El artículo tiene un fallo de principiante que me tiene jorobado, porque ya es incorregible y porque es una prueba de poca productividad, encima. Me vengo aquí a llorar como crítico lo que no supe defender como escritor.
No tendría que haber dicho que llegaba "tarde" a la conferencia, primero porque no es verdad: llegaba "justo" o "por los pelos". Y segundo y peor, porque entonces la culpa del retraso final no es sólo imputable al lío que se hizo el taxista.
Enrique, me gustó el artículo “Productividad”. Me compensó el tiempo. He escrito dos artículos sobre cómo se trabaja en España versus cómo se trabaja en EE.UU., y no mencioné nada especifica sobre lo que demuestra con perfección este ejemplo tuyo acerca del taxista. Al leer tu artículo, me di cuenta de mi omisión. Desde mi punto de vista, al decir que llegaste tarde cuando la realidad fue que llegaste “justo” o “por los pelos” no es una ofensa contra la verdad. En ambos casos, el taxista sigue siendo un ejemplo de la falta de productividad. Si hay un toque de deshonestidad en el artículo, está en la frase “la baja productividad es contagiosa, como demuestra esa conferencia oída a medias. . . o este artículo, que pensaba corregir en el recreo y va al periódico sin un último vistazo”. Si no le hubieras echado un último vistazo después del recreo, esta frase (en la que hablas de lo que ibas a hacer durante el recreo pero no llegaste a hacer) no estaría presente en el artículo. Justo cuando me hiciste pensar que te ibas a profundizar francamente en ti mismo, manipulaste los hechos y disimulaste. Para que sepas, te leo con regularidad porque normalmente cuando me prometes algo que requiere el rigor puro y duro del oficio, cumples con arte, no artificios. Saludos de un seguidor quizás demasiado exigente.
Oye, qué bien visto. En verdad, una cosa no quita la otra, porque no pude darle el repaso de media hora que pretendía, sino en casa, después y corriendo, pero confieso que he sido pillado en falta de coherencia, y te lo agradezco. Así aprendo.
Sobre la muy española costumbre de pensar que cuánto más tiempo se esté en la oficina, mejor, he visto casos sangrantes de gente que echaba más y más horas extras, que luego pasaba al cobro, y empresas que celebraban y ponían como ejemplo la entrega de sus empleados.
Claro, eran tiempos de atar perros con longanizas y se podían pagar importes mayores por horas que por salario.
Ay, cuántos millones habrá entregado cierta caja, ya fusionada, a empleados que no cumplían con sus obligaciones en su horario para cumplir fuera de él y así cobrar de más...
La cuestión es que si alguien necesita (de manera habitual, otra cosa es un asunto puntual) más horas de las que tiene su jornada, indiscutiblemente hay o bien un problema de capacidad de ese empleado, o bien un problema del encargado de repartir las tareas. Uno de los dos no está capacitado para su puesto.
8 comentarios:
El artículo tiene un fallo de principiante que me tiene jorobado, porque ya es incorregible y porque es una prueba de poca productividad, encima. Me vengo aquí a llorar como crítico lo que no supe defender como escritor.
No tendría que haber dicho que llegaba "tarde" a la conferencia, primero porque no es verdad: llegaba "justo" o "por los pelos". Y segundo y peor, porque entonces la culpa del retraso final no es sólo imputable al lío que se hizo el taxista.
Así hasta que aprenda.
Cuanta razón
¿En llorar como crítico...?
Bueno, según veo, es también imputable a la alumna, que te dejó sin recreo.
Artículo muy Opus Dei, ¿no? :)
Enrique, me gustó el artículo “Productividad”. Me compensó el tiempo. He escrito dos artículos sobre cómo se trabaja en España versus cómo se trabaja en EE.UU., y no mencioné nada especifica sobre lo que demuestra con perfección este ejemplo tuyo acerca del taxista. Al leer tu artículo, me di cuenta de mi omisión. Desde mi punto de vista, al decir que llegaste tarde cuando la realidad fue que llegaste “justo” o “por los pelos” no es una ofensa contra la verdad. En ambos casos, el taxista sigue siendo un ejemplo de la falta de productividad. Si hay un toque de deshonestidad en el artículo, está en la frase “la baja productividad es contagiosa, como demuestra esa conferencia oída a medias. . . o este artículo, que pensaba corregir en el recreo y va al periódico sin un último vistazo”. Si no le hubieras echado un último vistazo después del recreo, esta frase (en la que hablas de lo que ibas a hacer durante el recreo pero no llegaste a hacer) no estaría presente en el artículo. Justo cuando me hiciste pensar que te ibas a profundizar francamente en ti mismo, manipulaste los hechos y disimulaste. Para que sepas, te leo con regularidad porque normalmente cuando me prometes algo que requiere el rigor puro y duro del oficio, cumples con arte, no artificios. Saludos de un seguidor quizás demasiado exigente.
Oye, qué bien visto. En verdad, una cosa no quita la otra, porque no pude darle el repaso de media hora que pretendía, sino en casa, después y corriendo, pero confieso que he sido pillado en falta de coherencia, y te lo agradezco. Así aprendo.
Sobre la muy española costumbre de pensar que cuánto más tiempo se esté en la oficina, mejor, he visto casos sangrantes de gente que echaba más y más horas extras, que luego pasaba al cobro, y empresas que celebraban y ponían como ejemplo la entrega de sus empleados.
Claro, eran tiempos de atar perros con longanizas y se podían pagar importes mayores por horas que por salario.
Ay, cuántos millones habrá entregado cierta caja, ya fusionada, a empleados que no cumplían con sus obligaciones en su horario para cumplir fuera de él y así cobrar de más...
La cuestión es que si alguien necesita (de manera habitual, otra cosa es un asunto puntual) más horas de las que tiene su jornada, indiscutiblemente hay o bien un problema de capacidad de ese empleado, o bien un problema del encargado de repartir las tareas. Uno de los dos no está capacitado para su puesto.
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