Cada vez que oigo esa cita, tan refrita, de "Soy hombre y nada, etcétera...", el cínico que llevo dentro cree que la van a rematar: "Soy hombre y nada de lo ajeno me es humano". Pero mejor ser metafísico, esto es, realista, y afinarla: "Soy hombre y nada de lo divino me es ajeno. Ni de lo animal tampoco".
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