domingo, 30 de julio de 2017
La cadena del fuego
Me encanta, por su pura belleza estética y su potencia alegórica, la cadena del fuego. Con una chispa no puedes encender un pino, pero sí una cerilla, que podrá prender un puñado de pinocha, que podrá encender unos palitos, que transmitirán el fuego a una piña, que lo hará a un tronquito y éste a otros, y éstos a un tronco y así, hasta poder con una casa, si hay mala suerte.
Lo he visto aplicado, el principio digo, no el fuego, a la literatura. Un amigo me pidió un libro para el verano, y le pasé los Diarios de Iñaki Uriarte. Le están entusiasmando tanto que se ha comprado los Ensayos de Montaigne, que tanto recomienda Uriarte. Si yo, pobre cerilla, le llego a recomendar a Montaigne directamente me hubiese despachado con una mirada de espanto y una broma sobre mi pedantería. Ahora la cadena del fuego ha funcionado a la perfección. Si fuera invierno, diría que me caliento las manos en esa hoguera, pero dejémoslo en que podría hacer una buena barbacoa. O que estoy encantado y divertido, vaya.
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