Estar leyendo plácidamente un texto y encontrarte cuando menos te esperabas, de golpe. No me pasa a menudo. Nunca como esta vez. Da igual que me llegase en un día especialmente necesitado, porque cosas como ésta siempre llegan en días especialmente necesitados. Es algo que la estadística puede explicar sin problemas. No me explico, en cambio, por qué Javier no me lo había contado. Quizá pensó que ya lo había hecho y que yo no presumía por humildad. Ja. Él es muy capaz de pensar eso, pero yo no lo soy de no presumir, quod erat demostrandum.
En mi disculpa, reconoced que la anécdota es poderosa. 1º) Ese magnífico dolor de María Victoria Atencia: "Pobrecitos, pobrecitos cuánto les habrá costado escribir todo esto, cuánto sentimiento habrán puesto...". 2º) Ese dedo, entonces. 3º) Ese demostrativo: "'éste", con su maravillosa tilde. 4º) El cervantino "y de ahí no se movió". 5º) La salvación de la quema, como dice Javier, que eso fue, porque aquel premio resultó fundamental para mí. 6º) Las reticencias de Navascués, que son el punto de pimienta perfecto, pues por fortuna vencidas. Y, sobre todo, 7º) el "madre en todo" de MVA, que inunda el episodio de principio a fin, del 'pobrecitos' genérico al pobrecito particular, yo, que nací —lo veo claro y más en mayo— para hijo siempre.
2 comentarios:
¡Pues yo creí que te lo había contado! Es genial que el comienzo de una amistad sea un despiste. Y que la cosa continúe con otro despiste.En fin, estoy cada vez peor, ya se ve.
Pues la historia completa me parece una historia preciosa, como de hermanos.
"Yo nací para hijo" me parece un verso buenísimo.
J
Publicar un comentario