Es una obra menor, pero El retablo de las Maravillas de don Miguel de Cervantes es,
también, otra maravilla. Un personaje, Benito Repollo, el alcalde del pueblo,
comete —transparentando así su vacua formación cultural— un error lingüístico,
ese recurso humorístico tan de William Shakespeare y del barroco en general.
Pero cuando se lo hacen notar, no se excusa ni se enfada ni se hace el tonto,
sino que nos ofrece esta joya moral: "Siempre quiero decir lo que es
mejor, sino que las más veces no acierto". Así quisiera ser yo. En España,
a pesar de las monedas de 50 céntimos, no sabemos aún todo lo que vale nuestro Cervantes.
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