No lo hice gracias al sabio aviso de Oscar Wilde: la buena educación es lo primero que se pierde cuando no se tiene. Yo tenía la frase fresca de unos días antes, cuando contemplé, atónito, cómo María Teresa Fernández de la Vega perdía los estribos y abroncaba en medio del desfile del día de la Hispanidad a María Emilia Casas, presidenta del Tribunal Constitucional, nada menos. Desde lejos, la cámara no capta lo que le dice, parece que de todo menos bonita. Ni lo que excusa Casas, sumisa, aunque no llegaría a llamar bonita a la Vicepresidenta, espero. En un momento estelar se puede leer en los tensos labios de De la Vega: “¡Qué putada!”.
Qué mal hablados son nuestros políticos en la intimidad o en cuanto se acaloran. Todos, también Trillo-Figueroa con su celebrada gracia (que maldita la tuvo) del “Manda huevos”. Estos políticos nuestros, que se muestran tan finolis delante de las cámaras, a la media vuelta juran como en una taberna. Sufren doble personalidad o, como poco, hipocresía verbal. Quieren engañarnos hasta en el tono.
Yo, mientras tanto, recuerdo a Góngora. No por su elevado estilo, desde luego, sino porque don Luis, para echarle en cara a Lope su pluma popular, le espetó: “con razón Vega por lo siempre llana”. Con mucha más razón Vega, Fernández de la, por lo plana que se ha mostrado la Vicepresidenta.
Pero lo peor, por supuesto, no es el desahogo “qué putada”, tan poco feminista, por otra parte. Lo peor es lo que estaba detrás o debajo y ha venido después. El Gobierno hace denodados esfuerzos por controlar al Tribunal Constitucional, al CGPJ y a la Justicia misma, aprovechándose de que ésta lleva los ojos vendados. La Justicia, escuchando a Bermejo, sí que podría decir: “Qué putada”; aunque, como es más fina y acostumbra a moverse entre sus prudentes señorías, apenas exclamará, la pobre, con gesto levemente contrariado: “¡Qué puñeta!”
[Joly]
4 comentarios:
No es exactamente el tema tratado en su artículo pero me ha recordado una reciente conversación en la que mantuve que, no sé si porque el ejercicio mismo de la política obliga a ello o como manera de defenderse en un territorio en el que han sido minoría hasta hace muy poco, me es difícil encontrar ejemplos de mujeres con comportamientos elegantes en el desempeño de las responsabilidades políticas, insisto en que pueda ser la propia naturaleza de los discursos políticos lo que lo impida, pero ni en estadistas como Golda Meir y Margaret Thatcher (ambas Iron Ladies) Indira Gandhi o Benazir Bhutto, caracterizadas por su rudeza, pasando por otros ejemplos rayanos con la ordinariez casos de la actual ministra de Fomento, la que lo fuese con el PP Celia Villalobos, Isabel Tocino o Cristina Almeida, además del híbrido grupo de preciosas ridículas del que las muestras serían incontables pero podrían ir encabezadas por el peligroso populismo infantilista de Eva Perón hasta descender a las poses de niña rica de Segolene Royal o la más cercana y no menos cursi Rosa Díez. Y en este tema si que la igualdad de géneros es absoluta, ya que con los hombres ocurre exactamente lo mismo. Perdón por el abuso en la extensión.
Qué bueno. Me imprimo este artículo, Enrique. Y cuánta razón tiene el aviso de Oscar Wilde. Situaciones como las de los políticos que mencionas me reafirman en que se coge antes al maleducado que al cojo.
Sr. Buscandoamigas, no hay por dónde coger su comentario:
¿A qué se refiere con eso de "comportamientos elegantes"? ¿Tiene algo que ver con contoneos de cintura o con coeficiente intelectual?
¿Qué piensa de Isabel la Católica?
En cuanto a lo de la igualdad de géneros... ¿Quiere decir que usted juzga imposible la elegancia en un político? ¿Entonces, por qué subraya la femenina?
Si es que no me entero.
La falta de cultura ataca por igual a unos y a otras, y además sin distinción de ideologías. Son incapaces de mantener una argumentación utilizando más de cien palabras diferentes. Todos y todas democráticamente igual de insulsos y ramplones. Pero eso no puede extrañarnos, al fin y al cabo son copia fiel a lo que tenemos en todo el país.Salvo honrosas excepciones, están en política los que no destacan en otras áreas del saber y claro, así nos luce el pelo.
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