No lo cito en el artículo porque hay demasiado mutatis mutandi que hacer. Donde E. J. dice "güelfo", yo pondría güelfo negro, como Dante; donde "prusiano", tecnócrata; donde "Gran Alemania", Hispanidad; donde "europeo", occidental; y donde "ciudadano del mundo", católico. A pesar de tanto cambio, Jünger y yo sufrimos contradicciones parecidas y soñamos con idéntico mediodía. Pero para no liar, mejor citar a Bergamín, al que esta vez no hay que mutarle nada de nada.Mi vida política interior se asemeja a un reloj cuyas ruedecillas girasen a la contra unas de otras; pues yo soy, al mismo tiempo, un güelfo, un prusiano, un partidario de la Gran Alemania, un europeo y un ciudadano del mundo —pero en la esfera del reloj podría imaginarme un mediodía en el que todas esas cosas sonsonasen armónicamente.
[París, 1 de agosto de 43]
miércoles, 5 de mayo de 2010
Mi vida política interior
La explica más meticulosamente Jünger que Bergamín:
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22 comentarios:
Así, yo soy por linaje y por feudalidad un güelfo, mientras que mi concepción del Estado es prusiana. Al mismo tiempo formo parte de la nación alemana y soy por mi formación un europeo, más aún, un ciudadano del mundo, un cosmopolita. En tiempos conflictivos como éstos las ruedas interiores parecen moverse a la contra las unas de las otras y al observador le resulta difícil darse cuenta de cuál es la posición de las agujas del reloj. Todas esas ruedas se moverían conformes entre sí si nos tocase la gran suerte de hallarnos insertos en unos órdenes superiores. También se llenarían entoces de sentido los sacrifios, y de ahí que tengamos el deber de aspirar a lo mejor, no sólo para nuestra felicidad personal, sino sobre todo por motivos del culto a los muertos.
Comparto el espíritu de la cita de Jünger, aunque a mí me preocupa más la integración hacia dentro de España que hacia fuera.
Por eso, más que (o además de) las leyes que nos mantienen o no unidos, me parece que lo importante para la unidad de España son los sentimientos mutuos entre sus ciudadanos. ¿De qué servirá recortar o incluso anular el Estatut, si con ello se exacerba el resentimiento y la desconfianza entre Cataluña y el resto de España?
Como me preocupa el tema, y es obvio que a ti Enrique también, me permito compartir aquí mi particular solución al problema de la unidad de España. Lo hago porque, en parte, me fue inspirada por la lectura del blogg, en esa entrada en la que hablabas de la esperada llegada de los veraneantes al Puerto.
La solución consiste en, aprovechando un cambio de gobierno, eliminar la "Educación para la ciudadanía" y sustituirla por algo útil de verdad: una asignatura obligatoria para aprender otra lengua española además de la habitual (pues tan españolas son el vasco, el gallego y el catalán como el castellano). No nos preocupemos tanto por el inglés, que lo van a tener que aprender de todos modos, y vayamos a lo que importa, pues con esto nos jugamos el ser o no ser. Y todos sabemos que en la base de todos los nacionalismos centrífugos está la cuestión del idioma.
Mi sueño es, entonces, que incluyendo el dominio de la segunda lengua española como condición para entrar en la Universidad, y visto lo difícil que es aprenderla sólo en la escuela, se genere una provechosa industria cultural en España: estancias de verano en Galicia para niños vascos, intensivos de catalán para andaluces, cursillos, talleres y fascículos, todos compitiendo por aprender mejor la lengua del otro (en lugar de ningunearla como se hace ahora).
Sobre todo, me ilusiona la perspectiva de amoríos adolescentes entre chavales de regiones diversas; si conseguimos eso, se acabo el nacionalismo. Mejor aún: acabamos con el paro y con el raca-raca nacionalista al mismo tiempo; solucionamos la crisis económica y la identitaria.
Mira que soy ingenuo.
Nada estimula tanto la inteligencia como la ingenuidad. Yo, si me lo subvencionan, me apunto de alumno piloto a tu programa de lenguas españolas. Me encantaría aprender catalán. El vascuence, querido A., me temo que escapa a mis posibilidades, pero contigo está en buenas manos.
