sábado, 5 de marzo de 2011
Efectos colaterales
La prohibición de fumar habrá quitado muchos humos, pero levanta densas polvaredas. Ya se han vertido ríos de tinta sobre las consecuencias económicas en el sector servicios. También se bromea sobre el smirting (mixto de smoking y de flirting), que es la nueva modalidad de ligar, en la puerta de los locales, aprovechando el relativo silencio, la separación de los cerrados grupos de amigos, la luz de la luna o de la farola, que hace las veces, y sobre todo la excitante complicidad en lo prohibido. Pero todavía no he leído a nadie comentar que los mendigos colilleros encuentran ahora cigarros casi intactos, pues la gente que no practica el smirting sale, calma el ansia en dos caladas y vuelve a entrar rápidamente. No lo he leído, pero lo he visto con mis propios ojos en Madrid, y me alegro del regocijo humilde de los mendigos.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
6 comentarios:
Lo que yo he visto con los míos, Enrique, es cafeterías en donde antes no se podía entrar, por la multitud consumidora, y ahora tienes la barra libre para ti solo. Esto es una suerte para los que no fumamos, pero una gran faena para los dueños y los trabajadores de las cafeterías.
Yo te doy mi versión. Antes, salías al escenario, mirabas para abajo y veías una ingente muchedumbre mirándote, siempre borrosa dentro de una gran nube de humo. Ahora te subes, y ves esa misma muchedumbre intacta, clara, diáfana. No sé, como que ya no es lo mismo.
Abrazos
Ricardo V.
Otra consecuencia de la prohibición es que la gente fuma más por la calle, porque tiene que inyectarse la dosis de nicotina antes de entrar en el trabajo o en el bar.
A mí me da igual que me dejen o no fumar. Cosas peores hay en la vida. Para mí el problema es que nos acostumbramos a que el Gobierno sea nuestro padre que vela por nosotros. Estamos infantilizándonos a toda velocidad.
No es, creo, "ya se han escrito ríos de tinta" sino "se han vertido ríos de tinta".
Gracias por echarme un flotador, anónimo. Tantos años dando brazadas por los ríos de tinta, y todavía me llevo ahogadillas todos los días. Te debo una.
Publicar un comentario