lunes, 13 de julio de 2020

Finura


Todos hemos alabado y con razón la finura psicológica (que se adelanta a Freud) de esa Lady Macbeth lavándose compulsivamente las manos de una sangre que sólo ella ve. More she needs the divine than the physician, y todo eso. No sé y no he visto nunca que se haga lo propio con Cervantes, que tiene también un hallazgo maravilloso, aunque más alegre.

La famosa infanta Micomicona, que es Dorotea con toda su historia por detrás, ha montado la tramoya de su reino y el gigante que el brazo de don Quijote tiene que desbaratar para sacar engañado al pobre hidalgo de la Peña Pobre. Hasta ahí bien. Pero, cuando en la venta coinciden todos y se desatan los nudos, Sancho ve «que se le desaparecían e iban en humo las esperanzas de su dictado y que la linda princesa Micomicona se había vuelto en Dorotea, y el gigante en don Fernando, y su amo se estaba durmiendo a sueño suelto, bien descuidado de todo lo sucedido».

¿Dónde se había dicho nunca antes que el gigante representaba a Fernando? Pero ¿cómo no?, si el gigante había arrebatado y desamparado a la Micomicona; y los paralelismos son evidentes. Las sugerencias de la metamorfosis son deslumbrantes. De paso, humaniza a Dorotea y llena de una verdad al sesgo la fantasía que ella se montó, diciéndonos, sin decirlo, que todas las historias, incluso las más abracadabrantes, llevan en el fondo una verdad herida, si son auténticas.

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