lunes, 7 de mayo de 2018

Miedo al tigre


Cada vez que quiero recordar a alguien que la sensibilidad es una virtud también viril y no ninguna debilidad, le recito esta estrofa de una milonga popular que cantan en la ciudad de Mendoza:

Mi caballo es andaluz, 
de los que trajo Mendoza, 
que no tiene miedo al tigre, 
pero tiembla ante la rosa.

Sin embargo, en los últimos años me he encontrado más con lo contrario. Gentes que, o por mi condición de cristiano o por mi condición de poeta, o por ambas, me afean que no sea melifluo o condescendiente o no me arrugue. A mi madre, cuando le decían “Ay que ver que siendo tan cristiana hagas esto o lo otro”, no siendo pecados ni esto ni lo otro, la ponían deliciosamente furiosa. Lo he herededo. Y anteayer me hice, para uso propio, una nueva estrofa, no tan redonda, aunque he quitado toda sugerencia de nacionalismo, al menos. Y que espero que me sirva:

Mi caballo es de Mendoza, 
así que no te deslices. 
Aunque tiembla ante la rosa, 
no le tiene miedo al tigre.


2 comentarios:

Anónimo dijo...

Mire, la parte buena, ya quisiéramos los demás que nuestros críticos nos dijeran que no somos melifluos, ni condescendientes, y que no nos arrugamos.
"Hoy no has sido melifluo, ni condescendiente ni te has arrugado" ¡Si es un halago!
Hasta los haters se tienen que rendir a la evidencia.

Anónimo dijo...

Propuesta alternativa para el último verso: "no le tiene miedo al tigre".