No puedo dejar sin torear este toro buenista que han soltado al ruedo.
1. porque los nacionalistas se han hartado de proponer esto de enseñar las 'otras' lenguas. Y si lo haces ellos, hay que hacer lo contrario [ya sé que no es un argumento constructivo, sino reactivo, pero a mí siempre me ha funcionado].
2. Porque si ponemos clases de euskera a los niños extremeños ¿qué quitamos? ¿Matemáticas?
3. ¿Y para qué quieren aprender euskera los niños extremeños? ¿Para leer, en el mejor de los casos, a Aresti en su lengua original? Mejor que aprendan, ya puestos, o alemán o francés o italiano.
Es un argumento buenista que sólo se puede reducir al absurdo, como todos los argumentos buenistas.
Es buenista, sí, e ingenuo, como ha reconocido A.R. Pero, en el limbo de las buenas intenciones, qué me gustaría hablar catalán perfectamente; entre otros idiomas, claro. Si lo que se quita es "Educación para la Ciudadanía", miel sobre hojuelas. Y aunque la vida no dé para tanto (no salen, precisamente, las implacables matemáticas), como deseo común, ya sería benéfico. Yo no hablo japonés ni lo hablaré jamás, pero las ganas de hacerlo ya me acercan un poco más al Extremo Oriente.
Coincido con EGM en lo de occidental y católico. Discrepo en lo de tecnócrata y en lo de güelfo (lo de güelfo negro no se lo que es). Puestos a ser prefiero considerarme gibelino. Además soy español y liberal. A secas.
Siga usted, si le parece, escribiendo sobre Jünger.
A mí de Bergamín sólo me interesan sus escritos sobre toros.
Sobre las lenguas: cada vez siento más simpatía hacia el modelo jacobino y bonapartista francés.
Saludos cordiales.
Un par de reflexiones. 1) Atendiendo a lo que defendió de hecho, y con las armas en la mano, Jünger, yo tiendo a mirar sus consideraciones de carácter político con mil ojos y la desconfianza puesta. Y entiendo poco de quienes desconfían del "buenismo" del que aquí se habla, pero no desconfían de unos planteamientos donde cabe esa práctica. 2) Se habla aquí de los "nacionalistas" como si sólo lo fueran los catalanes, vascos..., ésos a quienes se llama también "nacionalistas periféricos", y los amantes de España en los términos aquí aludidos no fueran también nacionalistas (españoles, obviamente). Es una curiosa omisión; o algo más, si se hace así para poder demonizar a los otros.
Yo, en lo personal, soy muy poco nacionalista, y me resulta difícil de entender en qué sentido un ser humano, cualquiera que éste sea, habría de serme más ajeno que otro, sólo por haber nacido en un lugar más alejado del de mi propio nacimiento. Convertir en una categoría, y casi una sustancia, el azar de haber nacido un poco más aquí o un poco más allá (sobre todo si consideramos las cosas a escala cósmica, y la Tierra misma como el minúsculo grano de polvo que es: dos nanómetros -o como se diga- más a la izquierda o a la derecha), me parece una divertida manera de perder el tiempo..., que puede dar origen, por desgracia, a consecuencias bastante menos divertidas.
Querido GdL, con la confianza que da la coincidencia en lo esencial, le respondo por partes:
1) Mi tecnocracia responde al deseo de expulsar a los políticos y a las ideologías de todos aquellos campos en los que una gestión ajustada y racional sea suficiente. Y cuanto más limitada mejor.
2) Hablo de güelfos negros por, en principio, más partidarios a un entendimiento con los gibelinos. Pero puedo estar confundido. En todo caso, la evolución política de Dante es muy aleccionadora; y habrá que hablar de ella.
3) Gibelino, como usted, es Álvaro Mutis, que Dios guarde.
4)Yo "a secas· no soy nada.
5) Sobre Jünger, y siempre es poco.
6) Pues no sabe lo que se pierde. En Bergamín, como en la parábola, hay mucho trigo y mucha cizaña. Es una lástima arrancarlo todo junto.
7) Sobre lenguas: cada vez siento más simpatías hacia el modelo del Pentecostés.
Un abrazo de su seguro amigo.
Usted, marinero, es cosmopolita a secas. Postura muy respetable, por supuesto.
