Lee en misa una señora mayor de voz temblorosa. Acaba con el salmo: “Cuando pienso que voy a resbalar, tu misericordia, Señor, me sostiene” [Ps 94, 18]; y, sin solución de continuidad, ni corta ni perezosa, emprende el descendimiento por los empinados escalones del altar, realizando el ejercicio práctico de la lectura. ¡Y sí, la sostiene!
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3 comentarios:
¡Ohó!
y nos sostiene...
Saludos
Hubiera sido de humor negro (un tanto Job) que se hubiera dado un batacazo.
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