Me extrañaba mucho que, con la crisis que tenemos encima y con la que está cayendo, el carpintero no me diese el presupuesto pedido para una ampliación de la biblioteca. Ayer me encontré con el albañil y me lo explicó. En la obra, el carpintero en cuestión puso el suelo y lo hizo rematadamente mal, quiero decir, que lo remató mal, dejó las juntas separadas y "como cortadas a mordiscos", según gráfica descripición de Leonor, que suele ser muy delicada. Cuando se lo hicimos notar, asentía apesadumbrado, tanto, que acabamos consolándolo. Por eso, yo pensé que estaría deseando hacernos ahora la biblioteca, para tomarse la revancha y dejarnos boquiabiertos con su profesionalidad, y a buen precio. Pero no: ha pensado que, como no lo íbamos a escoger después de aquello, para qué tomarse la molestia de hacer un presupuesto. Se ve que hay quienes no creen en la redención ni de tejas para abajo.
lunes, 10 de septiembre de 2012
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1 comentario:
A la falta de esperanza en ser elegido, y de trabajar en balde, quizás se una el habitual apuro o cortedad que se siente a la hora de relacionarse con alguien a quien se ha perjudicado (o de quien se ha visto favorecido: venía a decir Pascal que los favores generan cargas y que todos tendemos a deshacernos de ellas.
Jilguero.
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