jueves, 11 de octubre de 2007

Lo que falta

De un día para otro se dio cuenta de que su prosa no fluía. Leyó más, lo planificó todo mejor, fatigó borradores, cuidó cada coma, y seguía sin fluir. Sus amigos más perspicaces empezaron a notarlo y él notaba que lo notaban. Se obsesionó con un poema de d’Ors que habla de una hoguera apagándose. Yo le habría aconsejado que no se torturase, que en su mano no estaba devolver a sus escritos el calor y la música. Como soy el autor omnisciente de este microrrelato, no ignoro lo que ocurre. En un rincón un hombre anónimo ha dejado de leerle, no necesariamente por aburrimiento o disgusto, quizá por causas más circunstanciales, como defunción o traslado de localidad. Ni ese lector humilde, que bien podría ser lectora, ni él lo saben, pero la gracia alada de su prosa no era suya. Manaba de la mirada generosa que ahora falta, se pasaba a su prosa, contagiaba a sus perspicaces amigos, llegaba hasta algún crítico...

13 comentarios:

Jesús Sanz Rioja dijo...

Un día de estos reunirás en libro estos microrrelatos, ¿no?

Adaldrida dijo...

¿ERES UN CRAC!!! qué bueno qué bueno. (Me ha gustado...)

E. G-Máiquez dijo...

Qué gracioso comentario, Rocío. Dejando aparte la interrogación, que suplico que sea una errata, va moderándose a medida que avanza: CRAC-->bueno-->me gusta... Menos mal que no has seguido escribiendo, eh.

Anónimo dijo...

Me ha gustado. Qué bueno, qué bueno. Lo de "quizá por causas más circunstanciales como defunción o traslado" es la bomba.¡¡¡ERES UN CRAC!!
(Es un PLAgio manifiesto -gracias, Rocío- que ni siquiera requiere mucha memoria, pero muy muy sentido, que conste)

Corina Dávalos dijo...

A mí me ha parecido muy tierno. ¿La mirada aquella es recuperable? Sácame de esta duda, tú que estás en el papel aventajado de narrador omnisciente...

Juan Ignacio dijo...

¡Es un terrible misterio!

El misterio de lo extraordinario: este del escritor y el lector anónimo que lo alimenta.

El misterio de lo ordinario: Enrique siempre con grandes entradas.

Saludos.

E. G-Máiquez dijo...

Qué miradas generosas... Gracias mil, que sé (omnisciente o casi) lo importantes que son.

Anónimo dijo...

Y van tres veces que intento decir algo y no lo consigo. Se ve que me confunde el revoloteo caprichoso de las musas.

Este microrrelato parece un cuento de final abierto pero está bien cerrado... o no, queda abierto a la vuelta de él o de ella, porque... ¿acaso puede alguien, a menos que esté muerto, resistirse a su prosa?, ¿no es esta narración sobre el don recibido y perdido un prodigio de inspiración en sí mismo?

No sé, me estoy liando pero me encanta.

Anónimo dijo...

Perdón por usar-abusar de tu blog Enrique pero necesito ayuda.
Me ha llegado via correo electrónico una copia en PDF del libro del Papa: Jesus de Nazaret.
La copia que parece completa y auténtica es una traducción de Carmen Bas Álvarez para Esfera de los libros, primera edición, Septiembre de 2007 y tiene 142 páginas. Pues bien, al margen de que el remitente no es habitual en mi correo, aunque no desconocido, me extraña mucho que sin salir del prólogo puedan contarse al menos cinco o seis erratas-errores de bulto. Esta circunstancia me hace dudar de la autenticidad del texto.
¿ Alguno de los contertulios ha recibido lo mismo? ¿Es la edición original?.
Obviamente el remitente no sabe, no contesta.
Gracias.

E. G-Máiquez dijo...

Yo no lo he recibido, Manupé, pero mi consejo es que si tu situación económica no es desesperada (en cuyo caso, me callo), vayas a una librería y te compres el libro. Ahorrarás erratas, edificarás al librero, lo leerás mejor, elevará tu biblioteca y darás testimonio a las visitas.

Anónimo dijo...

La verdad es que no se encontraba entre mis prioridades de lectura mas cercana pero....acato el rapapolvo como merecido. Te faltó decir lo de los derechos de autor.

Coni Danegger dijo...

Enrique, qué suerte tienes que eres omnisciente... (¿o te pusiste en plan Borges y no fuiste "tú" al escribir esto?)

E. G-Máiquez dijo...

Je, je, Manupé. No era un rapapolvo, hombre, y los derechos de autor no fue un olvido, es que no me importan, o no tanto como lo demás.