viernes, 24 de abril de 2015
Se quella con ch'io parlo non si secca
Qué gran reseña, con grandes luces y grandes sombras, tiene Dante, poeta del deseo de Franco Nembrini. Y claroscuros: por ejemplo, el afán catequético católico muy elemental de Nembrini. Por un lado, carga un poco la mano; por otro, sin una base mínima de doctrina es imposible entender a Dante, y eso hay que entenderlo. A veces, da con la medida justa. Otras, se les ven las intenciones. Muy buenas, por cierto.
Las grandes luces son fogonazos interpretativos muy brillantes, como cuando explica el porqué de la pena del contrapasso y lo enlaza con el respeto exquisito de Dios a la libertad y a la elección del pecador. Entre las sombras, me fastidia que siga Los nueve ensayos dantescos de Borges sin mentar al maestro.
Pero yo venía aquí a hablar de mí. En el verso final (¡en el final!) del canto XXXII del Inferno, Dante le promete al Conde Ugolino que si le cuenta su historia le recompensará "si la lengua no se le seca". La de veces que habré leído eso pensando que era una frase hecha, nada más. Esta vez, sin embargo, he percibido la angustia de Dante de pensar que, aunque Ugolino le cuente la atroz historia, si le falta inspiración, no podrá escribirla. El miedo a la lengua seca, ay. Como es mi miedo, he temblado al cerrar el canto.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
1 comentario:
Es gracioso..., porque seccare también puede querer decir hartar, fastidiar; y si ch'io pudiera ser chi+io, se podría traducir:
"Si aquella con quien hablo no se harta"
Publicar un comentario