Explicando a mis alumnos la necesidad de rematar todas las negociaciones profesionales, aunque salgan mal, quedando tan amigos, les hice esta observación: "Y nosotros, que somos de pueblo, más; y más vosotros, que siendo de Puerto Real, sois mucho más de pueblo que yo, que soy del Puerto de Santa María".
Pretendía ser una broma, pero se me pusieron todos muy mustios, dando cabezadas y diciendo es verdad, acallando las pocas voces de protesta que surgían de una esquina. La falta de autoestima de los puertorrealeños es abrumadora.
Yo me quedé planchado y me sentí en la obligación de entonar la loa del pueblo que me da de comer. Como no remontaba, les conté que mi primera novia fue de allí y que aquello me hizo hacer uno de mis primeros poemas preadolescentes, torpemente becqueriano:
¿Por qué cuando voy al otro Puerto,
para mí el único Puerto Real
veo un paisaje vivo a la ida y muerto,
muerto al regresar?
Les gustó muchísimo, lo que trajo a mi memoria que a la interesada no le interesó nada, en su momento. Lo que trajo a mi teoría, después de repasar el poco caso que mis musas han hecho siempre de mis versos transidos, que la poesía es, irremediablemente, para todos, para el lector que pasa, mi semejante, mi hermano. Las enamoradas celosas de su intimidad instintivamente recelan de los versos. Lo que demuestra que ignoran mucho menos de poesía de lo que ellas presumen, presumidas.
7 comentarios:
Hombre, yo supongo que las Musas-de-carne-y-hueso, como dijera el maestro Darío, piensan, instintivamente o por haberlo leído, lo que ya dejó anotado Bécquer, en la 2ª de las "Cartas literarias a una mujer": "Cuando un poeta te pinte en magníficos versos su amor, duda. Cuando te lo dé a conocer en prosa y mala, cree". En lo que no deja de haber cierta injusticia; yo no creo posible escribir un poema de amor que realmente valga la pena si no hay detrás un sentimiento auténtico. Pero el tema, lo sé, daría para mucho. Más frustra saber (y a mí me ha pasado) que los versos que han dejado indiferentes a las nuestras, han servido a algún lector en el trato con sus propias Musas. Pero en fin, al menos que les sirvan a ellos; peor sería que tampoco.
Y lo de la amistad no debería aplicarse sólo a las negociaciones profesionales. Yo soy un convencido del acierto del viejo probervio británico acerca de la necesidad de 'cenar con la oposición',esto es, de entenderse con el rival político al margen de las diferencias ideológicas. Verdad que algunos tienden a interpretarlo como si se dijera con ello que la oposición debe constituir, en la cena, el plato principal; pero es un error. La política que de veras merece ese nombre nada tiene que ver con la antropofagia.
Acabo de ver el cómico horror de 'probervio'. Vurro que hes huno, maldita Hortografía. Perdón.
Burro... y pedante
Una de las acepcionesde "pedante", según el Diccionario de la Academia, es, copio, "Maestro que enseñaba a los niños la gramática yendo a las casas". Mil gracias, si es ésa la idea; y también si no lo es, que una reacción tan ponderada bien las merece.
Sabe usted, tocayo, que no era esa. Iba más por lo de " ...engreido... inoportuno y vano alarde de erudición..."
No le dejo yo entrar en mi casa "ni hartocole ", y menos a "pedantear" a mis querubines.
Pues, en ese caso, más gracias todavía. Siempre es fácil entenderse con alguien tan amable.
Publicar un comentario