miércoles, 24 de mayo de 2017

Citius, altius, fortius


La previa

Me he levantado con agujetas. Ayer, por la emoción del partido, para entrenar y para deslustrar un poco mi flamante equipación deportiva, me fui a correr, trotar, andar, pararme... y vuelta. Aceleraba un poco más cuando me cruzaba con alguna chica haciendo running a velocidades de vértigo. Llegué a casa derrengado. A Leonor le chocó de lejos que no le hubiese quitado la etiqueta ni a la camiseta ni a los pantalones. Como quería estar en forma, me decidí por fin a abrir el pseudo-coco que nos había regalado el frutero asegurándonos que es la fruta de moda y que su líquido es muy energético. Energético no sé: malo estaba un rato.

Entre mis agujetas, Quique me ha confesado que le preocupa lo malos que somos. "Lo importante es ser mejores que nosotros mismos", le he dicho, y para fomentar el espíritu olímpico he puesto en el coche poemas de Juan Antonio González Iglesias: 

[...] 
atleta de los émbolos, de los muslos gemelos,  
feliz, triunfal, infante sorprendido y acuático,  
sincronizada toda tu hermosura, sonríes.  

A Carmen no le ha entusiasmado la sesión poético-motivadora. Ha dicho: "Preferiría tomarme el agua de coco a oír esto". Y ha buscado un culpable: "Si no estuvieses todo el día con el artículo, el artículo, hubieses entrenado con Quique y ahora seríais mucho mejores". Quique ha dicho: "A mí me gustan los poemas".


A media mañana

Me bajé al patio a ver jugar a los alumnos al fútbol. En veinte años de docencia, era la primera vez que me ponía en la orilla del campo a mirar.

Cuando subí al ordenador, Leonor me había mandado esto:







El partido

Los partidos, en realidad, porque era una liguilla. No han sido tan temibles. En mi fuero interno, y porque uno se debe a sus lectores, yo esperaba salir en una camilla o así. Lo habrían contado con mucha pena de mi mismo y gracia para vosotros, pero nada. Los padres más deportivos se han apiadado y armado de paciencia con los más concienciados. He llegado a casa recordando a C. S. Lewis cuando cuenta el miedo de uno que va al dentista y que luego es un minuto y nada más. Es cierto que él lo usa como metáfora de la muerte, pero yo he salido vivo. Y Quique estaba muy contento comentando conmigo en la cena los lances de los encuentros ante una hermana muy resignada y una madre muy satisfecha.

Futuro

Acabo de recordar que me despedía de los padres muy contento diciéndoles: "Ea. Hasta la liguilla del año que viene".

1 comentario:

Ana R. Agüero dijo...

Enrique, gracias por la delicadeza de contarnos el desenlace. Aunque ayer no dejé ningún comentario, me tenías en un sinvivir. Me alegro que fuera menos de lo temido (qué bien traída la comparación de C.S. Lewis), y que Quique y tú estéis contentos.