jueves, 17 de mayo de 2018

Un día redondo


Ayer tenía que quedarme a la hora de comer en el IES para una entrevista con unos padres. En el desayuno, cogí dos plátanos y dos manzanas, para aprovechar la ocasión para quedarme a fruta, como un moderno, y me tomé una tostada extra,  para compensar el defecto de después.

En el café de las 10, que me todo rápido, sumé una tostada más, para resistir lo de la fruta.

A la una, se me quedó media hora libre y fui en un salto a un MacDonald, no fuesen a ser pocas las cuatro piezas de fruta.

A las 14.30, me tomé la fruta.

A las 16.30, en la reunión de los padres, que estaba siendo tensa, me ofrecieron caramelos y pensé que dulcificaría el ambiente. Me tomé dos. (Lo dulcificó).

Cuando llegué a casa, era el cumpleaños de Carmen y había merienda y tarta. Hubo que esperar a encender la vela y tomé algunos dulces (integrales) y luego de la vela, la tarta, claro. Pensé, bueno, hago merienda cena.

Cuando se fueron todos, quedó una Leonor agotada, que se había tragado todos los preparativos y todos los regalos. (Esa mañana, cuando Carmen abrió su paquete, le dije que teníamos que llamar a mamá al trabajo, que lo había comprado con enorme cariño, y la niña me preguntó la gran cuestión: "Entonces, tú ¿qué has hecho, papá, eh?"). Esa Leonor agotada me dijo: "¿Por qué no salimos a cenar con los niños para celebrar en familia (nuclear) el cumpleaños de Carmen?"

Fuimos a misa y tempranito cenamos juntos. Yo no podía dar un paso atrás. Ni lo dí.

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