Acusar a Jünger por haber defendido lo que defendió con las armas es lo mismo que acusarle a usted de franquista por haber hecho la mili entonces o haber pagado impuestos. Dios me libre.
Pues yo ando como las manecillas de un reloj antiguo. Algunas veces marco una hora distinta a la que marca la luz del sol, una hora menos o un segundo de más según en el hemisferio del mundo en donde me encuentre, en donde mi alma habite en ese instante.
Un gran artículo y una magnífica entrada, Enrique.
Saludos
Yo en cambio hay cosas que lo soy con sencillez. Es decir: a secas. Como ser español y liberal.
Respecto a Bergamín: he leído sus aforismos y me parecen, como uno de sus títulos taurinos: el arte de birlibirloque. (¡gran libro!). O Los aforismos de la cabeza parlante (yo diría mareante). Pero seguro que tiene usted razón que sabe más que yo de estas cosas.
COmo gibelino aficionado y respecto a la Santa Sede, pues en el Dogma: obediencia. En política: desconfianza. Lo mismo que en el siglo XVI, cuando don Diego Hurtado de Mendoza bregaba por allí.
Lo de Pentecostés: se me escapa todo esto pues no sé como se aplica esto en política.
Respecto a los tecnócratas: la política y la ideología siempre están donde resida el poder. El especialista puro y eficiente puede ser asimismo funesto.
Pero, en fin, comprendo que esto es para otra ocasión.
Muchas gracias por su atención.
Saludos de su seguro amigo y lector.
No, si Pentecostés no se aplica a la política, sino al don de lenguas.
Y sí, le reconozco que al tecnócrata hay que atarlo bien corto.
Gracias, como siempre, a EGM por la ponderación de que hace gala (y no sólo en su respuesta a mi nota, naturalmente) en un tema como éste.
Sólo señalarle que yo no critico a Jünger porque participase obligatoriamente en ciertas cosas, sino porque defendiera y justificara con la pluma (a eso no estaba obligado) cosas bastante atroces en sus resultados. Cierto que él siempre las consideraba, cuando lo hacía así, desde lo que pudiéramos llamar una distancia cósmica, sin mancharse con las consecuencias reales; pero dichas consecuencias, entonces o después, le rodeaban y le fueron conocidas. Y ese situarse, pese a todo, "au dessus de la mêlée" en tales condiciones, me parece o cínico o muy ingenuo, bastante más -y bastante peor- que el "buenismo" que decíamos.
Cierra los ojos y duerme,
Meabe,
pestaña contra pestaña.
No es español quien no sabe,
Meabe,
las cuatro lenguas de España.
Vaya, la que se ha montado. Gracias Enrique y compañía una vez más por la tertulia.
Gabriel, igual pedir las cuatro lenguas es demasiado. Yo me conformaría con conocer dos y reconocer las otras dos.
Ángel, a los escolares extremeños, como a los demás, seguro que les viene bien conocer mejor su propio país. Siempre es bueno saber algo de alemán o japonés, pero esas lenguas no forman parte de nuestro patrimonio, conocerlas no tiene ese efecto de cohesión nacional. La gente sólo permanece unida si tiene cosas (pasiones e intereses) en común. Y, por otra parte, si se puede estudiar "Educación para la ciudadanía" en inglés en Valencia, no veo por qué no se pueda estudiar matemáticas en euskera en Badajoz.
Ya que aquí está todo el mundo definiéndose, yo en política me tengo por bastante realista, y por eso precisamente insisto en lo de los sentimientos (Chesterton, help!). No sé que es más buenista: pensar que la unidad de España depende de las historias sentimentales que vivan nuestros hijos, o pensar que depende del fallo del Constitucional (que pasará a la Historia, pero como papel mojado). En lo político y lo judicial la batalla me parece ya perdida, y por eso quiero creer en la posibilidad del acercamiento mutuo mencionado por Enrique. (Y esa es mi ingenuidad, claro.)
Marinero, tiene usted razón, pero la cuestión no es esa: si todos (menos los pocos poquísimos cosmopolitas de verdad que pueda haber) somos nacionalistas de alguna nación más o menos imaginaria, la cuestión es qué proyecto nacional merece más la pena. A mí una España plurilingüe me parece mucho más atractiva que una colección de reinos de taifas monolingües.
