor. No anda fino el director con el enamoramiento entre el viejo alguacil y la joven morisca, bañado en aguamiel, ni con las escenas de acción, de inspiración más bien circense. Pero lo más cine español es cuando el dispensador oficial de venenos aparece practicando la sodomía sin venir a cuento, cuando los malos se reúnen para conspirar en un concurridísimo burdel o cuando la princesa de Éboli se nos desnuda un momentito delante de todo el pelotón que acude a detenerla.
A bote pronto, lo que más molesta de esas escenas es lo innecesario y lo inverosímil. A uno, algo cinéfilo, le irrita muchísimo más que un destape una incoherencia argumental. En las películas el tiempo es oro, un bien escaso que no conviene desperdiciar yéndose por los cerros de Úbeda o por los harenes de Estambul.
Luego, pensándolo mejor, me he maliciado que tal vez La Conjura de El Escorial esconda una sutil conjura de ultratumba orquestada por el mismo Felipe II o por alguno de sus inquisidores. Esas escenas digamos rompedoras están siempre protagonizadas por los más villanos de los villanos y son objetivamente desagradables. El homosexual, sadorracista, por cierto, dispensa venenos mortíferos como quien vende sugus, sin la menor sombra de remordimiento; la cuadrilla de asesinos del lupanar, además de asesinos, son unos chapuceros de la escuela Pepe Gotera y Otilio; y la Princesa de Éboli, que traiciona a su rey y a su país por la pela, es una adúltera con modales de verdulera (y que me perdonen la frase hecha todas las señoras verduleras). No me extrañaría nada que el lobby gay o la Vicepresidenta del Gobierno encabezaran una protesta contra esta película que, queriendo o sin querer, deja rematadamente mal a todos los progresistas.
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9 comentarios:
¡Cómo le gusta a uno que lo quieran! ¿Va a tener razón Gabriel García Márquez cuando dijo que escribía para que lo quisieran? Todo esto viene a cuento por mor de tu comentario en mi entrada "Lo mejor", que me ha conmovido. ¿Por qué? Porque escribes puñeteramente bien, joer, y los elogios de un maestro saben a miel. Gracias, amigo Enrique García-Máiquez.
¿Y tú crees que los progresistas van a ser capaces de ahondar tanto como para protestar por esas cosas? Ni siquiera habrán reparado en ello.
Si las feministas no protestan por el contínuo despelote de actrices nacionales en las películas..., ¿porqué van a protestar por ésto el lobby gay o la Vicepresidenta?
Buenísima crítica, me basta y me sobra para perdonarme la peliculita, que por cierto, no pensaba ir a ver (NB: Hice un voto hace ya años de no pagar por ver cine español y a fe mía que lo cumplo).
Me pregunto si estará basado en una basura similar que me mandaron desde Aceprensa y no pude deglutir. Para que no lo compréis: "La conjura del Greco", de un tal Ayllón cuyo nombre de pila se me escapa.
Muy bien, señor Máiquez, menos mal que quedan personas como usted para recordar estas verdades eternas.
Es que yo no sé ustedes qué pensarán, pero a mí me parece que estas personas homosexuales es evidente que no pueden tener puestos de responsabilidad. Podrán ser buenas personas, bien, pero es evidente que esa desviación suya (cuando no es simple y llanamente ludibrio, que también es cierto que de todo hay en la vida del Señor) les hace ver las cosas de manera anormal y toman decisiones incorrectas. Con su propia vida que hagan lo que buenamente quieran (excepto pretender el matrimonio y la adopción, cosas aberrantes); pero que no estén en puestos directivos. No es posible que una persona homosexual dirija a una mayoría de personas que son heterosexuales. Sería el mundo al revés. Y esto es tan cierto ahora como siempre, según recuerda esta película que debe de ser nefasta, según usted nos dice, pero que se apoya en la historia de España, que siempre es instructiva y necesaria.
Lo felicito por su blog, señor Máiquez, es usted un hombre a carta cabal.
Pero Mateo, Mateo, que eso no lo digo yo, hombre. La Conjura es de la película, como verás si vas a verla. La duda mía es si lo hace queriendo o si es la Inquisición la que mueve los hilos desde ultratumba.
Este mateo debe ser una caricatura, ¿no?
Lo que es una caricatura de verdad, querido Ignacio, es la peli. Ya te digo, si eso, en vez de firmarlo el cine español viniese de América, estarían hablando de neocons y etc. Yo insisto: mi única duda es ¿ha sido queriendo o les salió sólo en cuanto metieron las escenitas de rigor? Yo aquí no quito ni pongo gay.
Muy bueno, Enrique, muy bueno... Ahora lo de Mateo me parece un poco de risa, la verdad. Qué tendrá que ver el ser homosexual con ocupar un puesto directivo, un cargo público o lo que sea. Semejante afirmación no la traslucían tus palabras. A mí lo único que me molesta es que la gente vaya haciendo ostentación y lo publique, como "eso" si le importara a alguien.
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