domingo, 25 de noviembre de 2018
Pude saber quién soy
En los primeros años de universidad, decidimos un amigo desde la infancia y yo quedarnos estudiando toda la noche en su piso. Pedí permiso en mi colegio mayor y me fui allí. Tomamos katovit, café y coca-cola. Se nos quitó el sueño, pero también las ganas de estudiar.
Bajo la baja luz de los flexos, a oscuras, con las caras sombradas como en una serie B, empezamos a charlar de éste y de aquél. Mi amigo, que es una inteligencia natural muy fina, y que la tenía potenciada por el cóctel de excitantes, entró en una especie de trance y, semicerrando sus pequeños ojos, era capaz de retratar el secreto motor de la personalidad de cualquiera. Yo lo seguía, admirado. Confieso que, como crítico literario, sólo aspiro a la lucidez inalcanzable que mi amigo alcanzó aquella noche.
De pronto, rasgó aún más sus ojos. Y me miró. «¿Quieres que te diga cómo eres tú?»
Tragué saliva y (casi) grité: «Ni hablar», y hasta me entraron tantas ganas de estudiar que aprobé aquel examen.
Estoy seguro de que aquella noche pude saber quién soy.
Menos mal:
escapé por los pelos.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
1 comentario:
Buenísimo.
Yo tambien me forré a a katovit con una amiga la noche antes de un examen.
Publicar un comentario