Entre Aresti y Julián Marías, que aseguraba que no era español completo quien no conocía Hispanoamérica, me van a dejar hecho un apátrida, ay.
¿Y no vale, Gabriel: "quien no ama,/ Meabe,/ las cuatro (o cinco) lenguas de España"? ¿Y no valdría, Julián, con decirse con la misma emoción de JRJ: "Ya solo el agua nos separa,/ el agua que se mueve sin descanso,/ el agua, sólo el agua"?
"No es español, Meabe, quien nosotros -los Arestis de turno- decimos que no cumple alguno de los criterios que hemos decidido previamente para otorgarle el título que nos arrogamos": estos nacionalistas siempre igual: repartiendo papeletas de limpieza de sangre o de lenguas.
Y puesto a seguir en la espiral del absurdo, también habría que aprender bable, aragonés, leonés, castúo, etc., lenguas supuestamente discriminadas por otras lenguas (que sí que tienen apoyo de autoridades autonómicas poderosas.
Y a todo esto, el que se quedaría fuera sería el portugués, la lengua, con el castellano, de literatura más valiosas de la Península.
Y Andoni, los escolares extremeños no creo que conozcan mejor su país si estudan las matemáticas en euskera: ¡qué sugerencia más delirante!. Y el hecho de que Camps cometa una estupidez con lo de la Educación para la ciudadanía en inglés no justifica proponer cosas así.
Y yo creo que el alemán o el francés o el italiano o el portugués forman más parte de nuestro patrimonio que el euskera. Y tengo familiares nacidos en el País Vasco que como son 'maquetos' no aprendieron eusquera de niños y ahora están teniendo problemas para acceder a algún trabajo: mi prima Itziar, por ejemplo.
Igual que GdL encuentra el punto débil de mi entrada en mi preferencia por los tecnócratas, AR encuentra el punto flaco del artículo en esa apariencia de que a mí no me importa el sentimiento. No es así, aunque me temo que lo parece. En realidad, solo prentendía advertir de que no podemos revolear el derecho constitucional por lo que sientan unos cuantos.
Hablando de sentimientos, para el de pertenencia a España, más importante que un intercambio de estudios de lenguas, sería que todos estudiasen una historia común y sensata y garantizar los derechos para todos en todas las esquinas del Estado. Los políticos, porque les interesa, y a los escritores, porque nos interesan, tendemos a valorar demasiado las lenguas. Si ponen barreras y discriminan, la verdad es que parecen bífidas.
¿Y si hiciéramos un "Erasmus" interior para favorecer la cohesión entre los españoles?
Todos los universitarios tendrían que hacer la mitad de su carrera en una comunidad distinta de la de origen.
Pero soy muy pesimista:los políticos nacionalistas periféricos -y los otros políticamente correctos- no apoyarían nada que diluyera sus "sentimientos nacionales" a favor de los "estatales".
No soy "periferiófobo", pero los continuos pellizcos e insultitos de buen rollito que nos lanzan los nacionalistas de esta clase me tienen la moral amoratada.
¡Ah! Y como nacionalista se ha vuelto un adjetivo poco enrollado, se lo adjudicamos también a los demás, y todos iguales.
Las lenguas son para comunicarse y para entenderse.
Traduttore, traditore.
¿Los que quieren traductores en los parlamentos quieren entender a los demás y que les entiendan?
(Perdón por el retintín)
Muy finos los dos últimos comentarios. Asociar los traductores en el Senado con los traditores tiene mucha punta y, si no hay nada en contrario, lo usaré. Y demuestra un oído atento, efectivamente, ver que "nacionalista" tiene aparejado ya el mal rollo y que se extiende por eso. También lo plagiaré, si no hay inconveniente, a la primera oportunidad, que no tardará mucho.
Usa lo que quieras de lo que yo comente. Para eso se habla, para agrandar la vista de los interlocutores con más ojos mirando.
Un ejemplo de lo que decía antes:
Cambio de denominación del Instituto Nacional de Meteorología a Agencia Estatal de Meteorología. ¿Hay una distinción importante entre Instituto y Agencia?
Pronto veremos, por sugerencia de algún político REE en lugar de RNE. Al tiempo.
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