Creía haber dado en el artículo con la clave del asunto, hasta que recordé que hacía tiempo que la había vislumbrado y que está clara en el contraste entre Antonio Machado:
Y al cabo, nada os debo; debéisme cuanto he escrito.
A mi trabajo acudo, con mi dinero pago
el traje que me cubre y la mansión que habito,
el pan que me alimenta y el lecho en donde yago.
[“Retrato”]y a Rafael Alberti:
Aquella tierra con nosotros
no fue lo buena que quisimos.
Cuántas cosas en ella dejamos.
Cuánto le dimos, amigo.
[“A Pedro Salinas”]Entonces me extrañó que, a pesar del paisanaje y la admiración, lo de Alberti me sonase tan antipatiquísimo, mientras que lo de Machado desprendía una dignidad indiscutible. De pronto, caí en la diferencia. Alberti exige y exagera: quiere que España ("aquella tierra", señala desde el Paraná) hubiese sido más buena con Pedro Salinas y con él, ea, y presume de que le dieron “cuántas cosas”, cuántas, uf, pero que la muy ingrata... Don Antonio Machado no pide nada, nada, y sólo dice que ha dado y le debemos lo que ha dado y le debemos: lo que ha escrito. Lo demás, corre de su cuenta. Es la diferencia que va entre un señor y un señorito.
4 comentarios:
No sólo eso. Machado pudo escribir, sin que nadie se indigne por ello, "Soy, en el buen sentido de la palabra, bueno".
Si otros escribieran eso, muchas voces espontáneamente se alzarían para gritar ¡Noooooooo!
Voilà la différence!
Valoro ciertamente más a Antonio Machado, como poeta y como persona, que a Alberti. Pero en el texto se olvida que los versos de Alberti fueron escritos en una situación (el exilio como consecuencia de la guerra civil, con todo lo que conlleva de pérdida, en lo personal y en lo público) muy distinta a la de Machado al escribir los suyos, que son muy anteriores (el "Retrato" a que pertenecen se publicó por primera vez en 1908). Y es una diferencia muy importante, en mi opinión.
Muchas gracias, Anónimo, por su sensata puntualización. Con todo, creo que sirve más de atenuante que de eximente, y que, por más comprensible que sea la circunstancia, hay, en esa actitud de dignidad ofendida mucha menos dignidad que en la indiferente de Antonio. Pero celebro, ya digo, desu justa y oportuna intervención.
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