Poco después de empezar el curso, me dieron el cambiazo.
Este año había nueva edición del libro de texto de la asignatura “Empresa e
iniciativa empresarial”. A los que querían reciclar libros de años anteriores,
heredados de sus hermanos o primos, yo les aseguré que no habría problema: las
pocas variaciones las avisaría de viva voz. Pero todos preferían el libro nuevo
del paquete y algunos se lo compraron y uno o una, anónimamente, me dio un
cambiazo.
Tardé un poco en darme cuenta, pero era indudable. Empecé
con uno nuevo y el de ahora estaba un poco gastado por las esquinas y con los
ejercicios resueltos a lápiz y algunos apuntes en los márgenes. Yo, en los dos grupos
a los que doy la asignatura, invité al pillo a devolverme el volumen nuevo.
Sobre todo, porque la paginación era distinta y no atinaba a decirles por qué
página íbamos o qué ejercicio tocaba hacer. Aunque reconocía cierta justicia
poética en tras tanto confirmarles que daba lo mismo el nuevo que el viejo.
Ellos se reían, y se miraban de reojo con guasa, pero el zorro justiciero no
salía. También se extrañaban de que no montase en cólera ni ordenase una
investigación. Cuando lo comenté con algunos compañeros, también me miraron con
una enorme lástima por mi falta de carácter, mi despiste y mi resignación.
Pero precisamente... Ayer, ordenando los cuentos de mis hijos,
salió el volumen de “Empresa e iniciativa empresarial” de entre un montón de libros
de adivinanzas. El primer movimiento fue de alegría, como el que da con la
oveja que se le había perdido y eso. Después me puse a pensar de quién sería el
libro viejo que tengo en mi poder. ¡Tanto protestar por el cambiazo y, cinco
meses después, descubro que el cambista fui yo! Por eso, no monté en cólera,
porque qué culpa tenían mis 59 alumnos restantes de que uno hubiese trincado el
libro, habiendo tenido el detalle, además, de haber dejado el viejo a cambio;
pero, sobre todo, porque, tratándose de mí, vete tú a saber. Y hemos venido a
saber, en efecto, pero ahora: de cambiazo, nada; quizá un mangazo por mi parte,
y un inocente que no ha dicho nada en todo este tiempo.
2 comentarios:
Qué bonito que estuviera escondido entre un montón de libros de adivinanzas.
Me encanta (¿o me consuela?) que un poeta tan sensible y divertido tenga que explicar "iniciativa empresarial". Yo también soy camaleónico en algunas asignaturas, por aquello de rellenar el número de horas y ganarme el pan. Hace años lamentaba que mi hermana pequeña estudiase con 12 años que es el IPC, pero no supiera de memoria ninguna poesía. Y en esas estamos. En cualquier caso, seguro que lo explicas con una mezcla de senequismo e humor. Me encantaría asistir a una de esas clases ;-)
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