martes, 3 de diciembre de 2013
El extraño caso de las opiniones mutantes
Escribo una crítica y cada vez que la releo o la recuerdo pienso que fui, sucesivamente, demasiado duro, blando, tajante, oscuro, taimado, imprudente, injusto, inflexible, misericordioso, implacable, obtuso, clarividente, perspicaz, torpe... Eso me había pasado con las reseñas casi siempre, pero últimamente me pasa con los consejos que inflijo a los amigos, con las opiniones que doy en las cenas, con las charlas que tengo con mis alumnos, con las clases, con todo. Un poco de Parménides, por favor, que estoy de Heráclito y el todo fluye hasta el cuello.
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5 comentarios:
Siempre ha sido mejor Parménides, metáfisico él, que Heráclito, a la postre relativista.
Cómo te entiendo.
A mí, esa acumulación de adjetivos me recuerda el soneto de Lope sobre el amor. ¿No será que esos sentimientos provengan de lo mismo: de cosas que se hacen amorosamente?
Jilguero.
"Madurar es adquirir nuevas dudas". No sé de quién sea esta frase que me acabo de inventar; quizá la haya oído en el Bar Ménides ése.
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