Hay algo intrínsecamente doloroso en ver pintura: la sensación de quedarte en la superficie.
Los mejores pintores son los que, caritativos, procuran mitigarte ese dolor poniendo mucha profundidad en la tela.
Y entonces eres tú, solo, el que se queda en la superficie.
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Ante este retrato de Camilo Máximo experimenté una sensación de vértigo instantánea pero intensa. El retratado mira al pintor y enseguida no, es el pintor al retratado, y otra vez al revés y otra vuelta y otra…; y yo en medio mirando y siendo mirado, girando. Tuve que apoyarme en el hombro de mi amigo y apartar la mirada.
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En cambio, aquí, una simple, casi iletrada, bien insensible y aguda nostalgia de mi hija Carmen, que ama el rosa. Entre el arte y la vida, yo, la vida, ya se veía.
Por cierto, que cuando llegué de Madrid, Carmen me llamó: "Hey, gordito". "¡¿Gordito llamas a tu padre?!" Y zanjó: "'Gordito' es de amor".
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De pronto, al paso, citándonos desde lejos, la llamarada del Expolio de El Greco restaurado nos hizo volvernos y entrecerrar, para protegerlos, los ojos. Llama de amor viva (era el día de san Juan de la Cruz).
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UNA OBVIEDAD.- Había puesto para ilustrar cierto punto de una clase mía una diapositiva del Lavatorio. Al darme de bruces con él, casi caigo de espaldas. Qué diferencia con la diapositiva. No pongo ilustración, por razones obvias.
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De El Prado fuimos a los Machioili. Si son menos pintura, ellos lo sabían, que no es poco, y además son al menos más novela. Véase La Rotonda di Palmieri de G. Fattori, por ejemplo:
2 comentarios:
Es que Velázquez es muchísimo Velázquez, oiga. Ése sí que pintaba algo, no como nosotros, que no pintamos ná.
Y los macchiaioli son todo un descubrimiento. Pongo aquí enlace a lo que sobre ellos dijo en su blog hace unos días Andrés Trapiello, por si alguien no lo había visto. Vale la pena, quien tenga ocasión, aprovechar esta rarísima ocasión de echarles un buen vistazo; lo merecen.
http://hemeroflexia.blogspot.com.es/2013/10/los-manchistas.html
El Expolio debe de estar refulgente tras la restauración, pero el toledanismo -y los exámenes- me hacen esperar a verlo donde lo he admirado desde niña, en la sacristía de la catedral.
Fue una pena que esos mismos exámenes y trabajos me impidieran ir al fallo del Adonáis. Espero, por cierto, que las aguas se hayan tranquilizado en estos días.
Un abrazo, Enrique.
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