Esa es la frase que me hace tanta gracia, pero no se la diré
por nada del mundo a la compañera que me espeta por el pasillo: “Qué sonriente
de buena mañana y todavía es martes, ¡¿qué te pasa?!” Si se la confieso (“Nada, que leo
con los ojos”), confirma que soy bobo, y lo seré, pero disimularé
mientras pueda. Aquí, a estas alturas, con vosotros, no hace falta. Iba
pensando que con los libros me ocurre como con la comida, que me puede el ansia
previa y luego o me atasco o me empacho o dejo muchas sobras. Entonces recordé que Leonor siempre me
riñe: “¡Comes con los ojos!”, y que podría recriminarme igualmente: “¡Lees con
los ojos!” Y entonces me entró la risa mañanera, porque es verdad, se
mire como se mire.
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9 comentarios:
Lo entiendo perfectamente. Entre lo que tengo atascado y esperando a ser leído podría concluir que mi indigestión es grande.
Pero es preferible eso a pasar hambre ¿no?
Qué tristeza no tener nada que echarse a los ojos.
Nos quedó la duda sobre el libro que causó tu gula visual.
Hay algunos que leen de boquilla.
Un saludo y coincido con la anterior comentarista: ¡Nada de pasar hambre lectora!
Hay algunos que leen de boquilla.
Un saludo y coincido con la anterior comentarista: ¡Nada de pasar hambre lectora!
Qué bueno lo de la boquilla... Y qué casualidad que Javier y KK pensaron lo mismo a la vez, bromas de blogger aparte.
Ahora me han llegado, Fernando, de un tirón: La profundidad de los sexos y Tenga éxito en su muerte de Hadjadj, los cuentos completos de la baronesa Blixen, los inverosímiles de López y El mapa y el territorio. P'empacharme, vamos. A ver si no me quedo en la boquilla, ay.
Perdón por el comentario con eco.
Es el problema de tener doble personalidad 2.0
Saludos de nuevo y a disfrutar del menú.
Gracias por la aclaración.
A mí también me ocurre, y más cuando hay feria del libro...
Tengo comenzados no sé cuántos, y lo peor es que me los acabo...
Mi enfermedad es la de Adaldrida: los empiezo a "puñaos" y los acabo siempre.
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